_
_
_
_
CAFÉ PEREC
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Thomas Wolfe era una fiesta

Para Piglia, el escritor fue un Fausto moderno que intentó lo imposible: que entrara el mundo entero en sus novelas

'El editor de libros', película en la que se representa al editor Maxwell Perkins (Colin Firth) y al escritor Thomas Wolfe (Jude Law).
'El editor de libros', película en la que se representa al editor Maxwell Perkins (Colin Firth) y al escritor Thomas Wolfe (Jude Law).
Enrique Vila-Matas

Thomas Wolfe creía que había que producir una obra de peso (en todos los sentidos de la palabra) para poder considerarse escritor. “Quería ver libros gordos, con muchas páginas”, según James Thurber. Y Faulkner lo vio como el mejor de su generación, colocándose en segundo lugar él mismo, y a Dos Passos tercero del podio. Y aunque hoy sabemos que el mejor era Faulkner, nos equivocaríamos menospreciando la espectacular energía narrativa que inyectó Wolfe en todo lo que hizo. Para Piglia fue un Fausto moderno que intentó lo imposible: que entrara el mundo entero en sus novelas. De toda su obra lo que hoy más atrae la atención de los lectores son las piezas breves: sus cuentos (reunidos por Páginas de espuma) y brillantes libros como Historia de una novela, que acaba de publicar Periférica y donde Wolfe condensa la historia de cómo escribió su gigantesca segunda novela, Del tiempo y el río, y nos da detalles de su imperiosa necesidad de introducir al mundo entero en lo que escribía, como si cada momento para él fuera una ventana sobre el tiempo y ese instante estuviera conectado con todo, hasta con el pasado más remoto.

Adicto a la más radical desmesura, hasta resulta raro que Italo Calvino no lo incluyera en el capítulo dedicado a la Multiplicidad en Seis propuestas para el próximo milenio. Ya ese afán por reinar sobre el tiempo estaba en su celebrada y torrencial primera novela El ángel que nos mira: “Buscamos el gran lenguaje olvidado, el perdido sendero (…) Cada uno de nosotros es el total de sumas que aún no ha sumado: reducidnos de nuevo a la desnudez y a la noche, y veréis cómo empezó en Creta, hace cuarenta mil años, el amor que ayer terminó en Texas…”

Más información
La página 343
Mar de fondo
El odio de todos los días

Se dice que el original de El ángel que nos mira apenas cabía en el despacho del gran editor Maxwell Perkins, que advirtió el genio del principiante, pero supo especializarse en rebajarle el desbordado tono de sus fiestas textuales. La historia de la compleja relación entre Wolfe y Perkins nos la han contado en un largometraje indolente, sin alma (El editor de libros, de Michael Grandage), pero es también la que Wolfe narra con sumo talento en Historia de una novela, donde sintetiza a la perfección el clásico conflicto que nace del éxito de un primer libro y las dificultades para avanzar en la escritura del segundo. Las dificultades llegaron cuando la desbordante alegría por el inesperado triunfo comenzó a convertir a Wolfe, más que nunca, en la fiesta ambulante, móvil, que siempre había sido, lo que le obligó a reaccionar: “De repente, me vi en la penosa necesidad de asumir que mi tarea requería un trabajo diario constante. Y aunque a muchos les parecerá un descubrimiento elemental, no estaba preparado para ello”.

Para Wolfe, nuestro Fausto moderno, los días se desgranaban en minutos y zumbaban como moscas que volaban de nuevo hacia la muerte, “aunque cada momento era una ventana sobre el tiempo”. Gigante absoluto de la escritura megalómana, se da la gran paradoja de que sólo sus excepcionales obras breves siguen hoy a la altura de aquella ventana alta.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_