Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía: “Hay una campaña ideológica contra lo que representa el museo”
El hombre que ha regido durante 15 años el principal centro de arte contemporáneo de España renuncia a presentarse de nuevo a la dirección. Se muestra contento con sus nuevos proyectos y crítico con la guerra cultural
Manuel Borja-Villel (Burriana, Castellón, 65 años) se va. No se volverá a presentar a la dirección del Museo Reina Sofía, tras 15 años. Lo anunció este martes, pero asegura que tomó la decisión “hace unos meses”. Desde la institución, ha marcado en gran medida el destino del arte contemporáneo en España. Se va contento por “iniciar una nueva etapa”, pero crítico con lo que define como “una campaña ideológica” contra lo que representa una institución a la que ha dotado de identidad y de un relato propio con gran proyección en el panorama nacional e internacional del arte. En los últimos meses, ha vivido “una guerra cultural” detrás de la cual, sostiene, está la derecha y la extrema derecha que han descalificado su programación por izquierdista y sectaria. “Yo lo sabía, pero mi deber era llegar hasta el final”, afirma en esta entrevista en la que se ha mostrado calmado y en la que niega que su decisión haya estado motivada por los ataques.
Este mismo fin de semana volará a São Paulo donde será comisario de la Bienal de arte y comenzará su nueva vida. Coordinará las exposiciones por el aniversario de Tàpies y un interesante proyecto sorpresa del que prefiere no dar ninguna pista de momento. No le apetece volver a la gestión.
Pregunta. ¿Qué sensación tiene? El próximo viernes ya no irá al museo después de 15 años.
Respuesta. Sensación triple. En primer lugar, cierta melancolía por la gente con la que he colaborado intensamente. Son 15 años de trabajo y de muchos esfuerzos. Pero también el orgullo del trabajo colectivo. Finalmente, tengo ilusión por los nuevos proyectos. Mi trabajo es pensar la práctica artística desde la institución. Y eso es lo que seguiré haciendo desde otros lugares. De momento me he de incorporar a la Bienal de São Paulo en breve y estoy estudiando algunas ofertas que me han llegado.
P. ¿Qué ofertas?
R. Me han elegido comisario en la Bienal de São Paolo. Es lo único que puedo decir de momento. Mi trabajo tiene que ver con el arte, con la visión institucional de la práctica cultural, de una visión política. Lo que voy a intentar es hacer menos gestión, que me ha llevado una parte de mi tiempo estos años.
P. ¿Ha recibido alguna presión para marcharse por parte del Ministerio de Cultura o del Patronato del Museo?
R. No. Ninguna. Al contrario, todo han sido apoyos. Tengo el mejor patronato que se pueda tener, con una presidenta [Ángeles González-Sinde] con quien he gozado de gran sintonía y complicidad. Y un ministerio que nos ha apoyado desde el primer momento. Y he de decir que esta sintonía ha existido también con el resto de ministros que he tenido, tanto de un partido político como de otro.
P. ¿Y el ministro no ha intentado convencerle?
R. Como digo el apoyo ha sido completo. Cada vez que ha habido un problema he tenido el apoyo del patronato y del ministerio.
P. ¿Pero su decisión de no presentarse obedece a la campaña contra usted?
R. En absoluto. Lo llevaba meditando hacía tiempo, hablando con mi equipo, con los colaboradores y colectivos que participan del museo. Tomé la decisión definitiva hace unos meses. Solo que no lo comuniqué hasta ahora porque había proyectos que podían caerse o cesiones de obras que podían no producirse. Uno es director desde el primer día hasta el último. Era consciente de que iba a haber una campaña de difamación, pero a pesar de eso decidí que lo mejor para la institución era no comunicar la decisión hasta el final.
Hay una campaña ideológica orquestada contra lo que representa el museo. Se está haciendo con otros colegas de otros países. Hay patrones. En la alta política está lo de Lula y Bolsonaro, que es una copia de lo de Trump. En nuestro nivel también ocurre. Hay un ataque hacia un tipo de institución que representa una serie de valores. Más allá de hacer las cosas mejor o peor, lo que molesta es llenar de libertad las salas donde se cuestiona la práctica artística.
P. ¿Ha concluido su relato, su ciclo?
P. Dar un paso al lado es una decisión que me toca. Creo que en este momento del museo y en esta coyuntura política es importante continuar mi trabajo desde otro lugar. Dejo el museo muy fuerte, con un equipo extraordinario, con una gran proyección internacional.
