Un terremoto arqueológico hace temblar los muros del castro astur más destacado
Expertos y políticos se enfrentan por la restauración de un poblado amurallado en Asturias que fue destruido por un sismo en el siglo II
La culpa es de un término tan extraño como anastilosis, vocablo que define la técnica que permite reconstruir monumentos dañados o en ruinas. Para algunos expertos, resulta preferible dejarlos tal y como se encuentran y realizar solo labores de consolidación, restauración y divulgación, pero para otros es mejor acercarlos lo más posible a su aspecto original para que los visitantes se hagan una idea más exacta de lo que fueron. Y ahí reside el problema. ¿Qué se debe hacer con un castro astur sin igual que fue duramente dañado por un terremoto en el año 180? ¿Se vuelven a levantar los muros y se recrean sus estructuras o se mantienen las paredes inclinadas y derribadas sobre el terreno? La polémica, que afecta al castro del Chao de Samartín (Grandas de Salime, Asturias), hace temblar el mundo arqueológico regional, nacional e, incluso, internacional. Hasta Icomos, organismo asesor en temas de patrimonio de la Unesco, se ha manifestado al respecto.
Para Icomos, el Real Instituto de Estudios Asturianos, miembros del CSIC, del Instituto Arqueológico Alemán o de la Real Academia de la Historia se trata de una restauración “lesiva”, que provoca “daños irreversibles” y que pueden ocasionar “incluso la destrucción de partes esenciales de la información arqueológica”. Para el Consejo de Patrimonio Cultural del Principado de Asturias, para el Ministerio de Cultura, para el Ayuntamiento de Grandas y para los responsables del proyecto, todo se ajusta perfectamente al ideal de este tipo de restauraciones y a la legalidad más absoluta.
La controversia ha llegado al parlamento regional, donde Podemos Asturies ha acusado a la Consejería de Cultura, en manos del PSOE, de incumplir “sistemáticamente sus propias pautas en la redacción de este proyecto, recogidas en la Ley de Patrimonio”. Según el diputado Rafael Palacios, “se han vulnerado los estándares internacionales. El empecinamiento de la Administración solo encuentra explicación en la cuantía de una inversión [661.000 euros] que no solo no garantiza la conservación del yacimiento, sino que lo pone en riesgo y lo desvirtúa de manera irreparable”.
En un paisaje de ensueño, entre verdes montañas, robustas vacas pardas, arroyos límpidos y colinas redondeadas de bosques y prados, se alza el yacimiento de Chao Samartín, que se extiende un par de hectáreas sobre un otero del concejo de Grandas de Salime, en el municipio de Castro. Muy próximo a él, se alza un magnífico y recoleto museo donde se explica la evolución del poblado fortificado y se exponen los principales objetos hallados en él y en otros yacimientos de la comarca.
Fue en torno al siglo VIII a. C. cuando se fundó el recinto fortificado astur, que perduró hasta el siglo II, ya en época romana, momento en el que un movimiento sísmico lo destruyó. Y aquí comienzan las disensiones entre los expertos. Para unos, el terremoto resulta algo evidente, mientras que otros lo niegan con vehemencia. “No parece probable que el Chao fuese derribado por un sismo cuando otros castros cercanos no lo fueron”, deja caer Juan Ramón Muñiz, responsable arqueológico del controvertido proyecto de restauración del yacimiento. Sin embargo, para Ángel Villa, miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos y hasta 2014 director del yacimiento, la inexistencia de evidencias del seísmo en otros castros próximos “no implica que no se haya producido en el Chao, porque la configuración tectónica de la zona difumina los efectos a muy poca distancia. El terremoto tuvo que ser tremendo, porque desplomó todos los edificios de forma conjunta. Si no hay huellas en los otros es porque cuando se produjo el movimiento sísmico ya eran ruinas y no estaban habitados o no les afectó”.
En un plan inicial para recuperar el castro se proponía construir una pasarela por encima del yacimiento y emplear materiales modernos ―de acero a hormigón―, además de un centro de interpretación sobre los terrenos. “Todo ello sin valoración alguna de los elementos y espacios sobre los que se pretende actuar y su potencial devaluación como documento histórico”, asevera Ángel Villa.
