‘Borrar el historial’: delirante diatriba contra el universo digital

Frente al agradable pero habitualmente melifluo cine francés de campiña, la pareja de directores formada por Benoît Delépine y Gustave Kervern lleva años en busca de otro tipo de espectador, componiendo delirantes y mucho más arriesgados ejercicios de comedia alrededor de la vida en el pueblo. Borrar el historial, diatriba contra el universo digital, premio Especial del Jurado en el festival de Berlín y Cesar al mejor guion, es el último de ellos.

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Solos contra el mundo. Así están los tres protagonistas de su último absurdo: detrás de su aparente extravagancia y de su fórmula narrativa a base de viñetas de actuación sacadas de quicio, aunque de evidente enganche con nuestra cotidianidad, subyace una profunda tristeza. Sus criaturas son seres a la deriva, analfabetos digitales que no encuentran su lugar en un mundo que ya no les pertenece. Y la lista de agravios no es corta: los vídeos de Facebook con acoso escolar; los repartos de entrega rápida; la dictadura de los me gusta; la calificación del trabajo por estrellas; el consumismo y las leyes que lo amparan; los vídeos de contenido sexual; la adicción a las series de televisión…

El carácter reaccionario de su sátira no deja lugar a dudas, pero también es palpable su reivindicación de unas relaciones sociales mucho más sanas, y unos marcos legales más justos. Y también la apuesta por un cine menos complaciente, tanto en lo emotivo como en lo formal. Así, alimentada de planos fijos con encuadres inverosímiles donde suele haber un elemento físico que distorsiona el conjunto, casi afeándolo, Borrar el historial queda articulada como la comedia ennegrecida que a cualquier adicto a la estética y a la caricia cinematográfica le provocará urticaria.