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LO QUE VIENE EN 2023
Tribuna
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El algoritmo son los padres

Nunca es tarde para animarse a la rebelión contra los caminos predeterminados: que ni las modas ni las obsesiones propias ni lo que se espera de nosotros decidan los libros que vamos a leer o las películas que vamos a ver este año que empieza

Charles Chaplin, en 'La quimera del oro'.
Charles Chaplin, en 'La quimera del oro'.
Elvira Lindo

Ahora lo veo claro: el algoritmo son los padres. Son los que te definen según abres los ojos a este mundo y deciden, a veces con asombrosa perspicacia, si eres alegre, concienzuda, inquieta, si eres celosa o segura de ti misma. En consecuencia, adivinan tus gustos. En mi niñez del siglo pasado, los padres sabían incluso si habías nacido de letras o de ciencias. Tanto conocimiento tenían sobre nosotros que cuando nos pedían un libro para Reyes no dudaban, para ellos, nuestra personalidad estaba definida y decidida: a la mayor, tan formal y estudiosa, una obra maestra de la literatura. Tráiganle un Jane Eyre. Al segundo, el chico del eterno descontento, un libro de guerra. Póngale un Sven Hassel. Al tercero, simpático y temerario, uno de aventuras. Sin dudarlo, cualquiera de Julio Verne. Y a la pequeña (quien esto escribe), fantasiosa y gregaria, un librito en el que se escuche a la gente hablar. Mujercitas encaja. Ah, y a los dos pequeños que la historieta venga con ilustraciones, que se despistan fácilmente. Todas las criaturas quieren agradar a sus padres, así que traté de encajar en su algoritmo para no decepcionarlos. Podría seguir escribiendo aquí de qué manera el algoritmo de mis progenitores nos influyó en las profesiones que elegimos, pero eso me daría para un libro. Lo que está claro es que la novela elegida según nuestro carácter tenía que durarnos un año, de tal forma que acabábamos imbuidos en un argumento que nos determinaba con rigor el gusto.

Creo que lo que más nos marca en esta vida es la docilidad y la desobediencia. Habiendo disfrutado con creces de aquellas novelas que eligieron para mí y sacando, sin duda, lo mejor de ellas, mi carácter desobediente me fue empujando en la adolescencia a desear lo que a otros les tocaba en suerte.

Fotograma de la película 'La Maternal', de Pilar Palomero.
Fotograma de la película 'La Maternal', de Pilar Palomero.

Es reveladora esta historia de niña del siglo pasado si pienso en cómo se perpetúa la idea que los demás se hacen de nosotros. A mi casa llegan todas las semanas muchos libros. Muchos, por motivos obvios. Libros que unas veces llevan su nombre en el lugar del destinatario y otras el mío. Pues bien, con bastante frecuencia los libros que llevan el nombre de él son de historia, de ciencia, de política, de guerra, de misiles, y si se da el caso de que recibe una novela escrita por una mujer, suele tratarse de una reedición, en definitiva, de un clásico cuya calidad está probada por el tiempo y no admite dudas. En cuanto a los que recibe ella, o sea, quien esto elucubra, suelen girar en torno a temáticas feministas, maternidades difíciles, diferentes tipos de exclusión, asuntos sociales, infancias, novelas escritas por mujeres injustamente olvidadas y también novelas de mujeres jóvenes a las que no estaría de más que se diera un espaldarazo. Por supuesto, que estoy generalizando, pero no me alejo de una realidad que es tozuda. El algoritmo que escribieron nuestros padres a su actualizada manera sigue funcionando.

Nunca es tarde para animarse a la rebelión y yo quiero hacerme un propósito de enmienda para este año que empieza, porque a veces no nos damos cuenta ni de que estamos obedeciendo, y esa docilidad inconsciente siempre nos lleva al mismo sitio, a un lugar en el que nos sentimos cómodos porque es el que transitamos desde niños (ahora se llamaría zona de confort, pero me niego). Según vayan llegando libros, ensayos o novelas, tanto da, en este año 2023 voy a comenzar a cambiar los destinatarios. Con unas tijeras y un poco de pegamento ya está hecho el lío. Sé que me veré leyendo más libros de insectos. No es lo mío, pero se trata de desafiar un destino escrito. Vengan a mí más insectos, más misiles, más dictadores norcoreanos, más terroristas de todo pelaje. Vayan a él relatos de maternidad, de conciliación, de traumas infantiles, novelas de escritoras jóvenes que traducen el pensamiento de las mujeres jóvenes. Ahí, en su mesa, un libro a su nombre sobre la menopausia. Aquí, en la mía, un libro sobre la des-extinción. Qué maravilla.

Proust
Marcel Proust. Private Collection. Photo by Fine Art Images/Heritage Images/Getty ImagesHeritage Images (Getty Images)

Y que conste que este año que ha acabado ya comenzamos a rebelarnos contra el algoritmo dado. Si por mí hubiera sido no habría visto Better Call Saul, que rechazaba porque el abuso en la ficción de la violencia ya se me hace bola. Pero él insistió, compartir es un deleite y quería charlar conmigo sobre lo que a él le había parecido una maravilla. Tenía razón: acabé seducida por la pareja protagonista. Por otra parte, si por él hubiera sido no habría visto La Maternal, estoy segura, pero le insistí, porque sabía que una vez traspasado el prejuicio del título le iba a conmover, y así fue, quedó encandilado por la historia de la adolescente embarazada. Si todos estuviéramos dispuestos a ir más allá del marcaje al que nos sometieron desde niños, si nos dejáramos seducir por historias que en principio no fueron escritas para nuestros ojos, tendríamos una mirada más generosa sobre la vida. Son demasiadas veces las que torcemos el gesto ante una novela sin haberla leído, y que incluso improvisamos una crítica mordaz porque es lo que se espera de nosotros.

Además de ver más allá de mis propias obsesiones e intereses y de ser fiel a la imagen que otros se hacen de mí, en el próximo año me dejaré llevar por algo que en general funciona muy bien: la guía del azar. Que la moda, tan frecuente en las artes, no me marque el camino y que vuelva en julio y agosto a los clásicos. Si el verano de 2021 fue el verano de Tolstói, y este pasado el de George Elliot, en el del 23 pretendo retomar el camino de Proust. Y no todo es literatura. Anoche comenzamos un ciclo casero de Chaplin y después de reírnos a carcajadas con La quimera del oro pensé en la cura de humildad que supone el admitir que siempre hubo alguien que lo hizo antes que tú y, además, mejor.


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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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