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Feria de la Hogueras de San Juan

Escribano, triunfo y grave cornada que arranca las venas femoral y safena

El torero sevillano resultó herido en el triángulo de scarpa y en los testículos al entrar a matar

El diestro Manuel Escribano trasladado por su cuadrilla a la enfermería tras ser corneado por su segundo toro.
El diestro Manuel Escribano trasladado por su cuadrilla a la enfermería tras ser corneado por su segundo toro.Manuel Lorenzo (EFE)

Cuando más y mejor, y más seguro, estaba Escribano, llegó el drama. Fue en el cuarto, al entrar a matar. El torero se perfiló, entró con ganas y dejó el acero enterrado. Pero a cambio sufrió una cornada. Inerte en la arena, lo recogieron y lo trasladaron a la enfermería. El rastro de sangre que dejó el sevillano dejaba claro que iba herido de gravedad.

Pasadas las once de la noche, el equipo médico emitió el siguiente parte: “Herida por asta de toro en Triángulo de Scarpa de 12-14 cm. de profundidad que produce arrancamiento completo de vena femoral y de safena interna. Presenta asimismo evisceración de testículo izquierdo con pérdida de superficie escrotal. Cuadro hemorrágico severo con shock hipovolémico. Pronóstico: Muy grave. Firmado: Dr. José Mª Reyes Gomis”.

A ese cuarto toro Escribano quiso recibirlo a portagayola, pero el toro no hizo caso y se salió de la vía. Mas el torero no renunció al alarde y, ya en el tercio, recetó tres largas de rodillas. Tres pares, tres, puso. El tercero con cite de rodillas y al quiebro. Y los tres en todo lo alto. El de Adolfo no pareció ser toro de renuncio, y Escribano preparó su arsenal para ir a por todas. La faena tuvo la impronta de la seguridad de un torero en forma y buen momento. El toro, noble por fuera, dejó que Escribano campara libre de prejuicios. No fue labor ligada, porque el toro no era pronto, pero tuvo la virtud de que cuando enganchaba el muletazo salía largo. Sobraron, quizás, los paseos tan largos que dio entre tanda y tanda. Y también, quizás, pasarse de faena. Otra larga labor. A la hora de matar, el toro esperó y prendió de lleno a un Escribano que había firmado una tarde muy seria.

Martín / Escribano, Palazón, Ureña

Toros de Adolfo Martín, bien presentados; de buen juego primero, segundo y cuarto, complicado el tercero y reservones y con peligro los dos cinqueños que cerraron.

Manuel Escribano: estocada algo trasera -aviso- (oreja); -aviso- estocada saliendo cogido. Palazón acabó con dos descabellos (oreja y fuerte petición de la segunda).

Francisco José Palazón: pinchazo -aviso- tres más -2º aviso- y ocho descabellos -3º aviso-, devuelto el toro al corral; entera pasada (saludos).

Paco Ureña: estocada trasera (oreja); metisaca, pinchazo y estocada (ovación).

Plaza de Alicante. 25 de junio. Cuarta corrida de Hogueras. Casi lleno.

Al toro primero lo saludaron con una gran ovación. Hermoso animal. Un cárdeno largo, bien armado sin exagerar. Una pintura. Fue un buen toro. Con las reservas propias de la casa, pero de los que tratado con firmeza tienen partida. Y la tuvo en las manos de un Escribano muy seguro y con las ideas claras. Las dudas se pagan con este tipo de toro, pero el sevillano se plantó con la decisión de quien se sabe con autoridad. Le aguantó alguna mirada de pocos amigos, pero cuando le cogió el ritmo al toro -fue casi siempre- el vuelo de la muleta se llevaba al toro sin problemas. Consintió Escribano, que puso por pantalla la muleta para que el toro solo tuviera fijeza en ella. Valiente y seguro el torero. Y sin prisas. Solo un punto de velocidad en las manoletinas finales, cuando ya la faena estaba hecha y bien hecha. La estocada fue infalible, atracándose. A este toro le puso Escribano tres pares: dos de sobria ejecución y un tercero al violín, al cambio, en terrenos de tablas.

De los seis del envío de Adolfo Martín, el segundo fue el de menos cara, pero muy largo. Tuvo en la muleta el ímpetu de los toros encastados y Palazón respondió. No siempre a la altura de la exigencia del toro, pues en cuanto le quitaba la muleta de la cara el ‘adolfo’ buscaba más allá de lo que debía. Pero buen toro, en fin, aunque de prueba. Palazón le anduvo solvente, con esfuerzo. Sin redondear, pero la papeleta la salvó hasta que llegó la hora de matar. Sin fe, encogido el brazo, Palazón pinchó, y luego el mundo se le vino encima con el descabello. Sonaron los tres avisos, uno detrás de otro, y el toro regresó vivo por donde había salido.

El quinto fue la primera alimaña siempre esperada en estos casos, con cinco años bien cumplidos. Serio en todo el toro; muy bien armado. Ofensivo. Fue el único toro de la feria que recibió dos puyazos. Picado con ganas, salió del trance con aires de revancha. Así fue. En banderillas esperó y apretó, y en la muleta ya no disimuló. Midió, se lo pensó, y no concedió licencia alguna. Palazón lo intentó en primera instancia, pero vio que aquello no era su guerra. Abrevió. Macheteó y esta vez cazó una estocada que dio con el toro en las mulillas. Y el paisanaje lo trató con cariño.

El diestro sevillano Manuel Escribano recibe a portagayola a su segundo toro.
El diestro sevillano Manuel Escribano recibe a portagayola a su segundo toro.Manuel Lorenzo (EFE)

Más corto que los dos primeros fue el tercero, aunque con la cuerna abierta con descaro. De esa primera parte de corrida, este tercero fue el que sacó más problemas. Ya de salida fue complicado de torear y aunque salió bien servido del puyazo recibido, llegó a la muleta en estado de alerta. Ureña, en gesto de compañerismo y en desagravio, brindó el toro a Palazón y, con el público en reacción a su favor, ganó el primer asalto. Ureña se dispuso. De cerca, no se dejó sorprender nunca. Con una muleta minúscula, le ganó las ideas a un toro con intenciones poco claras. Ahí estuvo la clave. Inteligente el murciano, sacó los muletazos uno a uno. Aguantó cada vez que el toro reponía sobre sus pasos y nunca perdió terreno. La sensación de un torero que sabe lo que hace. Faena larga, no en exceso, aunque lo suficiente para que al final el toro se pusiera más en contra. Pero a esas alturas, Ureña ya le había ganado la vez al de Adolfo Martín. Muy seguro el murciano. Para que la cosa acabara bien, recetó una estocada entrando a por todas.

La tarde se cerró con otra alimaña, también cinqueño este toro. Le dieron un largo puyazo del que salió dispuesto a no estar por la labor. Ureña lo intentó. Se puso insistente, pero solo pudo robar algún muletazo suelto. No perdió la compostura, aunque la porfía resultó inútil.

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