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Cat Jarman, autora de un nuevo libro sobre los invasores escandinavos: “Putin no quiere a los vikingos en su historia de Rusia”

La arqueóloga subraya en ‘Los reyes del río’ que las mujeres eran una parte “muy activa” en la sociedad vikinga

Jacinto Antón
La arqueóloga Cat Jarman, que acaba de publicar 'Los reyes del río', un nuevo enfoque sobre la historia de los vikingos.
La arqueóloga Cat Jarman, que acaba de publicar 'Los reyes del río', un nuevo enfoque sobre la historia de los vikingos.Marta Pérez (EFE)

Los reyes del río (Ático de los libros, 2022), de la bioarqueóloga noruega Cat Jarman, ha sido saludado como un acontecimiento en el estudio sobre los vikingos no sólo por el mundo académico sino también por escritores literarios como William Dalrymple y nada menos que Bernard Cornwell, el autor que creó a Uhtred de Bebbanburg y en cuyas novelas se basa la serie televisiva El último reino. Jarman, que invita a mirar hacia el Este y no tanto hacia el Oeste, nos conduce en un fascinante viaje, intelectual y físico tras la pista de una pequeña cuenta de collar, una cornalina de Asia, hallada en una tumba vikinga en Inglaterra, siguiendo las rutas comerciales de los antiguos escandinavos hasta llegar a la India, desde Derby, en la antigua Mercia, hasta Khambat, en el estado de Gurayat.

En el camino, una buena parte a través de los ríos de Europa oriental por los que los vikingos llevaron sus naves (rutas del Volga y el Dniéper), la estudiosa traza una panorámica de la más reciente actualidad de la investigación sobre esos populares (bien, no mucho en su tiempo) guerreros, navegantes, comerciantes, piratas, invasores, aventureros e innovadores. Basándose sobre todo en la arqueología más avanzada y en los últimos descubrimientos, la científica escandinava (Oslo, 39 años) aborda temas como la actividad del Gran Ejército vikingo en Inglaterra, los estudios genéticos de los antiguos escandinavos, su demografía, los sacrificios humanos, el comercio de esclavos, las relaciones de los vikingos con el califato islámico, Bizancio y las rutas de la seda; los tesoros de monedas, la tecnología naval, la importancia de los campamentos de invierno (que parecerían “un cruce entre un campamento de migrantes y un festival de música tipo Glastonbury”) o la identidad de los rus y el polvorín político de la etnicidad vikinga, de Hitler a Putin.

Jarman aporta datos como que la elaboración de una típica vela de lana de un barco vikingo de 30 remos suponía la friolera de 1.300 días de trabajo ―tres años y medio, sin vacaciones―, que en la guerra vikinga las labores de inteligencia eran esenciales y los ataques se preparaban con la minuciosidad de atentados terroristas, y que las mujeres, como recalcó en una entrevista con este diario la semana pasada en Barcelona, “eran una parte muy activa de la sociedad vikinga”. Tras haber sido las grandes desconocidas, la arqueología nos las está devolviendo en todos sus papeles, hasta en el de poseedoras del poder militar. “Parece que ahora, en el siglo XXI, la mujer vikinga ha vuelto con ganas de venganza”, señala Jarman.

Enterramiento con unos 50 vikingos decapitados por los ingleses en el condado de Dorset.
Enterramiento con unos 50 vikingos decapitados por los ingleses en el condado de Dorset.Dorset County Council/Oxford Archaeology

También incluye en su libro curiosidades como los misteriosos halcones decapitados de los barcos de Salme, Estonia (donde se enterró a 34 guerreros en una rara fosa común naval); que una de las bases orientales principales de los vikingos coincidiera casi exactamente con las posiciones de la División Azul en el Vóljov y el lago Ilmen, o que una de las mujeres vikingas más fascinantes, la intrépida Freydis Eriksdóttir, hermana de Leif Erikson y que encarnada por la actriz sueca Frida Gustavsson es uno de los personajes de Valhalla, el spin off de la serie Vikingos, era una mujer de armas tomar “y nadie habría querido hacerla enfadar”. En una acción en Groenlandia, cuenta Jarman, se destapó uno de los pechos (estilo vikingo-Delacroix), se lo golpeó con la espada y emitió un grito de batalla fuerte y penetrante que hizo huir al enemigo.

