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¡Petardo…!

Una muy descastada y birriosa corrida de Juan Pedro Domecq desata la ira del público, que abarrotó la plaza

Morante de la Puebla, ante uno de sus toros.
Morante de la Puebla, ante uno de sus toros.Kiko Cuesta Efe
Antonio Lorca

Una muy descastada, desfondada y deslucida corrida de Juan Pedro Domecq colmó la paciencia del muy benevolente público de Madrid que abarrotó los tendidos para ver a tres figuras de arte y se llevó a su casa una de las grandes decepciones que imaginarse pueda. Las palmas de tango, los gritos de “fuera, fuera” o ‘toro, toro’ y un cartel en el tendido 7 que reclamaba “el toro de Madrid” protagonizaron una tarde para el olvido y también para la reflexión de todos los intervinientes en este espectáculo.

Juan Pedro Domecq lleva un año para enmarcar, de fracaso en fracaso, en Fallas, la Feria de Abril (dos tardes) y, ahora, en San Isidro, pero ahí sigue como uno de los hierros ganaderos más prestigiosos y exigidos por los toreros que están en lo más alto. La corrida de hoy es buena prueba de ello.

Toros desiguales de presentación, blandos de remos, irregulares en los caballos y absolutamente decepcionantes en el tercio final: apagado y triste el primero; moribundo el segundo; con la cara por las nubes y dificultoso el tercero; muerto en vida el cuarto; muy desigual el quinto, y aplomado el sexto. Seis toros que conformaron un petardo en toda regla.

El punto culminante de la tarde se alcanzó en la lidia del cuarto, que no tuvo la deferencia de embestir una sola vez a la muleta de Morante. Las protestas, los gritos y la bronca final se generalizaron, y los platos rotos se los llevó el torero, aunque no está claro si los improperios iban también dirigidos a la autoridad, el empresario, el ganadero y al taurinismo en general que han convertido este espectáculo en una descarada vergüenza.

Morante se presentó en la plaza montado en una jardinera y vestido con un traje azul y azabache, de cuya chaquetilla sobresalían dos pañuelos blancos, y un chaleco dorado; su mozo de espada iba calado con una gorrilla y le mojó la muleta con el típico botijo. Una imagen muy tradicional y castiza, como le gusta al torero sevillano, pero en el tema de los toros ha elegido para la ocasión los más modernos y desastrosos que pastan en el campo. Tanto es así que Morante pasó por Las Ventas como una sombra; un atisbo de verónica y media en el quite en su primero, y hasta ahí se pudo leer.

No tuvieron mejor suerte sus compañeros de cartel, Ortega y Aguado, dos jóvenes artistas que bien harían en reflexionar sobre su presente. El primero se salvó con el capote -cuatro verónicas templadísimas para recibir a su primero, un par de delantales en el quite, y otro por chicuelinas primorosas en el quinto-, pero dejó la impresión de que su nivel de ambición taurina está muy bajo. Debió apretar mucho más en su lote, especialmente ante el quinto, y no conformarse con detalles de unos ayudados iniciales y un par de derechazos.

Es el mismo caso de Pablo Aguado -brillante también en unas inspiradas chicuelinas en el quinto-; torpe, inseguro, desconfiado y muy por debajo de las escasas condiciones de su primero, y a merced de las deslucidas circunstancias del sexto.

Ambos dos necesitan una reunión de urgencia de sus respectivos consejos privados porque el crédito se agota, y se impone, a la vista está, un cambio de estrategia. Las buenas maneras y dos detalles con el capote no son suficientes para mantener una trayectoria de figura.

No es el caso de Juan Pedro, que a pesar de sus reiterados petardos, continua en primera línea, y algún toro saldrá a lo largo de la temporada que lo redima del desastre actual y la ganadería vuelva con todos los honores a la agenda de toreros y empresarios para el año que viene.

Domecq/Morante, Ortega, Aguado

Toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación, desiguales en varas, descastados, sosos, desfondados y muy deslucidos.

Morante de la Puebla: dos pinchazos, casi entera y un descabello (algunos pitos); dos pinchazos y media perpendicular (bronca).

Juan Ortega: pinchazo y casi entera caída (silencio); pinchazo y estocada caída (ovación).

Pablo Aguado: pinchazo, pinchazo hondo y tendido y dos descabellos (silencio); dos pinchazos, casi entera _aviso_ y un descabello (silencio).

Plaza de Las Ventas. 26 de mayo. Decimonovena corrida de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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