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Feria de San Isidro
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Inspiradísimo Morante

El sevillano cortó una oreja tras una emotiva faena a un nobilísimo toro de Alcurrucén, en presencia del Rey Felipe VI

El Rey saluda al público al inicio de la corrida de la Beneficencia; a su derecha, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y a su izquierda, Antonio Bañuelos, presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia.
El Rey saluda al público al inicio de la corrida de la Beneficencia; a su derecha, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y a su izquierda, Antonio Bañuelos, presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia.Rodrigo Jiménez Efe
Antonio Lorca

Ahí donde lo ven, Morante de la Puebla no sabe todavía lo que es salir a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas; misterios de la tauromaquia y del propio torero, tan genial como irregular en su ya larga trayectoria.

Pero este miércoles ha podido ser. Seguramente, nunca la tuvo tan cerca. Ya se veía salir a hombros hacia la calle de Alcalá cuando se perfiló para matar, la espada cayó tendida y baja, y necesitó dos golpes de descabellos, y el cielo se esfumó.

Pero quedó sobre la arena y la plaza entera el aroma de la obra de un torero genial, capaz de entrar en trance, embriagarse de sensibilidad y arrebatar a una multitud con pinceladas de un orfebre en estado de gracia.

Ese toro cuarto fue un manso como toda la corrida ―el primero no tuvo un pase― que no le permitió a Morante lucimiento alguno con el capote; obedeció sin entrega en el segundo tercio, pero cuando el animal vio al torero muleta en mano, humilló la cabeza y con el buen son de un toro de carril persiguió el engaño con la templanza justa para que el artista pudiera ir desgranando bellas páginas de su personalísima tauromaquia.

La faena fue larga e intensa. Comenzó con unos ayudados por bajo y por alto, cerrados con el obligado de pecho; seguidamente, se echó la muleta a la izquierda y fue intercalando naturales con la tela arrastrando por la arena, derechazos extraordinarios y perfectamente ligados con largos pases de pecho, cambios de manos primorosos, molinetes, trincherillas, naturales de frente, otros a pies juntos, y todo ello en un batiburrillo en apariencia largo y desordenado, pero que se conjuntó como un puzle inesperado y muy grato para los sentidos.

La faena fue emotiva, inspirada, la obra de un artista que sacó su alma y la puso a torear. Y fue larga, pero quedará en el misterio si es que Morante se emborrachó de toreo y pretendía estar allí toda la noche, o es que él mismo no estaba contento con el desarrollo de su labor.

Lo cierto es que maravilló a los tendidos, extasiados ante la marabunta de detalles excelsos del torero embriagado de arte.

Morante de la Puebla da la vuelta al ruedo tras cortar una oreja al cuarto toro de la tarde.
Morante de la Puebla da la vuelta al ruedo tras cortar una oreja al cuarto toro de la tarde.Rodrigo Jiménez Efe

¿Y el toro?

Otro artista de los grandes. No se puede embestir mejor que lo hizo Pelucón, con más fijeza, con más ritmo y dulzura; el toro perfecto para Morante de la Puebla. Nada que ver con los encastados, fieros y exigentes de otros días. Pero ese es el toro necesario para un artista como Morante, que ha protagonizado, quizá, su mejor tarde en Madrid hasta que montó la espada y la firma emborronó la creación.

Otro que pudo haber cortado un trofeo fue Ginés Marín, entregadísimo ante el muy manso sexto, que huía de su sombra. Consiguió retenerlo y obligarlo a embestir en una faena plena de intensidad por el compromiso y el valor demostrados por el torero. La estocada no fue perfecta y el animal se resistió a morir; y entonces se equivocó Marín, porque en lugar de descabellar decidió esperar, sonaron dos avisos y se esfumó la posibilidad de un trofeo. Nada pudo hacer ante su primero, tan manso como desfondado.

Y se supone que El Juli, que sustituía a Emilio de Justo, venía a por todas, pero se quedó a medio gas. Mató mal a su primero al que le hizo una faena salpicada de buenos detalles sin redondear en una labor compacta, al igual que le sucedió en el quinto, otro toro manso y noble, con el que estuvo bien, pero sin emocionar.

Brindó ese quinto a De Justo, presente en un burladero del callejón, quien recibió una gran ovación.


Alcurrucén/Morante, El Juli, Marín

Toros de Alcurrucén, desiguales de presentación, mansos, muy nobles y con escaso fondo; deslucido el primero y con buen son en el tercio final el cuarto. 

Morante de la Puebla: tres pinchazos, pinchazo hondo, media y dos descabellos (silencio); estocada tendida y caída y dos descabellos (oreja).

El Juli: pinchazo, casi entera caída y dos descabellos (ovación); pinchazo, media tendida, media tendida y caída, pinchazo, estocada y un descabello (silencio).

Ginés Marín: estocada trasera _aviso_ y dos descabellos (ovación); estocada caída _aviso_ _2º aviso_ (ovación).

Plaza de Las Ventas. 1 de junio. Corrida extraordinaria de Beneficencia. Vigesimoquinta de la Feria de San Isidro. Asistió el Rey Felipe VI desde el palco real, que fue recibido con una clamorosa ovación al finalizar la interpretación del himno nacional. Los tres espadas le brindaron sus primeros toros. Lleno de ‘no hay billetes. (22.964 espectadores, según la empresa).

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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