El arco de la Macarena de la muralla de Sevilla desvela sus colores originales
Una intervención en la puerta del bastión medieval deja a la vista la policromía que tenía en el siglo XVIII y estructuras anteriores que podrían alterar la estética del monumento
Tierra, cal y grava de las terrazas del río Guadalquivir bastaron a los almorávides para levantar a principios del siglo XII una muralla de ocho kilómetros y unos siete metros de altura que protegiera su amada Isbiliya, donde hoy se asienta Sevilla. Uno de los accesos principales de este recinto amurallado, uno de los mayores de la Europa medieval, era la puerta de la Macarena (Bab-al-Makrin), un bastión que con el paso del tiempo ha cambiado tanto su estructura y apariencia que se desconoce lo que queda de la obra original. El equipo municipal que trabaja en la consolidación del monumento desde diciembre de 2020 ha constatado que el aspecto actual de la construcción no tiene nada que ver con el que tenía en sus orígenes.
Tras realizar una cata longitudinal del edificio, desde los pináculos que están a 16 metros de altura hasta el suelo, se ha comprobado que los colores actuales, ocre y blanco, no son los originales. “Estamos haciendo una limpieza con bisturí y están saliendo rojo almagra, blanco, amarillo albero y, en algunos elementos, líneas negras resaltando los almohadillados”, explica la restauradora Pilar Soler. Es la policromía que tenía tras la remodelación que el arquitecto José Echamorro dirigió en el siglo XVIII. José Julián Espinosa, jefe de Renovación Urbana y Conservación de la Edificación, adelanta que se respetará todo lo original que pueda conservarse.
El asunto del color no es baladí, ya que todo en el barrio de la Macarena gira en torno a su puerta y la basílica de la Esperanza Macarena, construida en 1941, está pintada con los mismos tonos ocre y blanco que el arco. José Antonio Fernández, hermano mayor de la Hermandad de la Macarena, subraya que la armonía entre el arco y la basílica es importante: “Cuando acabe el proyecto y veamos cómo queda el arco se reunirá la comisión artística de la hermandad para estudiar qué se hace, porque la cuestión estética es importante no solo con relación a la basílica, sino a todo el barrio”.
No es el único hallazgo que ha logrado el equipo que trabaja en el monumento. “Al quitar el revestimiento del interior del arco han aparecido restos de las puertas almorávide y almohade, con la tapia original enlucida en hormigón fino, y también hemos comprobado algo de lo que se tenía constancia en una intervención que se hizo en 1998, pero que no se había publicado, que es la existencia de dos cámaras bajo sendos arcos de tres metros y con otros tantos de profundidad que debieron usarse para los cuerpos de guardia que se ocupaban del cobro del portazgo”, comenta el arqueólogo Óscar Ramírez Reina de la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla.
El habitáculo de la derecha, que se estudió en 1998 y se volvió a sellar, permanecerá cerrado, mientras que el de la izquierda, que no se tocó entonces, se ha abierto por fin este jueves. Se ha descubierto que se trata de una cámara enlucida con varias capas de mortero que servía de refugio a la guardia de la puerta, que permanecía abierta toda la noche. “No hay constancia de cuándo se cegaron ambas cámaras, lo único que sabemos es que a principios del siglo XX estaban tapiadas porque hay fotos del arco en las que no aparecen. Lo que hemos visto es un banco de obra corrido para descansar, ganchos en la pared a modo de perchas y unas piedras que podían servir de improvisada cocina”, enumera Ramírez Reina.
La dirección del proyecto municipal de Urbanismo tendrá ahora que valorar si deja la cámara abierta o la vuelven a tapiar. De momento, se trata de recabar toda la información antes de decidir cuál será el siguiente paso y qué aspecto tendrá la puerta de la Macarena cuando acabe la obra, que cuenta con un presupuesto de 204.000 euros. Una intervención que comenzó tras la amenaza de desprendimiento del pináculo central que corona el arco, que había sido reconstruido en cemento, un material usado en reparaciones anteriores y que se eliminará.
A pesar de sus más de 800 años y de tratarse de arquitectura de tierra, el nivel de conservación de lo que queda de la muralla de Sevilla es “bastante aceptable”, apunta el arquitecto Fernando Sánchez Navarrete, que dirige las obras de consolidación de la cara interna de la muralla medieval, con un presupuesto de 920.000 euros. Este tramo de muralla está jalonado con ocho torres a una distancia media de un tiro de arco (entre 50 y 60 metros) y llega hasta la puerta de Córdoba, un elemento integrado en la iglesia de San Hermenegildo y que, al igual que la puerta de la Macarena, ha perdido la barbacana y los dos patios que la protegían.
El cerramiento de tapia, de 190 centímetros de grosor y que se construía in situ con encofrados, ha llegado al presente en “bastante buen estado”, afirman los especialistas. “Tiene un deterioro superficial por la pérdida de material en las zonas inferiores, en contacto con la gente y el tráfico rodado, además de lesiones ocasionadas por la vegetación, por hongos y líquenes y por las filtraciones de agua”, asegura la restauradora Mercedes Iáñez, que se ocupa de la consolidación de los 537 metros de muralla que unen la puerta de la Macarena con la de Córdoba. El proyecto continuará en 2022 con la limpieza y consolidación de la cara externa del mismo tramo.
Además de la zona de la Macarena, donde se conserva exenta la defensa medieval con una altura media de nueve metros, la barbacana y la liza (el pasillo actualmente adoquinado de tres metros de anchura entre ambos muros que servía para el movimiento de la tropa), Sevilla ha conservado otros paños visibles del cerramiento islámico que suman 1.229 metros de muralla, a los que hay que añadir 1.190 que están ocultos, adosados a viviendas o a otras construcciones. En total, se mantiene casi el 30% de la que fue una de las mejores murallas de la Edad Media.
La muralla medieval, con 12 puertas, tenía un perímetro de ocho kilómetros y se mantuvo en pie hasta que en 1857 los regidores de Sevilla decidieron derrumbarla para abrirse a los nuevos tiempos. El arqueólogo e historiador José Gestoso consiguió frenar el embate en 1908 y lo que aún estaba en pie fue declarado monumento nacional. La puerta de la Macarena y los 537 metros de muralla que la separan de la puerta de Córdoba constituyen el tramo mejor conservado de la impresionante obra defensiva, que los almohades mejoraron a finales del siglo XII haciéndola crecer hasta los nueve metros, con dos nuevas hileras de tapia.
Babelia
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