Cuando el castillo de Alfonso III dominaba la ría de Avilés
Un equipo multidisciplinar reconstruye digitalmente la fortaleza medieval de Gauzón, que defendió Asturias de los vikingos y donde se elaboró la Cruz de la Victoria en el 908
En agosto de 1977, la Cruz de la Victoria, el máximo símbolo de Asturias, fue sustraída de la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, donde se atesoraba desde el año 908. La policía consiguió recuperarla solo un mes después. El castillo de Gauzón (Castrillón, Asturias), la fortaleza donde los artesanos forjaron esa joya de valor incalculable y que sirvió para defender el Reino de Asturias de los ataques vikingos en los años 844 y 858, también ha sido rescatado, pero en esta ocasión gracias a las nuevas tecnologías. Los restos pétreos de la mole, que se alzan sobre el peñón de Raíces, un gran risco de la ría de Avilés, son actualmente solo un yacimiento arqueológico que cuesta reconocer como una antigua construcción fortificada medieval. Pero el reciente proyecto Reconstrucción virtual en 3D del castillo de Gauzón, de Alejandro García Álvarez-Busto, Iván Muñiz López y Noelia Fernández Calderón, de las Universidades de Oviedo y UNED, y Pablo Aparicio Resco, de la firma 3D Stoa-Patrimonio y Tecnología, revive ahora el aspecto de esta fortificación, “uno de los enclaves arqueológicos más importantes para el estudio de la Edad Media asturiana en general y del Reino de Asturias en particular”.
Fue el rey Alfonso III (866-910) quien ordenó levantar el castillo, que prácticamente desapareció en el siglo XIV como consecuencia de las llamadas guerras castellanas. Entre 1972 y 1977, el arqueólogo Vicente José González realizó las primeras excavaciones y localizó así algunas de las estructuras de su maltrecho recinto amurallado, sus dependencias e iglesia. Entre 2007 y 2020, nuevas investigaciones promovidas por el Ayuntamiento de Castrillón determinaron que los primeros en encaramarse militarmente al peñón de Raíces fueron los romanos, aunque no fue hasta aproximadamente el año 600 cuando se construyó un inicial asentamiento fortificado en el lugar. Entre los siglos VIII y X, se produjo una intensa actividad constructiva que acabó en la erección final de la fortaleza ahora revivida digitalmente. En el siglo XIV, llegó su “progresivo ocaso”, en favor de la cercana villa de Avilés, y en la segunda mitad de esa centuria empezó a ser desmantelada porque carecía de funciones militares claras.
Los expertos, por tanto, tuvieron que decidir qué periodo de construcción y ocupación recuperaban. Eligieron, “sin duda alguna, el correspondiente al Reino de Asturias”. “Fue en ese momento, en torno al 908, cuando adquiere su carácter monumental”, afirman los especialistas, “con sus componentes arquitectónicos más destacados: la puerta torreada, el taller metalúrgico, el palacio, la iglesia de San Salvador con su cementerio y el poblado de cabañas a sus pies. El año 908 es, por tanto, una fecha simbólica, que recuerda la elaboración de la Cruz de la Victoria en Gauzón y que cuadra la fotografía que supone la reconstrucción infográfica del sitio”.
El castillo se levantaba sobre un promontorio acantilado de 38 metros de altitud adelantado a modo de tómbolo respecto a la línea de costa y que en época medieval se encontraba rodeado de un manto de agua, dunas y marismas. Topográficamente se subdivide en dos plataformas: la superior, una acrópolis de 1.500 metros cuadrados, y un espolón amesetado de otros 1.000. A sus pies, hacia el nordeste, una explanada de unos 4.000 metros cuadrados envuelta por un gran talud.
Toda la plataforma superior estaba protegida por un recinto defensivo, con una única entrada en el costado oriental. A finales del siglo IX, se la dotó de dos grandes torres de planta rectangular que se adosaron a la muralla que flanqueaba la entrada con una boca muy estrecha, “una transformación poliorcética y militar de la fortificación, pero también una reforma con un afán monumental que supera la mera necesidad defensiva y participa de un programa ideológico y propagandístico de los últimos reyes astures”, se lee en el estudio, publicado en el último número de la revista Virtual Archaeology Review.
El artículo sostiene, además, que la nueva entrada fortificada al castillo, con sus rotundas torres de flanqueo, adquiere una entidad arquitectónica de tal magnitud que se puede equiparar con los ejemplos coetáneos más destacados de puertas monumentales, como la del castillo emiral de Alcalá de Henares, las alcazabas de Mérida o Trujillo o el imperial carolingio de Christenberg, en Hesse (Alemania).
El conjunto, en definitiva, señalan los autores, “es la imagen arqueológica más certera de los ambientes palatinos de los reyes asturianos”, que incluían una gran sala, un baño adosado a un lateral, un gran pórtico, un corredor cubierto en una fachada principal y una tercera estancia de la que se desconoce su uso. Todo acompañado por la cercana iglesia de San Salvador, “la construcción más alabada por los cronistas medievales, de la que destacan su hermosa fábrica, el uso de mármoles y su construcción por parte de Alfonso III”.
Para reconstruir el aspecto de la fortaleza, los especialistas han comparado los restos arqueológicos excavados en Castrillón con los de diversas fortificaciones coetáneas, como la de Tudela, en Oviedo, Covarrubias o la portuguesa de Trancoso. Además, se han analizado las imágenes de manuscritos mozárabes como el Beato de Urgel o el Códice Emilianense, “si bien sus miniaturas han de ser tratadas con extremada prudencia, al responder a arquetipos representativos y lugares comunes, aun proporcionando cierta información acerca de algunas de las soluciones adoptadas en las puertas y los recintos fortificados”, indican Iván Muñiz y Alejandro García, directores de las excavaciones arqueológicas.
Los estudios paleoambientales del entorno de la fortificación han determinado, además, que el paisaje que lo rodea ha sufrido una “profunda transformación desde época medieval hasta nuestros días”, como la costa, que ahora se sitúa a 700 metros de distancia, pero que en la Edad Media se encontraba en primera línea. “En este sentido, resulta verdaderamente elocuente el plano de la bocana de la ría de Avilés levantado en 1786, donde se puede apreciar cómo durante las pleamares el agua aún llegaba a los pies del castillo, aflorando en su descenso una extensa superficie de marismas y dunas”, recuerda Aparicio-Resco.
En definitiva, dicen los redactores del estudio, “en la actualidad, la arqueología no responde afortunadamente ya a aquellos anticuados criterios por los cuales un vehemente erudito comandaba un ejército de peones, pala en mano, dirigidos al son de sus exclusivos discernimientos intelectuales”. Y concluyen: “Más bien al contrario, la elaboración del documento arqueológico se sustenta necesariamente en el trabajo multidisciplinar de equipos integrados por especialistas de numerosas disciplinas que convergen en el análisis del pasado: arqueólogos, historiadores, conservadores, arquitectos, topógrafos, geólogos, palinólogos, químicos, físicos, paleontólogos o infógrafos”. Solo con su trabajo en equipo se puede devolver a la vida lo que ahora es solo un yacimiento arqueológico.
Babelia
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