Por ello, las denuncias volaron por los despachos, el Ministerio de Cultura intervino y el proyecto inicial se suavizó. El plan finalmente ejecutado, tras las modificaciones impuestas por el ministerio, no incluía ya pasarelas elevadas, pero sí enderezar algunos muros e introducir elementos como gavetas (cajones de malla metálica), recrear paredes o cubrir los suelos de grava. Además, el mortero empleado para unir las pizarras ha provocado grietas en las paredes del antiguo castro y habrá que reemplazarlo, ante el peligro que puedan desprenderse.
El yacimiento fue reabierto al público la pasada Semana Santa, pero no está finalizado, lo que se refleja en las obras que son visibles: muros recubiertos con materiales geotextiles ―para evitar que el agua de lluvia y los cambios de temperatura rompan más el mortero― o apuntalamientos ante el peligro de desplomes por unas excavaciones no terminadas. La reconstrucción también ha levantado la polémica porque para recrear la altura de algunas paredes, ante la falta de los materiales necesarios ―los habitantes de la comarca estuvieron durante siglos llevándose las piedras del castro para sus propias construcciones― se han fabricado unos cajones de malla metálica que intentan representar cómo eran. “Una auténtica vergüenza en estos tiempos”, mantiene el diputado Rafael Palacios. ”La Asociación de Restauradores-Conservadores de España y la Asociación Profesional de Arqueólogos, Conservadores y Museólogos de Asturies lo han tildado públicamente de inservible, inútil y dañino. Es vergonzoso que abran el yacimiento a la visita en condiciones lamentables, con la práctica totalidad de los muros tapados con geotextil”, opina.
El director general de Cultura y Patrimonio del Principado de Asturias, Pablo León Gasalla, recuerda que todo el proceso de reconstrucción se ha llevado a cabo “garantizando la conservación del yacimiento y con la mínima intervención posible y, por supuesto, con el visto bueno del Consejo de Patrimonio y del Ministerio de Cultura”. León Gasalla cree que la polémica ―en la que ha habido hasta denuncias por expolio― “tiene algo de personal, pero nosotros nos movemos por criterios técnicos”. Y añade: “Hay un encono por los investigadores que antes [en referencia a Villa] eran responsables del yacimiento”. En cuanto a por qué entidades tan representativas como Icomos hayan criticado la reconstrucción, el director general asevera que “muchas de las opiniones vertidas se han hecho sin haber visitado el yacimiento”.
Silvia Ollacarizqueta, la arquitecta que ha dirigido las obras, reconoce que se trata de un proyecto fundamentalmente arquitectónico, pero que se ajustó al informe del arqueólogo Sergio Ríos. “Tuvimos muchísimos controles. Debe de ser de la obra que más controles ha pasado. Es duro trabajar en estas condiciones”, se queja.
Ollacarizqueta admite que el mortero empleado para unir las pizarras “ha fallado”. “No sabemos por qué. Puede ser porque la mezcla estaba mal, porque se aplicó mal... Ahora lo estamos analizando y tendremos los resultados en dos meses”. En cuanto al apuntalamiento de la muralla afirma que “la ladera de la plaza es inestable y se puede terminar cayendo por la humedad o por otras razones. Estamos realizando un estudio del suelo y conoceremos las causas. En una segunda fase, habrá que arreglarlo”. Para la profesional de la arquitectura, la polémica proviene de un ataque del anterior equipo, que quería quedarse con los trabajos que ella ha ejecutado. “Afirman que no les consulté para llevar a cabo el proyecto y es verdad. No tenía por qué hacerlo tras ver los daños que había provocado ellos antes”.
Para Ángel Villa, el arqueólogo señalado, “lo único que se puede contrastar, tras visitar el yacimiento, es que la información de que se iban a producir daños irreparables es completamente cierta. Es un mar de grava, los elementos están ocultos. Ahora es un lugar de referencia sin igual para Asturias que resulta irreconocible”.
Babelia
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