Una obra de Muelle entra el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid
La pieza, subastada con otras 14 obras del artista urbano Juan Carlos Argüello, fue adquirida por el Estado por 3.000 euros. Todas las obras superaron los 78.000 euros en diversas ventas
Muelle ha escrito un nuevo capítulo en la historia del arte urbano con la venta en subasta de 15 de sus obras la tarde del miércoles y la entrada de una de estas piezas en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid. No era la primera vez que se subastaban piezas de este tipo en España, pero si la primera que un artista como Juan Carlos Argüello, el verdadero nombre de este pionero del grafiti, protagonizaba una venta de este tipo en una entidad más acostumbrada a la venta de joyas y piezas antiguas que a la de dibujos hechos con rotulador y espray en las calles de Madrid. El Estado ejerció el derecho de tanteo y adquirió por 3.000 una pintura realizada con aerógrafo y acrílico sobre cartulina.
La obra que ahora formará parte de la institución madrileña fue realizada en 1993, cuando Muelle había dejado de pintar en la calle y comenzó a hacer obras abstractas de gran fuerza y magnetismo, con manchas de colores, muchas de las cuales se vieron por primera vez este miércoles en la subasta de Durá.
Una firma en colores cálidos ―rojo, rosa, naranja y amarillo― sobre un fondo azul, un cielo que deja entrever a lo lejos edificios de la capital española, ha conseguido llegar a los 17.000 euros con un precio de salida de 6.000. Esta ha sido la pieza que ha alcanzado la cifra más alta en una venta en la que no se han comprado todas las obras que Fernando Argüello, hermano de Muelle, había entregado a Durán. Otra de ellas, una pieza abstracta, se la ha llevado el Museo de Arte Contemporáneo del Ayuntamiento de Madrid. El Estado la ha adquirido por derecho de tanteo, que le da preferencia para obtener la pieza por el mismo precio que pagaría un tercero.
La subasta transcurría con la liturgia habitual de pujas a través de llamadas de teléfono, ofertas en línea y en la sala hasta que ha empezado la venta de los lotes de Muelle. Ha sido en ese momento, cuando el maestro de ceremonias ha llamado al orden ante el revuelo y la expectación por la obra de este artista madrileño, uno de los impulsores del grafiti en España a mediados de los ochenta y principios de los noventa, en plena Movida Madrileña. Falleció muy joven, con 29 años, a causa de un cáncer y dejó una herencia no muy extensa, pero sí reconocida: su alias subrayado por un muelle que concluye en una flecha y, a su lado, una R de registro. Un emblema que ha aparecido en sus diferentes versiones en Durán.
Las 15 obras, firmas y piezas más grandes de Muelle han salido a la venta con precios de salida entre los 1.500 y los 6.000 euros. La imagen que se ha rematado por el precio más bajo, los 1.500 euros de salida, ha sido un dibujo de una mujer pin-up de espaldas que se baja las bragas y muestra en una nalga la firma de muelle. Tan solo una de las obras se ha quedado sin dueño: un dibujo azul abstracto de 1994.
“Lo que hago no tiene precio”
La venta de las firmas de Muelle ha abierto un debate.El artista entendía sus creaciones como su “mensaje” que pudiera alcanzar al mayor número de personas y trataba de mantener la ética con un trabajo en lugares abandonados, postes publicitarios y similares, en lugar de espacios privados. Aun así, tuvo problemas con las autoridades a quienes en un principio les costaba asimilar su arte y después trataron de incluirlo en folletos publicitarios. Él denunció, por el mismo motivo por el que se negó a cederle su firma a una marca de colchones a cambio de cino millones de pesetas (30.000 euros de entonces, con los que podía comprarse una casa en su barrio, Campamento). “Lo que hago no tiene precio”, le dijo a su madre.
Por eso, cabe la duda de si el grafitero estaría dispuesto a subastar sus creaciones ahora. Según su hermano Fernando, quien custodia su legado, puede ser un impulso para que se haga una exposición sobre él o se cuelguen sus obras en un museo. En cambio, Fernando Figueroa, doctor en Historia del Arte y uno de los defensores de que la obra de Muelle se proteja como bien de interés cultural, expuso lo contrario a EL PAÍS: “Es una pena que la familia haya llegado a este extremo cuando veló celosamente durante tantos años por evitar la disgregación o mercantilización de su legado. Posiblemente, haya una necesidad imperiosa que justifique este cambio de actitud o haya sucumbido a los cantos de sirena de gente con visión comercial que promete una promoción de la figura de Muelle a cambio de pequeños sacrificios”.
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