“Es difícil decir hasta qué punto estaba institucionalizada la existencia de mujeres guerreras”, apunta Jarman, que tiene un aspecto muy escandinavo y los típicos ojos azul acero noruegos, sobre la discutida cuestión de las combatientes. “No hay duda de que algunas mujeres eran activas en el mundo militar más allá de los mitos y leyendas, luchaban y eran capaces de blandir una espada o un hacha, pero seguramente las guerreras eran muchas menos que en las series de televisión, donde el fenómeno se ha exagerado. Desde luego no había bandas ni ejércitos de mujeres vikingas. Pero algunas sí que tendrían la oportunidad y la capacidad de luchar con las armas en la mano. Más importante me parece remarcar que las mujeres eran una parte muy activa en la sociedad y que formaron parte del flujo migratorio que caracterizó la época vikinga”.

Sobre la polémica provocada entre otros por Neil Price (Vikingos, Ático de los Libros, 2020) al sugerir que la denominada “guerrera de Birka” (técnicamente Bj.582), a la que dedica espacio en su libro, fuese un individuo transgénero o con “roles de género no binario”, Jarman, muy al corriente del debate, advierte que “hay que tener cuidado con no ver en el pasado lo que queremos ver hoy”. Pero reconoce que el género y la identidad sexual vikingos “quizá no eran tan importantes para ellos” y mucho más fronterizos que ahora. “Era más importante el papel que hacías o tu actividad que el sexo biológico, pero eso no significa que podamos trasladar cuestiones como la identidad queer directamente al mundo vikingo. En las fuentes parece no existir nuestro binarismo de género y ser todo mucho más flexible, pero, insisto, aunque hay que estar abiertos, debemos ser muy cautos y no entrar en discusiones ideológicas”. Para la arqueóloga, que sectores feministas hayan convertido en icono a la guerrera de Birka y otros, en oposición, como una avanzada de lo trans y la identidad fluida no es bueno para la investigación objetiva. ¿Quién era, según ella, la guerrera de Birka? “No lo sabemos exactamente. Alguien con un estatus muy importante, enterrada con un ajuar muy rico que enfatizaba su papel militar. Se ha confirmado que era biológicamente una mujer, pero no hay pruebas anatómicas ―heridas o deformaciones producidas por el uso continuado del arco o la espada― de que luchara y usara las armas con que la enterraron”.

Espadas vikingas en el Museo Nacional de Irlanda (Dublín).
Espadas vikingas en el Museo Nacional de Irlanda (Dublín).

Otro tema espinoso ―”un campo de minas político”― que Jarman, que ha excavado en Vypovzyv, Ucrania, aborda en su libro es el de la identidad de los rus, los antecesores de los modernos rusos y creadores del Estado o Rus de Kiev del siglo IX. “El nacionalismo ruso ha negado tradicionalmente que los rus fueran vikingos. Para Putin es anatema un origen escandinavo que cuestionaría el relato de una unidad política y cultural eslava. En ese sentido, parece que volvemos al dogmatismo soviético que aborrecía de cualquier influencia vikinga en la política, la lengua o la religión primitivas de los rusos, cuando en general se acepta que muchos vikingos eran rus”.

Jarman, que señala que la arqueología rusa ha tratado de desvirtuar hallazgos, reconoce que es fácil comprender las reticencias a las conexiones vikingas cuando se recuerda que Hitler consideraba que de no ser por los vikingos los eslavos no habrían evolucionado de una existencia miserable y que la presencia escandinava justificaba una ocupación germánica. ¿Tienen algún papel los vikingos en la actual crisis de Ucrania? “En el tema vikingo siempre ha habido más libertad académica en Ucrania que en Rusia y en los últimos años se ha dado más apertura para estudiar los vínculos de los rus y los escandinavos, en el marco de un deseo de vínculos con el norte de Europa que inquieta en Rusia”. Reclamar una cierta identidad histórica escandinava podría alentar el deseo ucranio de entrar en la OTAN. Para la estudiosa, la identidad de los rus es mixta y no una ecuación clara. “Los rus son ambas cosas a la vez, una mezcla de gente que vino de Escandinavia y de pueblos eslavos; los vikingos se mezclaban muy rápido, es un peligro poner etiquetas rígidas a gente como ellos”.

