‘No odiarás’: la huella del adiestramiento paternal
Se ve siempre con interés, y Mancini tiene la noble idea de ahuyentar el fácil maniqueísmo entre educaciones buenas y malas

Que la vida nos coloca a veces ante caprichosas tesituras y golpes del destino no hay quien lo dude. Que Mauro Mancini, director y coguionista de la película italiana No odiarás, ha ideado una de las más extremas, tampoco: un cirujano de origen judío que, mientras hace deporte, es testigo de un brutal accidente y tiene la oportunidad de salvar la vida del moribundo ocupante del coche, un hombre con la cruz gamada de los nazis tatuada por medio cuerpo.
La responsabilidad por nuestros actos la podemos portar como pluma que apenas agota o como insuperable mochila llena de piedras. Y el remordimiento por lo sucedido es lo que lleva al médico interpretado con dolor y convicción por Alessandro Gassman a un posterior acercamiento a la familia del fascista. La primera mitad de No odiarás mantiene siempre el tipo. En la segunda, sin embargo, aunque la dirección, el ritmo y el tono sigan siendo sólidos y contundentes, se acumulan unas cuantas decisiones argumentales de dudosa calidad: principalmente el cliché de la deuda económica pendiente que deben afrontar los jóvenes huérfanos, repetida hasta la saciedad en infinidad de películas, y también la prestidigitación narrativa que arrastra hasta la segunda oportunidad y a la posible redención del protagonista.
De todos modos, pese a las suspicacias que conllevan el par de giros argumentales, No odiarás se ve siempre con interés, y Mancini tiene la noble idea de ahuyentar el fácil maniqueísmo entre educaciones buenas y malas, sin resquicios, con una potente secuencia que ejerce de prólogo y el posterior lastre educativo y mental en la personalidad del judío. La huella indeleble del terrible adiestramiento de ciertos padres hacia sus hijos.
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