De Manolo García a Camela: el festival de cine de Málaga arranca con una gala para 2.400 personas
El certamen empieza su edición del 25º aniversario con mucha música, una lección magistral de Miguel Rellán y el recuerdo a las víctimas de la guerra de Ucrania
Si se cumplen 25 años, hay que celebrarlo con gran fiesta. Y para ello, el teatro Cervantes, el recinto habitual donde el festival de cine de Málaga realiza sus galas, se quedaba pequeño. Así que al igual que en la primera edición de los premios Goya en la ciudad andaluza (en 2020; la siguiente, también desarrollada allí, fue la del confinamiento), la organización del certamen decidió arrancar la cita en el pabellón José María Martín Carpena, con capacidad para 7.000 personas. Al poner el escenario en la mitad, hubo sitio para 2.400 espectadores. Eso sí: llenaron, porque había muchas ganas de fiesta y de alfombra roja. Si fuera hasta unas 200 personas jaleaban a quien desfilara por la alfombra roja, dentro la mayor parte del público se hizo fotos ante una gigantesca pantalla en la que se fueron sucediendo los vídeos de presentación y la retransmisión en directo de los conciertos. Curiosamente, en la alfombra roja la estrella más reclamada, fotografiada y mediática no fue española, sino Kerem Bürsin, al que las fans le gritaban: “¡El turco! ¡El turco!”. Bürsin es el protagonista de la telenovela Love Is In The Air.
En lo musical, la gala fue ecléctica. Y vista la reacción de los espectadores, acertada en esa mezcolanza que en algunos momentos sonó demasiado variada, sin amalgamar el guion entre lo narrado por los presentadores (los actores Pepón Nieto y Noemí Ruiz y la periodista Carmen Bermejo). Arrancó con dos canciones de Manolo García, hubo danza y música con el chelo de Antonio Peula (de 14 años) y el cuerpo de Belén Bouzas, mientras a sus espaldas se proyectaban imágenes de la guerra de Ucrania y de manifestaciones en contra de Vladímir Putin que protagonizaron un espectáculo mágico que sirvió para denunciar la invasión rusa, cantó Pol Granch —músico y actor de Élite—, actuaron Guitarricadelafuente y Raül Refree en una muy personal versión de Malagueña salerosa, y Camela cerró la gala. Y, a tenor del ambiente con que fueron recibidas desde la grada, todos estuvieron acertados.
Al ritmo de casi un premio de honor por día que hay en el festival de Málaga, en la inauguración ―en la que estuvieron las autoridades pertinentes, encabezadas por el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, y el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, junto a cineastas y actores, entre ellos el Biznaga de Honor de la presente edición, Carlos Saura— el actor Miguel Rellán recibió la Biznaga Ciudad del Paraíso. Ese fue el momento de la noche. El entregador fue David Serrano, que le ha dirigido en teatro de varias ocasiones y que le pidió hace poco que fuera el padrino de su hija recién nacida.
Serrano celebró el inmenso currículo y la bonhomía de Rellán. Y el intérprete estuvo a la altura. Si en un vídeo sobre su carrera hablaba de Fernando Fernán Gómez y de una reflexión que le apuntó un día Iñaki Gabilondo —que le explicó que los cirujanos, los periodistas y los actores son iguales: no importa si están bien o mal, o lo que les cueste hacer su labor, lo importante son los pacientes, los lectores y el público—, en el escenario Rellán confesó: “Hace unos días vi a mi querido Luis Tosar hablando con otros ineptos principiantes, como Javier Bardem, Eduard Fernández y Javier Gutiérrez, sobre el síndrome del impostor. Y yo lo tengo, porque cuando me dan un premio o me hacen buenas críticas siempre pienso: ‘Se la he vuelto a colar. Aunque seguro que a la próxima me pillan”. Y se disculpó con la Biznaga en la mano: “Muchísimas gracias por permitirme creérmelo unos días más”.
La gala acabó con la proyección de Código emperador, de Jorge Coira, con la presencia de su equipo encabezado por Luis Tosar, que en el escenario espetó: “Hay que contagiarse de la maravillosa enfermedad de volver a las salas, a ser posible no como el coronavirus”. Y en un tono más serio, recordó a las víctimas de la guerra de Ucrania: “Ellos sí que lo están pasando mal. Nosotros somos unos privilegiados”.
Desde la ceremonia se insistió mucho en la idea de una gran familia del cine español, de Málaga como lugar de encuentro de todos ellos. Si eso se vivió en el patio de butacas, mucho más intensa fue esa sensación en la fiesta posterior, con una curiosa mezcla de industria y talento en la que se entrecruzaban charlas sobre la apatía del público en su asistencia a las salas, la todopoderosa capacidad de las plataformas de crear contenido y la necesidad de cariño y abrazos sin mascarilla. Y sí, Bürsin también estaba allí.
Babelia
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