Nápoles, la Academia de San Fernando y el salón de un político del XIX: el novelesco viaje del supuesto ‘caravaggio’
Los expertos coinciden en que el cuadro llegó a España en 1656. La institución cree que pasó en 1823 a manos de Evaristo Pérez de Castro, antepasado de los actuales propietarios
Un eccehomo de Michelangelo Merisi de Caravaggio (1571-1610), el pintor genial, asesino y desalmado que siempre andaba metido en peleas, salió de Italia en 1656. El conde de Castrillo, virrey de Nápoles, lo trajo a España. Un número creciente de expertos cree que es el mismo cuadro que apareció en una subasta en Madrid este mes. La Academia de Bellas Artes de San Fernando también considera que es el lienzo que apareció en su inventario en 1817 y que permutó por un alonso cano en 1823 el político y diplomático liberal Evaristo Pérez de Castro, cuyos descendientes han sido identificados como los propietarios del cuadro que ha dado estas semanas la vuelta al mundo. ¿Demuestra eso que se trata del mítico caravaggio que una legión de expertos en pintura antigua lleva décadas buscando? Como siempre ocurre con el genio del Barroco, es difícil saberlo: la historia de la obra está llena de vacíos, misterios y recovecos.
Itziar Arana, coordinadora del Centro de Estudios I+D+I de la Academia de San Fernando, ha investigado aquella permuta de 1823, excepcional también porque es la única de la que hay constancia en los archivos en la Academia, y por la que Pérez de Castro, coleccionista de arte que fue retratado por Goya (el cuadro pertenece actualmente al Museo del Louvre), salió claramente perdiendo: Caravaggio era un pintor muy poco apreciado y Alonso Cano, en cambio, estaba muy valorado. Poco importaba a Pérez de Castro, un coleccionista con un gusto muy definido, aunque excéntrico para la época: pintura religiosa y un tanto tenebrosa. El tiempo acabó dándole la razón.
Tras conocer la historia del posible caravaggio que iba a ser subastado en Madrid, Arana comenzó a atar cabos. Y cuando la noche del jueves saltó la noticia de que los propietarios del cuadro eran la familia Pérez de Castro sus dudas se despejaron y advirtió a los responsables de la Academia de Bellas Artes, que emitieron un comunicado en su página de Facebook.
“Todavía no sabemos cómo llega a la Academia”, explica Itziar Arana. “Pero dos y dos son cuatro: tiene que ser el caravaggio que estuvo colgado en nuestras salas”, prosigue esta investigadora, que ya había publicado un artículo en 2013 sobre aquel intercambio artístico. En el catálogo de 1817, primera referencia a la obra, aparece en la entrada 251 como “El eccehomo con dos sayones, de Carabaggio”. En el catálogo de 1821 se repite la misma fórmula. En una investigación anterior de 1999, la archivera Esperanza Navarrete ya hacía referencia a la obra. Era un cuadro olvidado, pero no perdido: Caravaggio fue un pintor bastante poco apreciado hasta 1951, cuando lo rescató Roberto Longhi en una gran exposición en Milán y seguramente nadie le dio la importancia debida.
“Hasta que surgió el nombre de la familia Pérez de Castro no teníamos ninguna seguridad de que el cuadro que había aparecido en la subasta de Ansorena fuese el mismo al que se refería el acuerdo de 1823”, señala por su parte Alfredo Pérez de Armiñán, vicedirector de la Academia. Ahora mismo, la institución está llevando a cabo una investigación, dirigida por Itziar Arana, para tratar de descubrir cómo llego hasta sus salas. “Existen tres posibilidades fundamentales: de los conventos jesuitas suprimidos en el siglo XVIII, cesión de algún académico o del llamado ‘secuestro de los bienes de Godoy’, cuando Fernando VII le incauta todas sus propiedades en 1808”.
Sin embargo, en su artículo de 2013, Arana revelaba que en el informe que realizó para la permuta de 1823 el académico José de Arnedo señalaba: “El eccehomo no sé de dónde vino pues en el inventario de las pinturas recogidas en la casa de don Manuel de Godoy no consta un cuadro del tamaño como el que tiene el caravaggio”. La Academia también quiere dejar claro que la permuta fue legal y que no tiene intención de reclamar el cuadro.
¿Qué ocurrió con el cuadro después? Los herederos de Pérez de Castro han rechazado hablar con este diario, aunque el hecho de que durante 198 años no hubiese más noticias de la obra invita a pensar que siguió en la familia hasta que salió con un precio ridículo de 1.500 euros en un catálogo de Ansorena en marzo. Tampoco emergió cuando, tras la promulgación de la Ley de Patrimonio actual, en 1985, se alentó a los propietarios a que declararan bienes del patrimonio artístico.
Es la única permuta de la que hay constancia en los archivos de la institución
Pero, ¿quién fue Evaristo Pérez de Castro (1769-1849)? Estuvo en el centro de la convulsa política del siglo XIX español desde la ocupación francesa —fue enviado a Bayona en misiones secretas para recibir instrucciones de la familia real— hasta la aprobación de la primera Constitución que consagró la soberanía del pueblo sobre la del rey. Por su perfil liberal, fue perseguido durante los años del absolutismo de Fernando VII y se vio obligado a exiliarse en dos ocasiones.
