De quién es la guerra
Esta guerra en Ucrania es también ‘nuestra’ guerra, es la guerra de Europa y contra Europa: no la poseemos, pero desde luego nos tiene en sus manos
La posesión es muy difícil de manejar en la vida real. También en la lengua. Hablamos de mi cama o nuestro sofá como nuestras posesiones, sin embargo, nuestros hijos o mi madre, entidades con vida propia, no lo son aunque los acompañamos de ese mismo elemento mi o nuestro que la gramática llama “posesivos”. Los posesivos pueden incluir todo tipo de relaciones de pertenencia amplia: si hablo de mi cuadro puede ser porque lo tengo en mi casa, porque lo he pintado yo o porque en él salgo retratada. De la misma forma, la noción de posesión puede expresarse con elementos que en la gramática no son posesivos. La mesa de Joaquín, sin posesivo, con de expresando la pertenencia, puede ser propiedad de él, quizá la haya fabricado con sus manos o tal vez sea suya porque, aun sin él saberlo, está dedicada a su persona.
¿De quién es la guerra que arde ahora en el este europeo? Si decimos la guerra de Ucrania, lo más objetivo e incuestionable que estamos señalando es que es una guerra en Ucrania: muertos, bombas y masacres no salen de ese país. Pero esta no es exactamente una guerra propiedad de Ucrania. Aristóteles (qué necesaria la filosofía en este tiempo, qué serenidad es haber tenido esas brújulas formativas para entender este mar de ética en tormenta) nos enseñó a distinguir entre cuatro tipos de causa, entre ellas, la causa eficiente (quién) o la causa final (para qué). Si buscamos la causa eficiente de la guerra, es decir, el agente que la ha iniciado, estamos ante la guerra de Rusia en Ucrania; es Rusia la propietaria de la guerra, en su mano está que haya paz. Si pensamos en la causa final, en la razón que la motiva, esta es la guerra por el gas, por la salida al mar, por un imperialismo ruso disparatado y trasnochado que pretende despojar a sus países vecinos de la posibilidad de elegir cómo quieren vivir y en qué espejo quieren mirarse. Esos son los propósitos que han guiado esta invasión. Tampoco en ese sentido esta guerra es de Ucrania ni por Ucrania.
Quizás de un modo ingenuo, desde hace décadas hemos percibido como cosa lejana e improbable la repetición en el territorio europeo de una guerra de este tipo, que reduce a escombros un país invocando el fantasma de un conflicto global. Pensábamos que Europa había aprendido la lección impartida sangrientamente en el siglo XX y sentíamos que el respeto a la soberanía nacional y a la población civil constituía un límite infranqueable que ya no veríamos sobrepasado en nuestro continente. Pero resulta que nuestra manera de vivir no depende solo de nosotros, no nos pertenece del todo, la posesión es laxa. Somos más frágiles de lo que pensábamos y nos resentimos con las decisiones y las agresiones que pertenecen a otros.
Por eso, si atendemos a la cuestión de a quién afecta lo que está pasando, esta no es solo la guerra de Ucrania, también es una guerra de Europa, dedicada a Europa porque ataca frontalmente lo que Europa representa. Esta guerra en Ucrania es también nuestra guerra, es la guerra de Europa y contra Europa: no la poseemos, pero desde luego nos tiene en sus manos.
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