‘En los márgenes’: qué trágicos los desahucios. ¿Y qué más?
Juan Diego Botto, director, coguionista e intérprete, no se ha cortado nunca en sus apariciones públicas para contar lo que piensa del estado de las cosas. Y aquí ofrece su indignada visión
“Allí donde haya injusticia, sufrimiento, gente acorralada, estaré yo”, le asegura Tom Joad a su madre en la emotiva, hermosa y lírica despedida de Las uvas de la ira, firmada por un tal John Ford, aquel reaccionario señor según la progresía más miope de la época. En la magistral Los viajes de Sullivan, un famoso director de Hollywood decide que quiere hacer cine social y para que este sea auténtico debe convivir con los desheredados de la tierra. Al final de su desolador viaje, se sentirá tan confuso y dubitativo como aquel padre Nazario, que retrató Buñuel. En el cine contemporáneo, Ken Loach y los hermanos Dardenne han dedicado su obra a hablar de gente que lo tiene muy crudo para sobrevivir, amenazados, estafados, inmersos en la intemperie. Loach a veces ha sido conmovedor, veraz y complejo. Y en sus peores momentos puede rozar el panfleto en su división del mundo entre buenos y malos.
Son inevitables para mí estas referencias en el planteamiento, desarrollo y epílogo de En los márgenes. Está habitada por las buenas intenciones, por la concienciación de que este mundo (y todos los anteriores) es muy cabrón con los parias y los débiles y que alguien debe aportar sus ojos y sus oídos para hablar de su tragedia. Juan Diego Botto, director, coguionista e intérprete de esta película, no se ha cortado nunca en sus apariciones públicas para contar lo que piensa del estado de las cosas. Y aquí ofrece su indignada visión de los desahucios, de seres a la deriva que son privados del techo que les cobijaba, del que tal vez fuera su único o último refugio. Habla de su desesperación y de su miedo, de la solidaridad entre los desposeídos, del calor y la ayuda que se pueden ofrecer en medio del desastre, de un quijote que milita echando mil e insuficientes manos al ejército de los perdedores. Pero hasta los antiguos habitantes del limbo saben que las buenas intenciones no garantizan arte, que la reivindicación no puede caer en el esquematismo, que para que el espectador vibre, se implique, se emocione, se desasosiegue, es necesario que el guion y los personajes le atrapen, existan los matices, te hagan sentir su problemática, les quieras, les compadezcas. Algo que a mí no me ocurre con esta película. La veo con distancia y la olvido rápido. Su propósito me parece encomiable, pero el resultado es tibio.
Y hay cosas en ella que me parecen meritorias. El breve y muy creíble personaje que interpreta Adelfa Calvo. Y el siempre veraz Luis Tosar volcándose en la creación del suyo. Y entiendo que los que están jodidos agradezcan la permanente ayuda del buen samaritano, pero a mí me agota su intensidad y su perpetua militancia ayudando al prójimo. Sé que los santos existen aunque también que me pueden resultar agotadores. Incluso que estén ligeramente invadidos por algo emparentado con la neurosis. Lo raro es que su comprensiva pareja tarde tanto en colocarle la maleta en la puerta. Bueno, a cambio, es finalmente comprendido y admirado por ese hijastro inicialmente descreído y egoísta. Y admito que mi admirada Penélope Cruz se implicara hasta el alma en esta historia, que la haya producido y protagonizado, pero su dolorido y desgarrado personaje no tiene imán para mi sensibilidad. Y no me creo, y soporto a duras penas, la larga e impostada secuencia entre ella y su improbable marido, interpretado por Juan Diego Botto.
EN LOS MÁRGENES
Dirección: Juan Diego Botto.
Intérpretes: Penélope Cruz, Luis Tosar, Adelfa Calvo, Juan Diego Botto, Christian Checa, Font García, Aixa Villagrán, Nur Al Levi.
Género: drama social. España, 2022.
Duración: 105 minutos.
Estreno: 6 de octubre.
Babelia
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