_
_
_
_
Ofensiva de Rusia en Ucrania
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La nación triste

Un país es similar a un matrimonio: funciona si existen intimidad y planes de futuro. El amor se puede alimentar del ayer, pero vive del mañana

Vladímir Putin, el viernes en el acto en Moscú para celebrar el octavo aniversario de la anexión rusa de Crimea.
Vladímir Putin, el viernes en el acto en Moscú para celebrar el octavo aniversario de la anexión rusa de Crimea.DPA vía Europa Press (Europa Press)
Víctor Lapuente

Una nación es como un matrimonio: funciona si hay intimidad y planes de futuro. Una pareja romántica es estable si intima psicológicamente y planifica la vida conjuntamente. Los hijos, recuerdos, hipotecas y ahorros en común pesan, pero son irrelevantes sin proximidad emocional ni proyectos venideros. El amor se puede alimentar del ayer, pero vive del mañana.

Para un país, el porvenir también cuenta más que el pretérito. El camino andado, aunque sea tan glorioso como el de Rusia, importa menos que la senda por delante, aunque esté tan bombardeada como la de Ucrania. La nación rusa, una de las más antiguas del mundo, se está agrietando, con una población desencantada, avergonzada y temerosa. Antes de la guerra, un 20% de sus habitantes, y la mitad de los jóvenes, deseaban abandonar el país. Hoy deben de ser aún más.

Al contrario, Ucrania, uno de los Estados más jóvenes del mundo, se está cohesionando, porque su sentimiento nacional es prospectivo. Se basa en lo que quieren construir: una sociedad libre y democrática. No les interesa el vikingo que tomó Kiev en el siglo IX para fundar un reino legendario, sino los vikingos que asaltan sus playas en verano. El patriotismo ucranio no emerge de una cultura o un idioma definido. Muchos ciudadanos cuya primera lengua es el ruso, y no el ucranio, como el propio presidente Zelenski, han liderado el proceso de construcción de una nación cívica desde los años noventa. Pues nada une más que luchar por un futuro de prosperidad.

En contraste, el nacionalismo de Putin es retrospectivo. Su Rusia se forja sobre el molde de la historia. No ataca Ucrania como reacción a la ampliación de la OTAN cerca de sus fronteras, como se repite tanto estos días. Si Polonia o los países bálticos no pertenecieran a la Alianza Atlántica, los tanques rusos no sitiarían sólo Kiev, sino también Varsovia o Tallin. Como apunta el biógrafo de Stalin Stephen Kotkin, la agresividad de Putin es una mera continuación del imperialismo, asimismo militarista, autocrático y represivo, de la Rusia del siglo XIX. Una lógica exitosa entonces: desde los tiempos de Iván el Terrible (1530-1584), el país se expandió a un ritmo medio de 130 kilómetros cuadrados al día. Pero es un método agotado desde 1945; después prácticamente ningún país ha anexionado territorio alguno. Gane o pierda, la Rusia de Putin es una nación vieja y triste. @VictorLapuente

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_