La experiencia infinita de Javier Viar
Fallecido este jueves, en la vida del exdirector del Museo de Bellas Artes de Bilbao triunfaron las artes y las letras en su madurez, cuando, tras una más que prestigiosa trayectoria profesional, pudo dedicarse casi enteramente a su vocación literaria y artística
El escritor, gestor y estudioso del arte Javier Viar Olloqui (Bilbao, 1946-2021), fallecido este jueves a los 75 años, fue licenciado en Farmacia por la Universidad Complutense en 1969 y presidente del Colegio de Farmacéuticos de Bizkaia entre 1982 y 1988. Al bilbaíno, sin embargo, le terminó seduciendo más la culta combinación de las palabras que las fórmulas magistrales y el fiel acompañamiento al arte con la escritura que el dictado del vademécum. Finalmente triunfaron las artes y las letras en su madurez, cuando, tras una más que prestigiosa trayectoria profesional, pudo dedicarse casi enteramente a su vocación literaria y artística.
De la obra literaria dan cuenta su temprana participación en antologías como Diecisiete poetas de Bilbao (1974) y, por supuesto, los premios Pío Baroja de novela y Ciudad de Irún de relatos cortos con La sangre del doral (1991) y La muerte de la novia (1992), respectivamente. Por su parte, los escritos sobre arte le otorgaron desde principios de los setenta una voz propia en el rico contexto de la creación artística vasca de su tiempo. Junto a la crítica surgió también pronto la ambición por la historia del arte a través del estudio de artistas singulares (Balerdi, Chillida, Larrea o Mari Puri Herrero), revisiones iconografías como las dedicadas a la imagen de Bilbao y su entorno o, finalmente, el ambicioso panorama sobre el arte contemporáneo vasco, desde la Guerra Civil hasta la actualidad, publicado en dos volúmenes por el Museo de Bellas Artes de Bilbao en 2017. A este ya imprescindible manual de historia del arte vasco se une también otro de los grandes logros de su trabajo de investigación como fue la revisión completa de la obra del pintor donostiarra Rafael Ruiz Balerdi a través de la rigurosa y amplia monografía La experiencia infinita, cuya publicación fue celebrada con una exposición antológica en las tres capitales vascas en 1993.
Paralelamente a este ambicioso empeño intelectual debemos recordar también su activa participación en la gestión de instituciones museísticas relevantes del País Vasco, muy en particular con su querido Museo de Bellas Artes de Bilbao, primero como vocal de la Junta de Gobierno desde 1985 y, finalmente, como director entre 2002 y 2017. A lo largo de estos tres lustros, Javier Viar contribuyó a hacer buena la apuesta por la modernización del museo, acompasando el creciente éxito que significó la apertura del Museo Guggenheim para la ciudad. Exposiciones memorables como Poussin y la Naturaleza, en colaboración con el Museo Metropolitano de Nueva York, El joven Murillo con Sevilla o las exitosas antológicas de artistas como Antonio López, Fernando Botero y los británicos Peter Blake y Ronald Kitaj están marcadas de forma indeleble en la memoria de todos los aficionados al arte de la ciudad.
Pero, quizás, una de las mayores contribuciones de su largo mandato en la dirección del museo fue el enriquecimiento constante de la colección a través de donaciones y depósitos de fondos de artistas contemporáneos y la adquisición de un selecto grupo de obras maestras entre las que se cuentan Lucrecia de Lucas Cranach, Hierros de temblor II de Eduardo Chillida o Des potirons de Miquel Barceló. Este incremento tan importante de la colección le condujo a reclamar públicamente por primera vez la necesidad de ampliar el espacio de exposición y actividades del museo. En este punto merece la pena recordar también su participación en la primera comisión asesora de compras para el Guggenheim Bilbao, que facilitó la incorporación de un grupo inicial de obras realmente espectacular coincidiendo con la inauguración del museo.
Finalmente, la retirada del día a día de la gestión le permitió volcarse, una vez más, en la escritura, dando nuevos frutos editoriales como la hermosa monografía sobre el pintor Vicente Ameztoy que acompañó a la exposición antológica del artista, compartida por el Museo de Bilbao con el Círculo de Bellas Artes de Madrid, así como una recopilación de escritos sobre artistas que, con el título Hijos de la angustia, que vio la luz en 2019 poco antes de la irrupción de la pandemia. Recluido desde entonces en su domicilio, sabemos por su mujer Pilar Ros y sus más allegados que no ha dejado de trabajar en este tiempo. Promesa cierta, hoy en su despedida, para esperar nuevos originales que nos permitan seguir disfrutando de la experiencia infinita de su poesía, inmensa sabiduría y fina sensibilidad hacia el arte.
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