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Café Perec
Columna
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El afecto como novedad en las biografías

No deja de ser una paradoja que “el más solitario de los escritores solitarios”, Robert Walser, cuente ahora con una biografía, ‘Clairvoyant of the Small’

El escritor Robert Walser en la excursión al Säntis, en la sierra suiza de Alpstein, en una imagen de 1942.
El escritor Robert Walser en la excursión al Säntis, en la sierra suiza de Alpstein, en una imagen de 1942.
Enrique Vila-Matas

Robert Walser, que tanto se esforzó en dejar huellas de su vida tan leves que casi se han disipado, cuenta desde el mes pasado con una intensa biografía escrita por Susan Bernofsky, su traductora habitual al inglés. No deja de ser una paradoja que “el más solitario de los escritores solitarios”, como le definiera W.G. Sebald, el que más deseaba pasar inadvertido, haya ahora generado tan densa biografía, la primera en inglés, Clairvoyant of the Small. La publica Yale University Press. Y el título procede de un fragmento de W.G. Sebald, de El paseante solitario, donde calificaba a Walser de “vidente de lo minúsculo”.

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Puede parecer una locura escribir la vida de alguien que se esforzó por unirse al mundo de la forma más fugaz posible, pero coinciden por ahora las críticas en que Bernofsky ha exhibido talento en su libro y consigue una biografía amena y profunda, no dejando que la excesiva erudición le reste espacio y alternando sabiamente desmentidos de frases que se da por hecho que dijo Walser y que nunca dijo con episodios de la extraña y nula carrera literaria de éste (narrada con un afecto a prueba de bomba, con una simpatía evidente y arrolladora por el autor), junto con el análisis de las grandes corrientes sociales que dieron forma a su mundo y a sus propios comportamientos idiosincrásicos.

Coincidiendo con Clairvoyant of the Small, se ha publicado precisamente estos días en Londres la primera biografía sobre W.G. Sebald, Speak, Silence, escrita por Carole Angier, autora de la nueva hornada de biógrafas no muy académicas. Angier, como ya pasó con la que anteriormente escribió sobre Primo Levi, es de las que se implica en lo que nos cuenta y, por ejemplo, en ningún momento oculta ―todo lo contrario― su entusiasmo por la obra del biografiado.

De hecho, Angier trata de redefinir los parámetros de lo que entiende que es una biografía moderna, tal como precisamente hizo Sebald en un libro como A Place in the Country (no traducido al español; salvo El paseante solitario, que está en Siruela), donde podíamos leer cinco ensayos muy personales, cargados de trazos biográficos, sobre cinco escritores y un artista con los que tenía una gran afinidad y a los que mostró ――como hace Angier con Sebald― un “afecto inquebrantable” quizás porque conocía muy bien el duro estado perenne de “ser simplemente un escritor” y la “terrible tenacidad” que ello comporta y hace que la vocación a veces se convierta en compulsión.

¿Habrá sido tanto “afecto inquebrantable” por parte de Angier el que ha impedido que la familia y la agencia de Andrew Wylie hayan autorizado esta biografía? Speak, Silence la ha publicado Bloomsbury y tiene también su punto paradójico, porque el autor de Austerlitz buscó también, como Walser, dejar huellas leves en la nieve, lo que no parece que le sirviera de mucho, ya que nadie piensa que hubiera renunciado a vivir porque supiera que iba a tener una biógrafa. ¿No fue Cioran quien dijo que “la perspectiva de tener un biógrafo no ha disuadido jamás a nadie de tener una vida”?


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