P. ¿Tiene alguna garantía de que se continuará con su línea, que no cambiará, por ejemplo, la última reordenación de la colección?
R. Quien venga aportará su visión. Lo importante es sumar visiones y que no se pierda lo hecho. La garantía de una cierta continuidad es el equipo, la propia historia de la institución y su posición en el mundo. Es fundamental que se apoye al museo. Los insultos, las difamaciones gratuitas no ayudan. El museo ha de ser un lugar de experimentación institucional, que nos haga repensar de dónde venimos y a dónde vamos, y en el que puedan hablar aquellos a los que se les ha suprimido la voz y se les ha sacado de la historia. Una cosa de la que estoy muy contento es que, siempre se me acusa de personalista, pero hay un trabajo colectivo que se demuestra cuando se visita la planta que empieza con el 15-M, el chapapote, los movimientos LGTBI...
P. ¿Cuándo empezaron los ataques contra usted?
R. Empezaron antes. El año pasado, tal vez. La situación política ha cambiado. Francamente, creo que hay una guerra cultural con críticas, por ejemplo, de alguien que no ha visto ni la exposición.
P. ¿Una campaña ideológica?
R. Es obvio, si no por qué se cuestiona ahora un contrato de hace cinco años [esta información ha estado disponible todo el tiempo], por qué no se contrasta la información con el propio museo o con el ministerio que podría haber aportar los datos antes de que esas mentiras fuesen publicadas. Se nos acusa de museo elitista, pero antes de la pandemia tuvimos 4,5 millones de visitantes. Ya les gustaría a esos medios a los que les cuesta vender un periódico en el quiosco tener estos números. Existe una campaña contra todo lo que es cultura crítica y no solo en España. Primero para atacar a los de arriba, luego a los medianos, como nosotros. Esta es una institución que implica la Guerra Civil, la República, la Transición… Me acusan de podemita porque hay una pequeña sala del 15-M, que no es Podemos. Tenemos una sala llena de renaus [Josep Renau] ¿Por qué no me acusan de ser del PCE?
P. Le acusan de sectario e izquierdista.
R. Salvando las distancias, es exactamente la misma estrategia que cuando se le llamaba izquierdista a Obama o a Lula que ahora está componiendo un Gobierno liberal en Brasil. Son las mismas estrategias que van repitiendo con mentiras flagrantes.
P. ¿El arte puede no ser político?
R. Todo es político. El museo puede ser fundamental para el PIB, atrae turistas, gentrifica barrios, etc. Es un museo nacional, ¿hay algo más político que esto? Los artistas son de una ideología o de otra. Pero las obras por sí mismas y, en general, siempre nos han de enseñar la realidad como algo distinto. Es ese cuestionar el que creo que no se tolera. En el museo hay artistas claramente vinculados a las izquierdas y otros que fueron afines al régimen franquista como Dalí o Giménez Caballero. Lo bueno de las obras de arte es que se les escapan a los propios artistas.
P. ¿Ha echado de menos que le arropen otros colegas?
R. Ha habido una mezcla. Por un lado, ha influido el ataque de la extrema derecha y, por otro, los deseos totalmente legítimos y humanos de mucha gente que se puede presentar al cargo y no se quiere posicionar. Y esto ha provocado un cierto silencio durante una temporadita. Me han llamado Miguel Zugaza [exdirector del Museo del Prado], Guillermo Solana [director del Thyssen], Ana Santos [directora de la Biblioteca Nacional], Imma Prieto [curadora de arte], Dani Andujar [artista]... Mucha gente se ha posicionado.
P. ¿Cuál es el legado de Manuel Borja-Villel en el museo?
R. El centro de estudios. Quien ha salido de su máster. Fuimos de los primeros en introducir el cine y la arquitectura, sin separar disciplinas. El archivo Lafuente. La vinculación con América Latina de igual a igual, no con el casco de conquistador. Por eso tenemos la cátedra Aníbal Quijano. Hubo un tiempo en que el Ministerio de Exteriores estaba preocupado porque España estaba perdiendo presencia en Latinoamérica. Saben quién es Cervantes, pero, ¿sabemos nosotros quién es Quijano o Arguedas? La cultura es aprender juntos, la hospitalidad.
