Lola Herrera: “Que me presenten a alguna mujer que no ha fingido una sola vez el orgasmo”
La actriz representa ‘Cinco horas con Mario’, obra teatral basada en la novela de Miguel Delibes, en Madrid. La primera vez que interpretó a Carmen Sotillos, la viuda que habla frente al ataúd de Marío Diez, fue en 1979
Lola Herrera (Valladolid, 86 años) es una leyenda viva. Presentarla de otra forma sería ridículo. Representa Cinco horas con Mario, obra teatral basada en la novela de Miguel Delibes, en el Teatro de Bellas Artes de Madrid. La primera vez que interpretó a Carmen Sotillos, la viuda que habla frente al ataúd de Marío Diez, fue en 1979. “Ojalá Lola Herrera fuese eterna para hacer siempre ese papel”, dijo Delibes. Está en ello.
Pregunta. Mario es el hombre de su vida.
Respuesta. Tampoco ha tenido mucha competencia. He pasado más tiempo con un hombre que no existe que con cualquier hombre de carne y hueso. Mi vida con los hombres ha sido un desastre.
P. La relación más larga fue con su exmarido, el padre de sus hijos [el actor Daniel Dicenta, fallecido en 2014].
R. Siete años. Por encima de él, Mario: un hombre de ficción, que no existe, y además está muerto. El hombre de mi vida.
P. ¿Aprende usted de Carmen Sotillos?
R. A no ser como ella. Lo aprendí pronto porque yo nací en casa de una familia que había perdido la guerra, con ideas de izquierdas en una época de dictadura. En el silencio y en los medios tonos de la casa, que es como se hablaba, me educaron en valores sólidos.
P. ¿Y a Carmen?
R. Y a Carmen la educaron en el lado contrario; es una víctima de la época, y de su casa. Es importante dónde naces y quién te cuida los primeros años. Y sus padres la educaron contra ella. Porque la sociedad que existía entonces era una sociedad contra ella. Y cuando veo en la televisión a políticas que hablan contra ellas mismas no puedo entender que hayan pasado tantos años y hayan aprendido tan poco sobre ellas. Y quieren, por supuesto, educar a sus hijos contra ellos mismos. Estamos en esa regresión. Yo me comí todo el franquismo, y siendo mujer. Y reconozco esos patrones del franquismo en Vox, cómo no los voy a reconocer si son evidentes. Con lo que nos ha costado a las mujeres poder ser nosotras mismas, el camino que hemos hecho para conquistar lo que tenemos, y lo que falta, y que a estas alturas haya gente que no lo tenga claro.
“Yo me comí todo el franquismo, y siendo mujer. Y reconozco esos patrones del franquismo en Vox, cómo no los voy a reconocer si son evidentes
P. Josefina Molina rueda en 1983 Función de noche, una película con dos personajes reales, usted y su exmarido Daniel Dicenta. Un diálogo descarnado en el que hablan sobre su relación y que provocó un escándalo. Por muchas de las cosas que usted decía, y que no se escuchaban públicamente entonces.
R. Es lo mejor que he hecho por mí. Por contar, por poder hacer un cara a cara con la otra persona; éramos los dos. No hablaba con un muerto. Hablaba con un vivo que me había traumatizado para el resto de mi vida.
P. Su marido.
R. Daniel era una persona muy generosa, y conmigo lo fue. El rodaje consistía en tener una conversación que no estaba planeada. Nos metieron en un sitio para que hablásemos de lo que quisiésemos. Y José Sámano, el productor, nos dio la opción de poder cortar lo que quisiéramos. Daniel vio el material y dijo que no tocaba nada. Necesitaba ayudarme.
P. ¿A qué se debió el rechazo?
R. Destapé sin saberlo el frasco de las esencias. Algo de lo que no se hablaba: el orgasmo [Lola Herrera le dice a su marido, en la película, que nunca tuvo un orgasmo con él: que los fingió todos]. A mí que me presenten a alguna mujer que no ha fingido una sola vez el orgasmo. Por muy distintas razones. Y yo tenía las mías, entre ellas la de salvar el matrimonio. Pero había mucha gente a la que le pasaba. Era un secreto que teníamos muchas mujeres. Y que yo lo dijese, y en una película… Muchas mujeres se enfadaron porque lo conté: era nuestro secreto.
P. …
R. Si no tenías un orgasmo, eras una frígida. La culpa no era del hombre: era imposible que no fuese bueno en la cama. La culpa era de la mujer. Y si un hombre tenía un gatillazo, la mujer que estaba a su lado debería estimularlo mejor. Porque claro, si no funciona el hombre es que la mujer no vale. Estas cosas eran así, y por desgracia son así aún ahora en muchas relaciones. Es un tabú que conviene destapar, que se hable, que no se esconda ni se finja nada.
P. Carmen, la protagonista de Cinco horas con Mario, le confiesa a su marido —ya muerto― unos cuernos.
R. Es la culpa. En la culpa está todo. Menchu, si no se hubiera muerto Mario, no se lo hubiera contado nunca. Pero la culpa se lo termina arrancando cuando sabe bien ella que él no se va a enterar.
“Muchísimas familias se han quedado sin saber cómo han pasado los últimos momentos sus seres queridos
P. ¿Usted prefiere saber o no saber?
R. Saber. A mi marido le dije: “Si alguna vez me engañas, no me lo cuentes y sé lo suficientemente hábil para que no me entere”. Porque él tenía la fama que tenía. Era lo que pensaba entonces. Pero después de algunos años me hice partidaria de hablar y de negociar las cosas. Saber la dimensión que tiene la infidelidad, y hacer una valoración de lo que te compensa y no te compensa. Si fue una noche, si son dos años, si de esta manera o de otra. Saber es mejor. Lo que sea.
P. ¿A usted se lo contaba su marido?
R. A mí no me contaba nada. Yo me enteraba porque era una cosa pública, porque no se escondía, en fin: todo lo contrario de lo que pactamos.
P. La pandemia nos robó el duelo.
R. Muchísimas familias se han quedado sin saber cómo han pasado los últimos momentos sus seres queridos. Y otra cosa: no haber sacado a la gente mayor de las residencias para llevarla a los hospitales tendrá que saberse algún día porque estamos hablando de un pequeño genocidio. Lo más terrible que se ha vivido en los últimos años. Únicamente sabiendo la verdad se pueden cambiar las cosas. La verdad es imprescindible, también en la vida política.
Babelia
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