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‘La abuela’ y ‘Quién lo impide’: de la adolescencia a la vejez

En la Sección Oficial a concurso coinciden dos películas españolas: la apuesta por el terror atmosférico de Paco Plaza, y el resultado de cinco años de convivencia de Jonás Trueba con un grupo de adolescentes

Gregorio Belinchón
Jonás Trueba, con los protagonistas de 'Quién lo impide', en San Sebastián. Foto: JAVIER HERNÁNDEZ
Jonás Trueba, con los protagonistas de 'Quién lo impide', en San Sebastián. Foto: JAVIER HERNÁNDEZ

En un terrible choque de trenes en el calendario del festival de San Sebastián, coinciden en una misma jornada dos apuestas absolutamente distintas pero igual de efervescentes. Por un lado, La abuela, de Paco Plaza, con guion de Carlos Vermut, un filme de terror que cimenta su éxito en la atmósfera que crea en un piso donde una chica con incipiente carrera de modelo se encierra a cuidar a su abuela enferma, que además es su único familiar vivo. Por otro, Quién lo impide, de Jonás Trueba, 220 minutos divididos en tres capítulos que nada tienen que ver en estilo y formato pero están protagonizados por los mismos quinceañeros madrileños, y que se convierten en un retrato pegado a sus rostros, el testimonio de cómo es la adolescencia actual.

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Paco Plaza (Valencia, 48 años) tenía una historia dándole vueltas en el cerebro. “Mi mayor miedo era que la película se pareciera demasiado a Verónica. Debía reconfigurar mi cabeza y buscar compañeros de viaje que no estuvieran relacionados con el terror”, apunta el cocreador de la saga [REC]. “Así elegí al director de foto, a la dirección de arte, a la compositora [Fatima Al Qadiri]...”, explica. Pero ha acabado en un piso encerrado, como en Verónica. “Bueno, es una casa que explica cómo ha ido atravesando los tiempos. El personaje de la abuela es como una matrioska: ves lo de afuera, pero en su interior habitan otras mujeres. Cuando tienes cierta edad dices cosas que decía tu padre, y así descubres que contienes a los que te precedieron. Todos tenemos esa carga cultural histórica, junto a la carga de ADN. Quise contar eso en la pantalla”. ¿Cómo trabajó con Vermut? “Somos íntimos, y yo llevaba dentro esta historia que no sabía cómo plasmar. En nuestras comidas semanales, y mientras esperaba la financiación de su nueva película, Mantícora, me dijo que si se ponía a ello, y lo hizo. La clave es que no es un guion suyo que yo dirijo, sino que escribe para mí y yo estoy pegado a él en el proceso. Ha escrito un guion que yo no hubiera hecho, hay una estilización en el hecho de vaciar de trama la peli que es muy de Carlos. Me ha empujado a llegar a sitios a los que yo solo nunca me hubiera atrevido”.

PACO PLAZA: “Carlos Vermut ha escrito un guion que yo no hubiera hecho, hay una estilización en el hecho de vaciar de trama la película que es muy de Carlos

El cineasta ha encontrado una manera muy Vermut de definir su película: “Es como esos pasatiempos infantiles en los que tienes los puntos y con un lápiz los unes para adivinar la figura. Los puntos, las pistas, están en la pantalla, y es en el viaje cuando comprendes lo narrado. Como público, debes participar activamente en el proceso, y hay cosas que ni explicamos”. Y que no se pueden desvelar. “Como quién es la auténtica protagonista de la película”. Otro acierto de La abuela estriba en su uso de la vejez. “Le dije a Carlos que iba a ser una película de posesiones en la que el demonio es la vejez. Vivimos en una sociedad que ha demonizado la vejez. Hemos peterpanizado todas las edades, solo queremos ver juventud y belleza. Y uniendo eso a experiencias personales en las que ves el desvanecimiento de familiares que han sido referentes en tu vida creamos un miedo que exploramos”. Plaza, uno de los mejores conversadores y analistas cinematográficos actuales, desgrana “la historia de amor a través del tiempo” que esconde La abuela. “Sin ancla en el mundo, ¿qué gracia tiene reencarnarse?”.

Almudena Amor, y Paco Plaza, en la presentación de 'La abuela'.
Almudena Amor, y Paco Plaza, en la presentación de 'La abuela'.Javier Hernández

A esas reflexiones aún no han llegado los adolescentes de Quién lo impide, a los que Trueba conoció en octubre de 2016, a la vuelta de presentar en el certamen de San Sebastián La reconquista, cuyos títulos de crédito acababan con la canción de Rafael Berrio Quién lo impide. “Entonces no tuve claro que iba a hacer una película con ellos. No lo decidí hasta el año pasado, con la crisis de la pandemia. Fue más un proceso, una forma de estar trabajando... En realidad, me gustó mucho la idea de filmar por filmar, de no tener la obligación de que fuera una película. Fue un lujo avanzar sin ese peso. Al final, lo ha sido porque la realidad me lo ha dicho así”, reflexiona en el festival donostiarra. Entre los empujones para sacar adelante el proyecto, apunta, estuvo el flujo de noticias que acusaban a los jóvenes de propagar la covid. “Sentí que tenía que homenajearles y contradecir esa imagen”.

JONÁS TRUEBA: “Quería que el resultado mostrase las dudas y las incertidumbres, que está hecha a ratos, a golpes de intuición, que tuviera un poco de todo, documental, ficción, ensayo...

En colaboración con la editora Marta Velasco, decidió que no se sacaría una película de la manga, sino que el resultado fílmico sería fiel a los años de rodaje, “que el resultado mostrase las dudas y las incertidumbres, una obra hecha a ratos, a golpes de intuición, que tuviera un poco de todo, documental, ficción, ensayo...”. De ahí sale el metraje de 220 minutos con dos intermedios integrados como en los clásicos, estilo Doctor Zhivago. “Mi padre [Fernando Trueba] me decía riendo: ‘Como en Novecento’. En fin, en cada reinicio cambia por completo el concepto. A mi padre esas paradas le recordaban a las películas que veía de joven, que tenían un cierto aliento épico, y mucha libertad. Hoy parece que el cine debe reflejar nuestro mundo sintético, de brevedad. Quién lo impide habla del mundo de hoy con una actitud de otra época”, cuenta como reivindicación. ”Es larga porque así ha sido el proceso, porque les han pasado muchas cosas”.

¿Y qué ha encontrado Jonás Trueba en estos adolescentes al final del viaje, en el que incluso les pregunta cómo les gustaría ser reflejados en pantalla? “Hice mucho un ‘dicho, hecho’. Ellos pedían algo y yo lo hacía a continuación, para que se mostrasen como querían. Los ves contar, dudar, incluso cómo les brotan las intuiciones que devienen en ideas. Al final, he descubierto que no son tan diferentes al joven que yo era, a mis amigos... Eso es tranquilizador”.

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Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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