He tenido la libertad de poder hacer exposiciones, como la de [James] Coleman, que sabía que no iba a visitar nadie, como así ocurrió, pero es un artista muy reconocido. Lo puedo hacer y además los números me cuadran. Esta libertad no la tienen otros museos. He podido hacer exposiciones que no estén dirigidas por las modas.
P. La descolonización también está presente ahora en buena parte de los museos más importantes.
R. Incluso desde el punto de vista de derechas tenemos que aprender. El British Museum está restituyendo piezas, sí, restitución, esa palabra por la que me llaman podemita. Los alemanes ya ponen cartelas en los museos donde se especifica que para conseguir una obra de arte tuvieron que morir no sé cuántas personas. Si lo hiciéramos en España, acabaríamos a gorrazos. Todo esto no es política de izquierdas, en Alemania lo hizo Angela Merkel. Me planteo, ¿por qué tienen que ser los alemanes, por ejemplo, quiénes decidan qué es semita o antisemita?, ¿por qué no les preguntamos a los afros, por ejemplo?
P. El arte como la búsqueda de la belleza, ¿tiene cabida en su discurso?
R. Sí. Soy historiador del arte. Cuando montas, vas con un discurso, un relato, una vez colgadas las obras hablan y te dicen todo lo contrario. Esto tiene que ver con la belleza. ¿La idea de la belleza es europea? En la lengua maya no hay ninguna palabra para hablar de arte. Las palabras equivalentes al arte tienen que ver con la tradición. Esto implica que hay otras formas de belleza. En el museo hay tres salas discursivas dedicadas a Breton, Bataille, Epstein. A los tres les gustaba María Blanchard, Dalí, Miró… Cada uno eligió obras distintas que son de los mismos autores. Eso también es belleza.
P. La belleza se suele asociar a la pintura y en concreto a la figurativa. Y a usted se le ha acusado de ser refractario a la pintura, a determinados autores españoles y por el contrario dicen que usted ha apostado por el arte conceptual
R. Vengo de la Fundación Tàpies, de un pintor. ¿Qué entendemos por pintura? De los ochenta hasta ahora hay pocos pintores, los artistas usan todo tipo de medios. Esa separación modernista de que el pintor pinta y ya está no existe. El museo ha respondido a esto. Todo arte necesita mediación, sobre todo el arte antiguo porque se pierden las referencias. Respecto a algunos u otros artistas me puedo haber equivocado. Mis antecesores en el cargo expusieron bastantes autores de los años cincuenta. He intentado mostrar artistas que no estuvieran antes. No veo al museo solo a partir de exposiciones. La colección es muy española. Las críticas vienen de los mismos que dicen que España es país de pintores, que ven una línea cronológica de hombres desde Velázquez, Picasso… Goya hacía grabados, es todo mucho más variado. Lo que se ha hecho es un cambio de paradigma, otra forma de entender el arte, no se trata de hacer mausoleos de hombres ilustres. El museo es un lugar de conocimientos y de interpelación.
P. ¿Cómo se puede competir con museo como el MoMA, el Pompidou o la Tate con una colección con muchas menos obras?
R. No hay muchas lagunas, según qué criterio sea, por ejemplo a nivel de mercado. En relación al Pompidou no la hay. Estamos en una posición inferior respecto al MoMa. Creo que nosotros hemos estado centrándonos en artistas que estaban fuera del radar, por dinero, por mercado, por razones históricas. Estamos haciendo una serie de cosas que en un futuro van a tener una base sólida.
P. ¿Qué se ha dejado por hacer y qué no habría hecho?
R. Lo haré en otro lado, pero creo que podría haber potenciado la descolonización y el tema de la transición verde. Me hubiera llevado siete u ocho años y no tenemos tanto tiempo. Otra cosa que no ha dependido de mí aunque tengamos ley propia, pero Montoro no nos permitió meternos en la parte laboral. Hay desigualdades laborales. He conseguido 136 plazas de vigilantes, que es muchísimo.
P. Ha aparecido en varias ocasiones en las listas de los personajes más influyentes del arte. ¿Cómo se puede valorar y ponderar el prestigio?
R. A partir de básicamente de tres cosas: el relato, los contenidos que al final los valoras cuando ves que otro director o museo está empezando a hacer lo mismo. La estructura institucional, cómo estamos reestructurando el museo, que eso sí que creo que realmente es único y que eso se está aprendiendo en otros sitios. Descubrir artistas que nadie conocía.
Babelia
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