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José María Sicilia: “El color blanco ha sido mi mayor fracaso”

Anda a vueltas con ‘Las mil y una noches’ y los proyectos de su fundación El Instante, en Madrid, donde se ha propuesto renovar de manera punkie, por ejemplo, un género como la zarzuela

El artista José María Sicilia posa en el barrio de Delicias en Madrid.
El artista José María Sicilia posa en el barrio de Delicias en Madrid.Andrea Comas
Jesús Ruiz Mantilla

Le acaban de robar los softwares de su Fundación El Instante, en Madrid. Lejos de preocuparnos, dice: “Ha sido maravilloso. Así volvemos a empezar”. José María Sicilia (Madrid, 68 años), artista, pintor, libretista por herencia familiar —sus ancestros dieron palabra a Doña Francisquita, Luisa Fernanda, La tabernera del puerto y así…—, inventor de perfumes, imprevisible, se confiesa vencido por el color blanco, pero no por Las mil y una noches, un libro que quiere traducir a imágenes, con el que lleva a vueltas 30 años. Sobre esa obra anda ahora trabajando con lo que guardan en el archivo del Vaticano. Amén.

Pregunta. ¿Qué hace usted con Las mil y una noches?

Respuesta. Llevo 30 años trabajando en ello. Ahora he conseguido acceso a la biblioteca del Vaticano para que me dejen ver los archivos que tienen. En el fondo, la historia parte de un asesino en serie.

P. A ver…

R. Sí, un señor que va asesinando a sus mujeres hasta que llega una, Scherezade, que le va contando historias para que no la mate. Es la muerte suspendida, vivimos ahí, en el tiempo suspendido.

P. ¿En un instante?

R. En un instante, eso es. Y si quieres vivir, tendrás que contarlo.

P. El relato que dicen los gurús de la política y que no es más que un traslado de esa frase del Evangelio de San Juan: en el principio era el verbo y el verbo estaba junto a Dios y el verbo era Dios… Pues eso. ¿Es todo un cuento?

R. Exactamente. El verbo nos lo vamos pasando unos a otros, no lo conocemos. He ahí el misterio.

P. Uno de sus misterios más profundos ha sido el color blanco. ¿A qué conclusión llegó?

R. A ninguna, a ninguna… Creí que simplificar los colores llevaba al blanco. Un absoluto de luz que conduce a la contemplación. Pero quise salir de ahí, era un laberinto y podía conllevar la muerte también.

P. ¿Ha sido su mayor fracaso el blanco?

R. Probablemente, todo fracaso, además nos lleva a rompernos. Pero toda ruptura es una semilla de un nuevo ser. Yo no hago otra cosa que no sea traducir.

P. ¿Qué quiere decir?

R. Que yo no invento nada. Traduzco textos, imágenes, sonidos, olores. Una vez hice un perfume con Ernesto Ventós sobre el odio.

P. ¿A qué olía?

R. A algo fresco, liviano, como una brisa, alguien me dijo que lo que perseguíamos era un odio sexy. Pastime, lo quería llamar y lo hice para poner punto final a mi divorcio. El recipiente era una esfera como de espejos y el tapón un dedo. No se vendió una gota. Me di cuenta también que me había equivocado, que lo que debíamos haber hecho era un perfume sobre el rencor después de haber leído un ensayo del poeta José Ángel Valente. El odio es sano, pero el rencor te destruye. Sigo pensando en el perfume aquel, lo sentí como una emoción poética, irrepetible y fugaz.

P. ¿Y usted ha odiado o es rencoroso?

R. ¿Yo? Ni una cosa ni otra. Lo que pasa era que me acababa de divorciar. Me he casado dos veces. Un amigo mío me decía: la primera vez que te divorcias es normal, la segunda es que eres un imbécil, la tercera también, a la cuarta empiezan a admirarte y a la quinta eres el rey. Inmortal. Yo me quedé en imbécil.

P. Usted se apellida Sicilia y Fernández-Shaw, que es la historia de la zarzuela. Guillermo Fernández-Shaw, su tío abuelo, escribió los libretos de Doña Francisquita, La tabernera del Puerto, Luisa Fernanda… Y ahora le ha dado por seguir la tradición y escribe usted también zarzuelas. ¿Resucitando el género?

R. Yo odiaba la zarzuela de pequeño. En la familia de mi madre todo estaba relacionado con eso y para mí era algo muerto y casposo, asociado con el franquismo. Pero entiendo que era un género que hablaba con el lenguaje de la gente lo que le ocurría a la gente.

P. ¿Hemos sido con ese género ciegos e irresponsables al despreciarlo?

R. Las dos cosas. Pero sobre todo sordos. Lo veíamos pequeño, miserable, de baja calidad.

P. ¿El eterno deporte pernicioso que tenemos de fustigarnos?

R. Totalmente, no les pasa a los alemanes con la opereta, ni a los franceses, ni a los norteamericanos con el musical. Nosotros hemos creado lo mismo, se llama zarzuela y hay que insistir en calificarla como tal: zarzuela. En eso somos un poco…

P. ¿Gilipollas?

R. Eso, un poco no, bastante…

P. Ahora, la zarzuela trataría de problemas contemporáneos, como ha hecho usted ya con compositores como Jesús Rueda y David del Puerto. Desahucios, por ejemplo. O la monarquía, con la que anda trabajando.

R. Sí, con un lenguaje propio de los jóvenes, como lo cantaría un reguetonero. Se llamará Desguaces Love, por ahora. Esta zarzuela sobre la monarquía trata del final del amor. ¿Te leo unas frases?

P. Vale.

R. Uno de los personajes principales se llama Macho King y el coro dice de él: “Es el top, el top, el congri top de los llares. Macho cho, bicho king, saca el bicho”. O una de sus amantes, la última, a la que llamamos Zero Dinasty, canta: “Estamos en zarzuelín. Estás furioso contra mí, me haces daño, piraño, mira mi cho, mete el oro con la lengua, sinvergüenza”.

P. ¡Madre mía! Esto es pura Rosalía.

R. En eso estoy. Trata de un club de héroes, nuestros héroes, los hemos convertido en eso porque no dejamos de hablar de ellos. Los músicos serán una banda, pero muy de chin pun.

P. ¿Cuándo dejó de hacer falta irse a París para convertirse en artista?

R. Hace ya tiempo. Nosotros fuimos los últimos porque lo teníamos a mano. Yo quería librarme de la mili y como había estado preso en la DGS durante el franquismo tenía miedo que me mandaran al Larache, en África. Me abrí el brazo de una forma involuntaria y eso me libro, pero me retiraron el pasaporte y me fui sin él. Estuve sin volver tres años.

P. ¿Lo echaba de menos?

R. No. En absoluto. Aprendí mucho en Francia, me formé allí, con esa lengua. Me abrió muchísimo el espíritu. Aprender idiomas para mí ha sido fundamental.


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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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