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María Dueñas: “A veces escribir le quita el pestillo a lo que llevas dentro”

La escritora, que tiene reciente su novela ‘Sira’, habla sobre los efectos de la pandemia, la Argentina de Evita o la añoranza de Franco en la política actual

Juan Cruz
María Dueñas, el pasado miércoles en su casa en el centro de Madrid.
María Dueñas, el pasado miércoles en su casa en el centro de Madrid.INMA FLORES (EL PAIS)

Esta mujer, María Dueñas (Puertollano, Ciudad Real, 57 años), escribe novelas en las que se alternan el odio, los celos y la mentira, aunque también exhibe amor y templanza (La templanza es uno de sus libros), y sin embargo ella misma muestra una sobriedad que parece irrompible. En la conversación, que sostuvimos por videollamada, surgieron elementos difíciles de este momento horrible, y por dentro pareció rompérsele alguna fibra, pero en seguida se rehizo como si desechara un borrador. Su última novela, Sira (Planeta), parece el susurro asustado de una espía que no quería serlo y que arranca de aquella geografía humana nacida en el norte de África y que constituyó el centro de su obra más abrasadora, El tiempo entre costuras. Aunque quiere mantenerse al margen de las turbulencias del viaje que son cada una de sus novelas, no le cabe duda de que a veces se le rompe el pestillo y por ahí aparece ella misma, naturalmente disfrazada de otras.

Pregunta. ¿Hay territorios propiamente suyos en sus libros?

Respuesta. Depende de lo que me pida mi novela. Estoy al servicio de ella. Hago una selección de fogonazos de los lugares; por ejemplo, en Sira hablo de lo que ella ve en Londres: la devastación posterior a la Segunda Guerra Mundial, calamidades, el país recomponiéndose...

P. Es una época de la que esta parece espejo: hambre frente a oropel, traición, miseria y juerga.

R. Mientras escribía gran parte de la novela estaban transcurriendo los momentos más duros de la pandemia. El más peligroso me pilló justamente escribiendo sobre Londres. Lo que ha ido sucediendo producía una preocupación infinita, y aún los momentos son muy difíciles en todos los ámbitos. Ya no es solo una crisis sanitaria, sino económica, de recomposición de muchas cosas. Pero si el mundo superó la Segunda Guerra Mundial y lo que siguió, y Europa se levantó con coraje para recomponerlo todo, salir de esta crisis será más fácil. Y hemos de estar a la altura. Todos: los medios, los políticos, los ciudadanos de a pie. El esfuerzo que se exige ha de ser colectivo. Nunca se hace todo lo posible, pero la pandemia nos ha dado una lección de cosas que se pueden hacer cuando hay voluntad.

“Si el mundo superó la Segunda Guerra Mundial y lo que siguió, y Europa se levantó con coraje para recomponerlo todo, salir de esta crisis será más fácil

P. En este mismo libro describe una España de golfos e ingenuos, de sinvergüenzas y de desalmados, y es inevitable imaginarla a usted contemplándolos. Es decir, sabiendo de ellos.

R. Todas esas faunas estaban, y están. Pero igual no están en el mismo sitio ni son sus hijos directos, pero también hay gente decente y válida, como hay verdaderos cabrones sueltos. Cabrones y cabronas, no hay distingos. Al final, es España y es el mundo, la historia de la humanidad, y vamos siendo mejor educados que entonces. Quizá en aquella España que reflejo, por detrás de aquella aparente contención social, todo estaba más desmadrado. Ahora quizá tenemos más libertad para que todo sea público, pero la canalla sigue suelta. Me reconforta que en paralelo haya gente digna.

P. Elige un viaje famoso, el de Evita Perón a la España de Franco, a traerle ayuda alimentaria al régimen, en época de mucha hambre y de enorme pillería…

R. Esa pillería de la posguerra que vino por el hambre no era nueva; si no, miremos la picaresca. En los ochenta, en Madrid, te metían la mano en el bolso a la que te dabas la vuelta. Ahora hay menos pillería general, la hay a niveles altos, y eso lo ves en la prensa. Algo queda de la picaresca, pero evolucionada: no hay aquella España oscura y cenicienta. O igual soy muy ilusa y optimista.

