Misterios, incógnitas y rarezas del abono de la Feria de Abril
El empresario Ramón Valencia presenta un largo y arriesgado ciclo taurino a pesar de sus augurios pesimistas para 2022
El pasado 6 de septiembre, el empresario de La Maestranza, Ramón Valencia, se reunió con un grupo de periodistas para analizar la situación de la fiesta de los toros en Sevilla, y dijo textualmente que la Feria de Abril de 2022 “deberá quedar reducida a poco más de una semana de toros”; y añadió que “esto [el negocio taurino] tiene que ir a menos porque tantas corridas no se sostienen económicamente”.
Pero no se detuvo ahí e insistió en que la disminución de espectáculos deberá afectar a las plazas importantes “por el bien del toreo”; y se mostró convencido de que “en 2022, con el cien por cien del aforo, ni de locos se llenará la plaza de Sevilla”. “Y lo mantengo”, insistió, “porque soy empresario, soy una persona razonable y conozco cómo se mueve la economía”. “El año que viene será problemático”, concluyó.
Valencia parece un hombre sensato, conocedor del paño, taurino experimentado, comedido y prudente en sus apreciaciones, pero lo que dijo en septiembre se ha desmoronado de forma estrepitosa; y la situación, ni la económica ni la taurina (sí la sanitaria), no ha cambiado sustancialmente, pero sí su criterio y su planteamiento empresarial.
Si el empresario mantiene sus afirmaciones del mes de septiembre no se entiende el abono que presentó el pasado miércoles. Hay que remontarse a 2016 para encontrar una temporada con 16 corridas, el mismo número que en 2022; 15 se programaron en 2017, 18, 19 y 20, y 11 corridas en 2021.
Algo grave sucede con el ausente Paco Ureña, y ni el empresario de Sevilla ni el sistema lo aclaran
No se entiende. O se equivocó en septiembre o considera que la fiesta de los toros se ha revitalizado en la medida en que disminuyen las restricciones sanitarias y se mantiene la crisis económica.
Un misterio, sin duda, pero este programa es más propio de una época de bonanza que de incertidumbre en tantos aspectos de la vida taurina. No obstante, habrá que confiar en los conocimientos de Ramón Valencia por su bien y el de la fiesta. Ojalá la plaza sevillana se llene muchas tardes y que aquellos negros vaticinios de septiembre solo fueran consecuencia de un desánimo pasajero.
Pero no deja de ser algo extraño.
Otro enigma que incluye una incógnita es la ausencia de Paco Ureña. La justificación que ofreció el empresario (“no hemos hablado con él porque lo que le podíamos ofrecer no era lo que el torero tal vez merecía”) no tiene nombre. Algo grave pasa con este torero y nadie aclara. No se le podrá negar que es uno de los grandes, y así lo ha demostrado en las plazas más importantes, incluida La Maestranza. Pero dice el empresario que no ha encontrado un hueco para él, lo que significa que lo considera un torero intrascendente. Y se equivoca Valencia, además de adoptar una actitud impropia de su categoría personal y empresarial. Un torero rechazado merece una respuesta más seria y valiente; y una figura, con más motivo. Las palabras del empresario son una falta de respeto a Ureña, a los aficionados y al toreo. A Sevilla nunca Ureña ha acudido como se merece. Algo pasa con este torero y ni Ramón Valencia ni el sistema lo aclaran.
La última vez que Diego Ventura hizo el paseíllo en Sevilla fue en 2017. ¿Cómo es posible que desde entonces no haya sido posible el acuerdo entre la empresa Pagés y el rejoneador? No se entiende. La responsabilidad será de ambos, pero pierde la afición, porque no en vano Ventura es uno de los grandes, si no el más sobresaliente de los toreros a caballo de la actualidad.
¿Y Alejandro Talavante? Dice Ramón Valencia, y será verdad, que ha preferido no acudir a Sevilla en abril. Lo de este torero también tiene delito; un personaje veleidoso, escondido durante la pandemia, que se cierra las puertas de La Maestranza con excusas banales, propias de quien considera que la tauromaquia está al servicio de su supuesta genialidad. Lamentable.
Tres corridas para el hierro de Juan Pedro Domecq, dos para los Hnos. García Jiménez (Matilla) y otras dos para Victoriano del Río. ¿No es un exceso aunque lo exijan las figuras? ¿No cuenta el gusto diverso de los aficionados? ¿Por qué guarda silencio la Unión de Criadores de Toros de Lidia, (que pregunta más ingenua…), que no está reñido el libre mercado con la defensa de los intereses del colectivo?
Muy bien se debe mover en los despachos Juan José Padilla para conseguir una alternativa de lujo para el novillero Manuel Perera (sábado de farolillos, con Morante y El Juli en el cartel); ojalá tenga suerte.
Lamentables son las exigencias ganaderas con la excesiva repetición de hierros toreristas
Y que le acompañe la fortuna a Manuel Escribano, que se encerrará en solitario, a cara o cruz, con seis miuras, y que supone a la postre la única innovación del abono. ¡Cuidado, porque una tarde en blanco le puede pasar una dolorosa factura!
Y una rareza final: los empresarios -el de Sevilla y todos los demás- hacen lo que quieren, o lo que les demanda el sistema, porque los aficionados no hacen lo que deben. Tanto deben preocupar tanto los manejos de los que dirigen el negocio taurino como el silencio de los que pasan por taquilla.
Ramón Valencia ha lanzado un órdago contra sí mismo contradiciendo su propio pensamiento y las normas básicas de la buena gestión empresarial. Una crisis, dicen los que saben, es una oportunidad para la creatividad y la innovación, y estos carteles están confeccionados con los mismos mimbres de siempre, toreristas, y alrededor del que ya muchos consideran exageradamente el salvador de la fiesta de los toros. (Ojalá Morante no sufra ningún contratiempo personal ni profesional, porque si así fuera se hunde la feria de Sevilla y la temporada al completo).
Y ahí está la frase lapidaria que se le atribuye a Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo…”
La respuesta, a partir del 17 de abril.
Síguenos en Twitter
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.