Paul Newman y Joanne Woodward, 50 años de amor y compromiso artístico
Ethan Hawke presenta en Cannes la serie ‘The Last Movie Stars’ sobre el medio siglo de vida en común de las dos estrellas, su pasión por la interpretación y sus problemas fuera de la pantalla
Hubo un tiempo en que no había dos estrellas más grandes que ellos. Paul Newman brillaba en Hollywood, y Joanne Woodward era reverenciada por sus compañeros de profesión. Han pasado décadas, aunque las siguientes generaciones no les han olvidado y prueba de ello es The Last Movie Stars, una serie documental de CNN Films y HBO Max que ha dirigido Ethan Hawke, y cuyos capítulos tercero y cuarto presentó ayer sábado al atardecer el mismo Hawke dentro de la sección Cannes Classics del festival francés.
La vida en común de Newman (Shaker Heights, Ohio, 1925 - West Port, Connecticut, 2008) y Woodward (Thomasville, Georgia, 92 años) no fue un camino de rosas; es más, el alcoholismo de Newman y alguna infidelidad estuvieron a punto de hacer zozobrar el matrimonio. Sin embargo, como explica la serie, se respetaron profesional y personalmente de tal manera que nunca hubo celos en los rodajes ni trampantojos sentimentales. De Newman salió la famosa sentencia “¿Para qué quiero comer una hamburguesa en la calle si en casa me espera un filete?”, que Woodward odiaba, como se oye en The Last Movie Stars: “Aparte de que soy vegetariana, cada vez que la oigo le pegaría”.
Para Hawke, según contaba en la sesión de gala de su serie en Cannes, “el amor de 50 años de Newman y Woodward es también el reflejo de medio siglo de gran cine. Tuvieron una carrera enorme. A ellos les importaba mucho su legado. Se amaron, se cuidaron y divirtieron y fueron premiados aquí como mejor actor y actriz. Este festival ocupó una parte gigantesca de su vida artística y, por ello, para nosotros significa mucho estar aquí”. Se conocieron en las clases del Actors Studio, donde, insistía enfáticamente Hawke, “tuvieron como compañeros a Marlon Brando, James Dean, Marilyn Monroe...”.
Hawke recordó la sentencia de Elia Kazan que aseguraba que si Brando fue el más grande, Newman fue el más trabajador. Y el actor confesó su primer recuerdo de Newman: “Mi historia personal con Newman arranca un extraño domingo. Ese día íbamos siempre a la iglesia, yo lo odiaba tanto como le gustaba a mi madrastra. Yo tenía diez años cuando un domingo ella se puso mala y de camino a la parroquia mi padre me preguntó si nos saltábamos la misa e íbamos al cine a ver una matinal de Dos hombres y un destino. Así fue”.
La serie ha nacido de un material excepcional. Al final de su vida, Newman decidió escribir unas memorias y para ello entrevistó a decenas de colegas y amigos. Durante el proceso de recopilación de material se arrepintió del libro y quemó las grabaciones, aunque se salvaron las transcripciones, que quedaron en manos de la familia. La hija más pequeña, Clea, contactó con Hawke y le dio acceso a todo el material. De ahí una de los aspectos más discutibles de la serie: esos textos los leen actores como George Clooney (pone voz a Newman), Laura Linney (Woodward), Zoe Kazan (Jackie Witte, la primera esposa de Newman) o Sam Rockwell (Stuart Rosenberg, el director de La leyenda del indomable y Un hombre de hoy). Como el montaje se realizó al inicio de la pandemia, Hawke charla con sus compañeros por Zoom, y eso desmerece visualmente el resultado.
En pantalla, la inmersión en la vida de la pareja revela la pulsión de ambos por ir más allá en lo artístico y la de Woodward por crear un auténtico hogar con los tres hijos del primer matrimonio de Newman (Scott, el mayor y único hombre, murió de sobredosis de drogas en 1978 con 28 años) y las tres hijas que tuvieron en común; Paul Newman explica en pantalla que probablemente en su lápida sus vástagos inscribirían “aquí yace un padre que debería de haber pasado más tiempo con sus hijos”. También hay espacio para que se describa su horrible relación con su madre, Theresa Gart, una mujer opresiva que no entendió que su hijo pequeño no se hiciera cargo de la tienda de material deportivo de su marido al fallecer este, y que a cambio se dedicara a una profesión que calificaba de “pornografía”.
Unas Navidades, en Nueva York, la progenitora dijo a Newman que entendía que le cayera mal a Woodward porque sabía que se había acostado con Gore Vidal. Newman abrió la puerta del coche, la obligó a que se bajara y no se hablaron en 15 años. De los sentimientos provocados por ese enfrentamiento, apunta Rosenberg, nace el demoledor momento en que el protagonista de La leyenda del indomable se entera de la muerte de su madre y canta en la barraca de la prisión Plastic Jesus con un banjo.
Por supuesto, en The Last Movie Stars también se habla de cine. Woodward fue la primera actriz en tener una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, aunque durante años su carrera fue eclipsada por el fulgor de su esposo. En los episodios proyectados en Cannes se subraya la importancia para Newman (medio judío) de aparecer en Éxodo. El director Martin Ritt habla de un actor muy exigente con los guiones, que sabía lo que decía: trabajó con él y con Woodward en El largo y cálido verano, y dirigió a Newman en Hud, el más salvaje entre mil y Un hombre. También se dibuja su relación con Robert Redford, de respeto y cariño. En pantalla, Newman confiesa en una vieja entrevista que fue Woodward quien pensó en Redford como coprotagonista de Dos hombres y un destino, y se alaba su interpretación de la partida de cartas, con el personaje de Newman aparentemente borracho al inicio de El golpe.
Aparece en esos capítulos el Newman director, al menos sus tres primeros filmes: Rachel, Rachel (1968), Casta invencible (1970) y El efecto del rayo gamma en las margaritas (1971). Con esta, Woodward ganó el premio a la mejor actriz en Cannes, festival que en 2013 usó el beso de ambos en Samantha (1963) —hicieron juntos 11 películas— para el cartel de esa edición.
El efecto del rayo gamma en las margaritas provocó tensión en el matrimonio, ya que Woodward odiaba aquel personaje y más aún que una de sus hijas en pantalla, decisión de Newman, la encarnara su propia hija Nell. Son años también de alcoholismo del actor, nacido del miedo y las dudas, y de ello hablan sin tapujos las hijas de la pareja. Por eso, el cuarto episodio se titula Pagando el precio. Hawke insiste en reivindicar a Woodward, casi desconocida para los cinéfilos actuales. No ha podido hablar con ella, ya que sufre alzhéimer.
Con los años Newman, demócrata, se fue involucrando más y más políticamente (sus hijas le definen más como un liberal, es decir, conservador en lo personal y más de izquierdas en lo social) hasta convertirse en el enemigo número 19 de Nixon —lo que le enorgullecía— y activista junto a Woodward en contra de la guerra de Vietnam, como quedó claro en su implicación en la campaña de Eugene McCarthy a las presidenciales de 1968. Y por eso aceptó Un hombre de hoy (WUSA), de Rosenberg, sobre el ascenso de un locutor de radio de ultraderecha. Un desastre de película, aunque como se escucha en pantalla, “si te vas a estrellar, estréllate a lo bestia”.
Anoche Hawke acabó su presentación con un gran mensaje: “Explorar a Woodward y Newman a través de su historia de amor ha resultado ser más gratificante de lo que imaginaba. Su trabajo interpretativo, su filantropía y sus vidas personales nos sirven como una especie de estrella polar, de guía para saber cómo puede ser una vida cargada de significado”.
Babelia
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