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“¡Mil rayos!”: la gran exposición de Hergé llega a Madrid

La muestra reivindica al dibujante belga como un gran artista multidisciplinar más allá de los álbumes de Tintín y esquiva las cuestiones espinosas... salvo en lo relativo al Tíbet

Escalinata del Círculo de Bellas Artes de Madrid, decorada con una imagen de Tintín.
Álvaro Rigal

A finales de los años cincuenta, Hergé era un hombre a punto de romperse. Rozando el medio siglo de vida, el dibujante belga sufría las exigencias implacables de la producción de álbumes de Tintín mientras su matrimonio se derrumbaba después de 26 años. Al borde del colapso mental, buscó ayuda en un psicoanalista suizo, que le recomendó dejar de trabajar.

“En aquella época yo sufría una crisis muy fuerte, y mis sueños casi siempre eran sueños blancos. Eran angustiosos. En uno de ellos yo estaba en una especie de alcoba completamente inmaculada cuando apareció un esqueleto que intentó agarrarme. En ese instante el mundo se hizo blanco, blanco”, contaría años después al escritor Numa Sadoul en el libro Conversaciones con Hergé.

Desoyendo a su médico, Hergé se lanzó a la elaboración de Tintín en el Tíbet: su obra más íntima, en la que puso más de sí mismo… y completamente blanca, en el sentido más literal del término. Un álbum muy limpio, de gran pureza visual y narrativa, con pocos escenarios y personajes. Una aparente sencillez bajo la que subyacía una enorme agitación emocional.

Esta tensión entre la convulsión interna y la claridad externa que asoma tantas veces en la biografía de Hergé se percibe con extraordinaria fuerza en una de las salas de la muestra Hergé: The Exhibition, inaugurada este miércoles en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, cuya gran escalinata nos remite a la del castillo de Moulinsart. En ella se pueden admirar 12 planchas con bocetos de feroz turbulencia, retratos de personajes como el volcánico capitán Haddock o el profesor Tornasol en uno de sus escasos (pero muy temibles) ataques de ira.

Son dibujos en los que los trazos se superponen con energía. Una pared muestra una cita de Hergé al respecto: “Y esbozo, y tacho, y borro, y vuelvo a empezar hasta que estoy satisfecho. ¡Y llego a agujerear el papel a base de reelaborar un personaje!”. Pero al lado de los bocetos, la versión definitiva de los cómics: la línea clara, la pulcritud, la eterna aspiración de orden.

Carteles publicitarios realizados por Hergé.
Carteles publicitarios realizados por Hergé.©Hergé-Tintinimaginatio

Un mensaje tibetano contra China

La exposición, que nació en 2016 en el Grand Palais de París, llega a Madrid tras haber pasado por Quebec, Odense, Seúl, Shanghái o Lisboa. En su día, el comisario de la muestra parisiense dejó claro el enfoque: “Está consagrada al Hergé artista. No es una exposición biográfica ni un tribunal histórico. Hemos querido analizar su imaginario, su estilo y su arte, y no sus opiniones políticas ni lo que sucedía dentro de su cama”.

A pesar de que, como se dijo en la presentación madrileña, “las obras de Hergé cuentan cincuenta años de historia del siglo XX” y de que tanto la vida del autor como las aventuras de Tintín están atravesadas por acontecimientos políticos, la muestra prefiere esquivar los asuntos potencialmente conflictivos y dedicarse a los aspectos formales y artísticos.

Así, en el repaso a Tintín en el país de los soviets se destacan sus encuadres cinematográficos y “la belleza silenciosa del blanco y negro”, pero no su burda propaganda anticomunista, mientras que el paternalismo colonial de Tintín en el Congo se comenta brevemente como “reflejo de su contexto y su tiempo” (aunque sí será objeto de estudio en una de las actividades complementarias que se celebrarán durante los próximos meses).

Más entusiasmo se percibe para recrearse en El loto azul, la obra que marcó un punto de inflexión en las aventuras de Tintín a la hora de acercarse a otras culturas. El minucioso análisis de la sociedad china que llevó a cabo Hergé a raíz de su amistad con el joven Tchang Tchong-jen es celebrado con numerosas fotos, estudios, bocetos e incluso una caja de pinceles de caligrafía que el dibujante belga recibió como regalo de su amigo.

Las portadas de 'Tintín en el Tíbet' forman una cruz rodeadas por las rojas de 'El loto azul', que transcurre en China.
Las portadas de 'Tintín en el Tíbet' forman una cruz rodeadas por las rojas de 'El loto azul', que transcurre en China.©Hergé-Tintinimaginatio

Sin embargo, la muestra sí sorprende con un momento de posicionamiento político frontal y explícito: en un mural con decenas de álbumes en distintos idiomas, las blancas portadas de Tintín en el Tíbet forman una cruz rodeada por el rojo de las portadas de El loto azul, una evidente referencia al conflicto tibetano y al gobierno chino. Un montaje que no se realizó en la exposición de Shanghái: allí todo fue una gran mancha roja.

