‘Blue Bayou’, demasiados traumas
Escrita, dirigida e interpretada por Justin Chon, esta película se excede en su intento de narrar el drama de un joven coreano adoptado de niño por estadounidenses
El problema insalvable de Blue Bayou es su exceso, es de esas películas que buscan con tanto ahínco emocionar que, aunque sea con el kleenex en la mano, acaban irritando. Un dramón sobre la inmigración que se empeña en abrir tantas heridas que al final, de tanto dolor, el espectador acaba por quedarse anestesiado, sin sentir nada. Personajes y tramas que se pisan unos a otros desajustando la fuerza del conjunto. El asunto de fondo es realmente tremendo y afecta al vacío legal de los niños extranjeros adoptados durante los años ochenta por parejas estadounidenses y amenazados décadas después por la deportación. Pero Justin Chon, escritor, director y actor principal del filme, se enreda en un guion donde a esa desgraciada realidad se suman una infinidad de traumas propios y ajenos que acaban empachando la capacidad emocional del espectador. Y es una pena porque la película tiene potencial y el dúo Chon-Alicia Vikander resulta además muy atractivo.
Por desgracia, Chon tampoco atina mucho con el tono, que mezcla un lirismo mal encauzado con la dura realidad de su personaje, un tatuador amante de las motos que se busca la vida como puede ante su próxima paternidad. Todo funciona mucho mejor cuando la película se ajusta a la vida del protagonista —aunque todo suene a mil veces visto, su obsesión por las motos, su mundo marginal de los talleres mecánicos y los robos— que cuando entra en una realidad paralela de sueños y pesadillas. Blue Bayou pretende abordar tantas cosas importantes (racismo, orfandad, paternidad, inmigración, burocracia legal, fracturas matrimoniales, maltrato infantil, cáncer, hasta la guerra de Vietnam…) que acaba por no resolver casi ninguna, o lo hace en el último minuto apelando al llanto más tosco y fácil.
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