Muere Wolf Erlbruch, autor de ‘El pato y la muerte’
Escribió para niños quizá porque son los únicos seres que se enfrentan con naturalidad a las preguntas esenciales de la vida.
Hace unos días murió Wolf Erlbruch, escritor e ilustrador de uno de los libros más bellos que he leído sobre el fin de la vida, El pato y la muerte. Erlbruch, que nació en Wuppertal en 1948, recibió los premios más importantes de literatura infantil y juvenil. Escribió mucho y muy bueno: La gran pregunta, La creación, El libro del abecedario, El topo que quería saber quién se había hecho eso en su cabeza… De entre todos ellos El pato y la muerte ocupa un lugar extraordinario.
Erlbruch tenía el don de plantear cuestiones profundas de manera sencilla y con humor. Escribió para niños quizá porque son los únicos seres que se enfrentan con naturalidad a las preguntas esenciales de la vida. Pero sus libros no son solo para niños. Cuenta una leyenda judía que un ángel posa un dedo sobre los labios del bebé en el instante anterior a su nacimiento. Esa breve caricia borra en el infante la memoria del paraíso del cual procede. La marca del ángel es el leve surco vertical que recorre el espacio entre nuestra nariz y nuestros labios. Un río cumplía la misma función que el ángel judío entre los antiguos griegos. Antes de reencarnarse, las almas debían beber del Leteo, uno de los ríos del Hades, para destruir el recuerdo de sus vidas pasadas. El olvido es, sin embargo, paulatino. Los niños conservan durante años aquella sabiduría prenatal. Pero, al igual que la vibración de las cuerdas de una guitarra hace vibrar las cuerdas de otras guitarras próximas, la obra de Wolf Erlbruch despierta la memoria ancestral en adultos sometidos al imperio de la necesidad y la rutina, esos seres dignos de lástima que somos casi todos.
El pato y la muerte narra una historia cotidiana, la muerte de un ser vivo. Como diría Borges: “Eso es moneda corriente; / morir es una costumbre / que sabe tener la gente”. Los protagonistas son aquí un pato y la muerte, que viste camisón y bata, como si acabara de levantarse o estuviera a punto de regresar a la cama. “Desde hacía tiempo, el pato notaba algo extraño. ‘¿Quién eres? ¿Por qué me sigues tan de cerca y sin hacer ruido?’. La muerte le contestó: ‘Me alegro de que por fin me hayas visto. Soy la muerte’. El pato se asustó. Quién no lo habría hecho. ‘¿Ya vienes a buscarme?’. ‘He estado cerca de ti desde el día en que naciste… por si acaso”. Así se inicia un libro sin apenas texto y con hermosas ilustraciones.
En esta historia sencilla cada elemento posee hondura metafórica: basta una bata de cuadros para expresar que la muerte es parte de la vida. Es la versión de Erlbruch de la sentencia de Martin Heidegger: el hombre es un ser para la muerte. Hay quienes piensan que la filosofía pertenece al ámbito de la oscuridad y lo complejo. Se equivocan, Wolf Erlbruch es la prueba: en su obra la filosofía resuena con el timbre claro y misterioso de una campana.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.