Manzanares salva la tarde de San Juan
La mala presentación y condición de los toros, frustra el día grande de Hogueras
De los seis toros que saltaron, el quinto fue, con creces, el toro de una corrida de poca entrega e incluso de más problemas de las esperadas. Ese quinto, de Álvaro Núñez, fue, además, el de mejor son con el capote. Ninguno de los otros cinco tuvo una salida franca, sin ser imposibles tampoco dejaron lucir a sus matadores. Mas ese segundo del lote de Manzanares fue, en todo caso, el que salvó el honor ganadero. No fue de pelea brillante en varas, tan siquiera cumplidor. Pero algo llevaba dentro para que Manzanares lo cuidara desde la salida. Algo sueltecillo en los primeros muletazos, el alicantino trató de fijar y afinar la embestida del toro que entraba con su punto de picante. Una vez educada esa embestida, sobre todo por el lado derecho, Manzanares brilló especialmente en dos series con la mano izquierda. Por el otro pitón, Manzanares se encontró cómodo. Cuando se vio dominado, el toro amagó un par de veces con marcharse a terrenos de tablas. La habilidad técnica del diestro impidió que la faena se desdibujara. La pausa entre serie y serie, y dejar que el toro se sintiera cómodo, fueron las mejores virtudes de una faena que mantuvo su nivel. Una gran estocada, fulminante, rubricó el mejor capítulo de una tarde no tan feliz.
Del resto de astados, el tercero fue el otro toro con aprobado en su juego, aunque de salida se lo pensó mucho para acudir al capote. Dos puyazos recibió, una medida excepcional en esta plaza —también el cuarto entró al caballo dos veces—, para restar una motorizada acometida. Aguado, con la naturalidad propia de su toreo, lijó el celo del toro, primero sobre el pitón derecho y en medio de la faena una serie con la izquierda sutil y distinguida. El toreo a dos manos puso color a una labor emborronada con la espada.
Ya no hubo más toros para lucir la tauromaquia moderna de nuestros días. El que abrió plaza, un jabonero tocadito del pitón derecho, tuvo sus rarezas al embestir, sobre todo por el lado derecho. Echó la cara arriba en banderillas, lo puso complicado y llegó a la muleta de Morante con lo que se dice mal estilo. El sevillano, que sorteó un par de coladas, abrevió sin más. Tampoco el cuarto fue toro para darse coba. Manso en varas, huyó despavorido del caballo, y se descompuso antes de tiempo. Un apuro, al ser perseguido, y un desarme, convencieron a Morante de que no había nada que comprarle al de Álvaro Núñez. Con la espada, la desconfianza fue un hecho. Pasó de puntillas el de la Puebla en su primera tarde alicantina.
El primero de Manzanares, colorado ojo de perdiz y largo, tuvo fibrosa embestida en banderillas, pero poco más. Al pasito, sin acabar el muletazo, el toro dejó que Manzanares se mostrara pulcro, aseado. Una serie corta al natural tuvo su aquel. Por el pitón derecho, el toro siempre renegó. La depurada técnica del alicantino disimuló las carencias del toro. Y cerró la tarde el toro más hondo de la corrida —cinqueño como el primero— pero un inválido. Aguado se vio totalmente frustrado ante tullido animal.
ÁLVARO NUÑEZ, EL PILAR / MORANTE, MANZANARES, AGUADO
Toros de Álvaro Núñez y El Pilar (2ª y 6ª), mal presentados y anovillados, excepto el sexto, de mayor hondura, aunque inválido.
Morante de la Puebla: estocada hábil algo desprendida (división); cinco pinchazos y estocada (silencio).
José María Manzanares: pinchazo hondo y buena estocada (saludos); estocada algo pasada (dos orejas).
Pablo Aguado: dos pinchazos y estocada algo desprendida -aviso- (saludos); dos pinchazos y media atravesada (silencio).
Plaza de Alicante. Cuarta de Feria. 24 de junio. Tres cuartos.
Babelia
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