María Dueñas, en otro momento de la entrevista.
María Dueñas, en otro momento de la entrevista.INMA FLORES (EL PAIS)

P. De todas esas historias de la historia que hay en Sira, ¿cuál la representa mejor a usted?

R. Al final no estoy en ninguna y estoy un poco en todas. No de mí misma como persona, pero sí de mis afectos o desde mis intereses. Por ejemplo, en lo que se refiere a los exiliados españoles de la República en Londres, hasta ese retrato de una España fea y amarga, que es en definitiva nuestra herencia histórica y moral. Y, por último, lo que se refiere a Marruecos, sobre todo Tetuán, el escenario de El tiempo entre costuras. Pero intento de manera voluntaria dar un paso atrás y no estar dentro de las historias.

“La historia de Argentina es tan apasionante, y tan dramática, y ante ella no nos podemos poner de lado

P. En su novela viene Evita a traernos alimentos, ahora Pedro Sánchez va a Argentina a convencer al mundo para que ayude a los herederos de Evita. Con un asunto como ese, otros estarían de tertulia en tertulia hablando de la coincidencia.

R. La historia de Argentina es tan apasionante, y tan dramática, y ante ella no nos podemos poner de lado. Evita venía dadivosa, cargada de pieles. Mis parientes también venían de allí cargados de juguetes. Es, para nosotros, una historia de ida y vuelta constante. Es un país tan querido y tan entrañable. Merece toda la ayuda.

P. Sira es en cierto modo un mapamundi de la miseria de la posguerra.

R. La gente sufría mucho, no había nada que llevarse a la boca. En España había hambre, igual que la que ahora hay en los rincones más duros de África. Aquel era un momento de gran desesperanza, y en otros lugares lo sigue siendo. Por eso, cuando en el momento álgido de nuestra miseria vino Evita cargada de viandas, todo el mundo se echó a la calle. Había que acabar con la miseria como fuese.

P. Ha tenido que leer mucho para viajar tanto en un libro. ¿De dónde aprende más: de lo que lee o de lo que ve?

R. Depende de para qué. De lo que más aprendo es de la condición humana, y en ese sentido, aprendo de lo que veo, más que de lo que puedan contarme los libros. Alrededor de nosotros están todas las especies humanas posibles. En los libros aprendes retazos históricos a los que no llegan nuestra mirada o nuestra memoria.

“No conozco a nadie en mi entorno que añore a Franco, aunque es evidente que hay políticos y partidos en esa sintonía

P. ¿Y qué aprende escribiendo?

R. A veces escribir le quita el pestillo a lo que llevas dentro, porque vamos deprisa, perdemos la ocasión de reflexionar, y todo lo que parece guardado emerge y ordena tu casa mental.

P. En su novela, Franco es un personaje oculto tras el brillo de Evita. Por ahí sigue flotando su sombra entre quienes lo añoran. ¿Lo percibe?

R. No conozco a nadie en mi entorno que añore a Franco, aunque es evidente que hay políticos y partidos en esa sintonía. Le añoran quizá los que vivieron bien con él, pero la historia y el mundo lo han puesto en su sitio. Está claro quién fue, así que cada cual, en su desvarío mental o en su lucidez, que se sienta autorizado a pensar lo que le dé la gana. Está sepultado y sepultadísimo.

P. Sus libros tratan de ambiciones y valores. ¿Cuál sería el índice de valores por los que debería transitar ahora la sociedad en la que vive?

R. Somos ciudadanos con un código ético por lo menos aceptable, ya no pienso en lo sublime. En ese código entran integridad, honestidad, compasión… Y, si somos ciudadanos ilustrados, tendríamos el archivo completo. Lo que pasa es que estamos más pendientes de las cosas materiales y los valores sólidos de esta sociedad. No se buscan como la aspiración global de grupo y nos quedamos verdaderamente sin un código común.

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