Manuel Escribano, el pundonor por bandera y dos toros para la historia de un torero
Triunfador en la reciente Feria de San Miguel, el diestro atesora una honesta trayectoria y es un ejemplo de superación
Manuel Escribano (Gerena, Sevilla, 1984) es otro torero que lleva a sus espaldas una historia de película. Otro ejemplo, uno más, de resiliencia, de una capacidad sobrehumana para superar situaciones adversas.
Cuando se le pide que califique con pocas palabras su trayectoria taurina, no lo duda: el pundonor. Y lo explica así:
“Por suerte o por desgracia, lo he vivido todo en el toreo, el triunfo, la tragedia y el ostracismo; y esto último es lo más duro. Que no cuenten contigo ni para un tentadero es el colmo de la soledad para un torero”. “Creo que he merecido un mayor reconocimiento, pero no me preocupa en exceso”, continúa. “Yo sé mejor que nadie los momentos que he vivido y los que he sido capaz de superar. Con ese orgullo propio me quedo”
Es verdad que su carrera ha sido dura, tiene el cuerpo cosido a cornadas, algunas muy graves, y ha alcanzado sonados triunfos de los que, quizá, no ha podido extraer todo el jugo apetecido, pero no destila desencanto.
“Me siento satisfecho por todo lo que he realizado; soy consciente de que debo pulir muchos defectos, lo sé y busco la solución”.
Manuel Escribano ha cumplido este año 17 temporadas como matador de toros. En la Feria de Abril de 2013, gracias a un recoveco del destino, se encontró con Datilero, un ejemplar de Miura con el que despegó su carrera; y tres años más tarde, en abril de 2016, le tocó en suerte Cobradiezmos, un victorino que recibió el honor del indulto en la plaza sevillana. Pero en ambas ocasiones, cuando pretendía saborear las mieles del éxito, otros toros lo hirieron de extrema gravedad y rompieron los sueños del torero.
“Por suerte o por desgracia, lo he vivido todo en el toreo, el triunfo, la tragedia y el ostracismo”
Repuesto de esos y otros serios contratiempos, ha forjado una carrera honesta, valerosa y muy respetable. Mantiene su alto crédito en Madrid, y ha sido uno de los triunfadores de la reciente Feria de San Miguel de Sevilla, en la que paseó dos orejas de otro toro de Miura.
Por todo ello, por su esforzada trayectoria, producto de una vocación ilimitada, merece un detenido repaso.
Manuel Escribano nació en un pueblo cercano a Sevilla, pero debutó sin picadores en Francia, y en Venezuela con los del castoreño. En 2001, fue el triunfador del ciclo de novilladas de promoción celebrado en La Maestranza, y ocupó un lugar relevante en el escalafón durante las dos temporadas previas a la alternativa.
Recibió el título de matador de toros en 2004 en la plaza de Aranjuez, y, a partir de entonces, su carrera entró en una larga y profunda etapa de oscuridad que el torero no olvidará nunca.
“Ese tiempo ha sido el más duro de mi vida”, comenta. “Fue muy largo, hasta 2011, quería torear, entrenaba, no tuve ni una sola contratación, y te planteas qué quieres hacer con tu vida. Ahora me alegro de que no me desvié de mi camino, de que preferí aguantar y vivir del toreo aunque no tuviera nada…”
Venezuela, donde su padre, veterinario de toros bravos, había sido empresario taurino, le abrió las puertas de ferias importantes; y la aparición en su vida de Manolo Campuzano, —hermano de los toreros Tomás y José Antonio—, que trabajaba con empresarios modestos, le permitió vestirse de luces varias tardes al año.
Y el viernes 19 de abril de 2013, El Juli sufre una grave cogida en la Feria de Abril y queda libre su puesto en la corrida de Miura anunciada para dos días después.
“No había muchos toreros que pudieran sustituir a El Juli”, comenta Escribano. “Yo estaba en la plaza esa tarde, y a la salida vi a Ramón Valencia, uno de los empresarios, me acerqué a él y simplemente le dije: ‘Aquí estoy’. Mis apoderados de entonces, Roberto Piles y Fernández Meca, y un grupo de amigos comenzaron a ‘machacar’ a la empresa, y el sábado por la mañana recibí la mejor noticia posible”.
Después de una espera de varios años, el sueño se hacía realidad: debutar en la Feria de Abril. “Ese sábado fue uno de los días más bonitos de mi vida”, dice el torero.
El domingo salió Datilero, el toro al que le cortó las dos orejas, y le cambió la existencia.
“El problema no es que te cojan los toros, sino la gravedad de las heridas y el tiempo de recuperación”
Erigido en un torero interesante en todas las ferias, el 13 de abril de 2016 estaba anunciado en la corrida de Victorino Martín. Esa tarde saltó al ruedo sevillano el toro Cobradiezmos, protagonista de una jornada inolvidable.
“Después de la primera tanda con la mano derecha, cuando el público ya había visto cómo embestía el toro y sonaba la música, iba yo andando hacia el toro, y pensé: ‘Manolo, como no lo cuajes, acaba tu carrera’.
Manuel Escribano lo cuajó, paseó las dos orejas simbólicas del bravo toro indultado, y palpó en sus carnes el significado del prestigio, la credibilidad y la consolidación de un torero.
Pero poco pudo disfrutar de los triunfos conseguidos con Datilero y Cobradiezmos. El 8 de septiembre de 2013, un toro le desgarró la vena ilíaca en la localidad abulense de Sotillos de la Adrada, y Escribano estuvo a punto de morir; y el 25 de junio de 2016, dos meses después del rotundo éxito sevillano, un ejemplar de Adolfo Martín le arrancó en Alicante la vena femoral y la safena interna.
“El problema no es que te cojan los toros, sino la gravedad de las heridas. En mi caso, aparte de estar cerca de la muerte y vivir momentos muy dolorosos carnalmente, lo peor ha sido el largo tiempo que he debido dedicar a la rehabilitación y que he estado fuera de los ruedos”.
Manuel Escribano explica que aún padece secuelas de la cogida de Alicante: “Carezco de sensibilidad de la rodilla para abajo en la pierna derecha, y no puedo mover los dedos del pie hacia abajo. Pero toreo gracias a la rehabilitación y al esfuerzo constante”.
Pregunta. Y las dos cogidas llegaron en los momentos más inoportunos…
Respuesta. “Después del triunfo con Datilero y el indulto de Cobradiezmos yo me comía el mundo y disfrutaba de momentos sublimes, pero otros toros me pararon en seco…”
P. ¿Le quedan metas por conseguir?
R. “Muchas. Espero, primero, que mi carrera sea larga, todo el tiempo que mi cuerpo y mi mente me permitan. Y quiero ser mejor torero, una meta fundamental por la que lucho cada día”.
Síguenos en Twitter
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.