Hergé. The Exhibition tiene un propósito claro: reivindicar a Hergé como un gran artista del siglo XX, un artista integral y multidisciplinar que fue más que el creador de Tintín y que se dejó influenciar por los movimientos artísticos y las vanguardias. Un dibujante, diseñador, grafista e incluso aspirante a pintor, de descomunal rigor, firmes convicciones y estricta metodología propia en todas sus facetas creativas.

Las pruebas documentales para sostener la tesis son numerosas, empezando por sus tiras satíricas con personajes como Monsieur Bellum y otras series como Quick y Flupke, Las aventuras de Jo, Zette y Jocko o Totor (el boy scout precursor de Tintín). Pero también por sus trabajos en publicidad, de los que se exhiben distintos carteles, entre ellos uno protagonizado por una jirafa que recuerda poderosamente al disfraz que utilizó Tintín para rodar escenas documentales de animales en África, en una de las escasísimas veces en las que se vio al teórico reportero desempeñar algún trabajo mínimamente periodístico.

Una sensibilidad con los deseos del público que Hergé no limitaba a su faceta de publicista, sino que estaba muy presente en todos sus trabajos, como pone de manifiesto su correspondencia con su editor a la hora de elegir el formato de una portada de Tintín. “La portada de un libro de este tipo debe ser un póster en el sentido de que debe destacar y animar a la gente a comprar”, decía el dibujante ya en 1936.

La tentación de la pintura abstracta

El mayor ejemplo de diversificación profesional tuvo lugar a principios de los sesenta, cuando Hergé valoró la posibilidad de abandonar el cómic e iniciar una carrera como pintor abstracto. La muestra profundiza en la pasión del dibujante por el arte contemporáneo en la etapa final de su vida, que los lectores atentos ya habían podido intuir en Tintín y los Pícaros, donde se ven cuadros abstractos en las paredes y una gran escultura inspirada en las obras de Marcel Arnould.

Por supuesto, Hergé fue mucho más explícito en la última e inacabada aventura, Tintín y el Arte-Alfa, ambientada en el mundillo del arte contemporáneo, donde el capitán Haddock se desesperaba ante la visión utilitarista de todos los que le preguntaban para qué servía esa gran letra H de plexiglás que había comprado en una galería. “¡No sirve para nada! ¡Es arte! ¡No sirve para nada!”.

La exposición muestra una reproducción de la famosa H, que en efecto no parece servir para nada, ni falta que hace. Junto a ella, algunos de los cuadros que el propio Hergé pintó intentando imitar el estilo de Miró y Klee, y una selección de su colección privada, que incluye un retrato realizado por Warhol o serigrafías de Roy Lichtenstein, además de un telegrama de felicitación enviado por Salvador Dalí que arranca al grito de “¡Mil millones de hectoplasmas y de bachibouzouks!”.

Reproducción del cohete del viaje de Tintín a la luna, entre las calles Alcalá y Gran Vía de Madrid.
Reproducción del cohete del viaje de Tintín a la luna, entre las calles Alcalá y Gran Vía de Madrid.Sold Out

No obstante, la conclusión de Hergé a sus acercamientos a la pintura fue contundente: “El cómic es mi único medio de expresión. ¿Qué otra cosa está a mi alcance? ¿La pintura? Has de consagrarle toda la vida. Y como solo tengo una vida, y ya bastante avanzada, he de escoger: la pintura o Tintín, ¡las dos no!”.

Así, todos los aficionados a las aventuras de Tintín que se alegran de que Hergé nunca abandonara el cómic pueden sumergirse en los detalles de las salas: los cambios en los álbumes redibujados (al pasar de las revistas a los álbumes, y del blanco y negro al color), las guías de colores de las primeras páginas de La estrella misteriosa (con su sofocante sensación de apocalipsis inminente), las infinitas portadas de Le Petit Vingtième y Le Soir Jeunesse (siempre con una viñeta cuadrada), una maqueta del castillo (ficticio) de Moulinsart ante una foto gigante del castillo (real) de Cheverny que sirvió como modelo, o una animación con el momento en que Tintín acelera su bólido en el país de los soviets y el viento le levanta el tupé que ya nunca se le bajaría.

Al salir a la calle, una reproducción a gran escala del cohete del viaje a la Luna nos espera en el cruce de Gran Vía con Alcalá, frente al edificio Metrópoli, cubierto estos días con una gran lona publicitaria protagonizada por Charlize Theron. Lamentablemente, la actriz anuncia un frasco de perfume, y no una botella de whisky Loch Lomond.

Hergé. The Exhibition. Círculo de Bellas Artes. Madrid. Hasta el 19 de febrero de 2023. Información y entradas.

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