En cuanto a las nuevas investigaciones que datan con precisión la llegada a América de los vikingos, Jarman dice que son datos muy interesantes y con “un potencial excitante”. Recuerda que el asentamiento vikingo en el continente es un gran desconocido y que duró muy poco tiempo. “No sabemos por qué no tuvo éxito y desconocemos qué tipo de relación hubo con los indígenas, puede que fuera sólo un contacto militar y los echaran”.

Jarman, que descubrió su vocación de niña visitando el museo de los barcos vikingos de Oslo, destaca que la arqueología está hoy complementando y corrigiendo de manera decisiva a las fuentes históricas que eran muy limitadas y poco objetivas en el caso de los vikingos. La estudiosa centra parte de su libro en la investigación de los centenares de muertos del campamento vikingo del siglo IX en Repton, en Derbyshire, incluido un guerrero (tumba 511) al que un hacha había rebanado la cadera, entre otras terribles heridas. Un colmillo de jabalí colocado entre las piernas compensaba (parcialmente) la pérdida de su virilidad.

Del movimiento de péndulo que hemos visto en los últimos años en el que los vikingos han pasado de piratas bárbaros y sanguinarios a hábiles y empáticos comerciantes, señala que la realidad es algo en el medio. “No creo que fueran más violentos que otras gentes de la época, lo que pasa es que ese rasgo se usaba como elemento de propaganda en su contra, especialmente por las fuentes anglosajonas. Ciertamente no eran adorables comerciantes y la violencia era un componente importante en su sociedad, con el que convivían; pero no era lo único ni lo más importante. Luego, y ese es otro tema, se ha romantizado esa violencia”.

A pesar de considerar que las series de televisión perpetúan algunos clichés (las bandas de mujeres guerreras o el pueblo de Kattegat, que es en realidad un estrecho), Jarman está a favor de ellas. “No tengo ningún problema, en general las veo muy positivas, ayudan a que un público muy amplio se interese por los vikingos y quiera saber más. Recientemente estuve dando una conferencia en Jaipur, donde no se estudia a los vikingos, y la gente acudió al reclamo de la serie de Netflix y el videojuego Assassin’s Creed Valhalla. Por supuesto, esas cosas no están hechas por académicos, pero creo que los especialistas tenemos una responsabilidad de colaborar en ellas como asesores y yo lo he hecho”.

La estudiosa, en todo caso, afirma que ella en su tiempo libre rehúye películas, series y novelas de vikingos. Sin embargo, Bernard Cornwell ha alabado su libro. “Es cierto, y le estoy muy agradecida. Lo conozco y estuvo excavando conmigo”. Será entonces Jarman más de Uhtred que de Ragnar, ¿no? “Quizá”, ríe la arqueóloga, “pero prefiero no tomar partido”.

'Vikingos: Valhalla'
Sam Corlett, Lujza Richter y Leo Suter, en el sexto capítulo de 'Vikingos: Valhalla'.Bernard Walsh/NETFLIX (BERNARD WALSH/NETFLIX)

Muchos investigadores actuales alaban la reconstrucción histórica y tratan de aprovechar la experiencia de los que la practican. ¿Qué opina Jarman? “No estoy de acuerdo con todo lo que se hace, pero es una parte importante para entender cómo funcionaban las cosas antiguas y el mecanismo de su construcción. Yo tengo una espada vikinga en casa, procuro que se vea en las videollamadas de Zoom”.

¿Saltaban los vikingos sobre los remos como hace Einar (Kirk Douglas) en Los vikingos de Richard Fleischer (1958)? “Al parecer sí, sale en las sagas”. ¿Y qué hay de la terrible Águila de sangre, la cruel ejecución abriendo la caja torácica y exponiendo los pulmones como dos alas sobre la espalda? “Se ha escrito incluso un estudio académico sobre el tema. Es posible que se hiciera, pero no hay pruebas, no hay evidencia arqueológica. De una agresión así quedaría rastro en los huesos. Una teoría es que quizá lo que se hacía era grabar un águila en la espalda”.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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