“Muchos liberales fueron mecenas y protectores de las artes, eso era un factor de prestigio”, explica el profesor de la Universidad Carlos III Carlos Rodríguez López-Brea, autor de la entrada dedicada a Pérez de Castro en el Diccionario de la Real Academia de la Historia. “Siendo liberal moderado en su última época, diplomático, isabelino, senador, primer ministro de Su Majestad... rico, tengo pocas dudas de que debió de ser coleccionista”, prosigue este investigador.
La historia anterior a 1817 de este eccehomo también se pierde en la niebla que suele rodear a la obra del pendenciero pintor milanés, aunque muchos expertos coinciden en que tiene que ser el mismo que el conde de Castrillo trajo a España en 1656. El virrey había comprado en Nápoles otro cuadro del pintor, una Salomé, actualmente expuesta en el Palacio Real y que fue autentificada por Longhi en los años veinte del siglo pasado.
Muchos de los documentos que informan sobre la vida de Caravaggio son judiciales, dado el historial criminal del artista. José Antonio de Urbina, director de la galería Caylus y especialista en coleccionismo histórico, tiene fundadas sospechas de que se trata de un cuadro que aparece por primera vez cuando, tras la denuncia de Prudentia Bruni por impago de alquiler y diferentes destrozos, se embargan los bienes de Caravaggio. Un documento fechado en 1605 ya habla entonces de “tres cuadros pequeños”. Cuando el pintor mata a Ranuccio Tomassoni en 1606, se ve obligado a huir a Nápoles y se lleva algunas obras, seguramente las pequeñas.
En un inventario de los bienes del diplomático Juan de Lezcano, en 1631, aparece un eccehomo de Caravaggio, y también en otro inventario del conde de Castrillo, de 1657. El documento, que se conserva en el archivo del conde de Orgaz (los dos títulos se fusionaron) y que ha consultado José Antonio de Urbina, habla de un eccehomo “de cinco palmos con marco”, el equivalente a un metro treinta, un tamaño que se corresponde bastante con el cuadro que surgió en Madrid. La investigación de la Academia también apunta a que se trata del mismo cuadro.
Sin embargo, Massimo Pulini, pintor y docente de arte, que recibió el encargo de investigar el cuadro y que elaboró un detallado informe, sostiene que la obra se pintó en 1605 en Roma, por encargo del cardenal Massimo Massimi. Alude a documentación que podría probar que Caravaggio se comprometió a pintar un eccehomo para el cardenal en esa fecha. Y apunta que, para llegar a esta conclusión, ha tenido en cuenta además que un pariente cercano del cardenal Massimi, monseñor Innocenzo Massimi, fue nombrado nuncio apostólico en Madrid en 1623 y pudo ser el intermediario para que la obra llegara a la capital española, pero en este caso “ciertamente no al día siguiente de su realización”.
La investigadora Rossella Vodret, renombrada experta del maestro barroco, cree en cambio que por las dimensiones de la obra es difícil encajarla en la colección Massimi, ya que en el inventario del cardenal se habla de un “cuadro grande”, una descripción que no coincide con las dimensiones del lienzo de Madrid. “Mide solo 111 cm de altura, por lo que objetivamente no se le puede llamar ‘grande’”, indica en una entrevista recogida por la publicación especializada Finestre sull’arte. También señala que procede de la colección del conde de Castrillo, que fue virrey de Nápoles entre 1653 y 1659. “Sabemos, por un inventario de su colección de 1657, que poseía dos cuadros originales de Caravaggio: una Salomé (la que se encuentra en el Palacio Real de Madrid), y un eccehomo con soldado y Pilatos que medía cinco palmos, un tamaño muy cercano al de este cuadro” señala la estudiosa.
En el centro de las turbulencias del XIX
Evaristo Pérez de Castro estuvo en el centro de la convulsa política del siglo XIX desde la ocupación francesa -fue enviado a Bayona en misiones secretas para recibir instrucciones de la familia real- hasta la aprobación de la primera Constitución que consagró la soberanía del pueblo sobre la del rey. Elegido diputado por Valladolid, tuvo un papel destacado en las Cortes de Cádiz desde el inicio. En la primera reunión celebrada el 24 de septiembre de 1810 fue elegido secretario de las Cortes y también fue uno de los 13 miembros de la comisión encargada de redactar la Constitución, según el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Cádiz, Alberto Ramos. "Es uno de los diputados más interesantes, activos y curiosos", sostiene Ramos, especialista en las Cortes de Cádiz. Por su perfil liberal, Pérez de Castro fue perseguido durante los años del absolutismo de Fernando VII y se vio obligado a exiliarse en dos ocasiones. El historiador recuerda que tuvo un papel destacado en la defensa de la ley de libertad de imprenta, que entró en vigor en noviembre de 1810 y que puso punto final a la censura previa a la publicación de textos. Posteriormente ocupó numerosos cargos públicos (ministro de Estado, cónsul y presidente del Consejo de Ministros, "cada vez más moderado y filo-absolutista", según el Diccionario biográfico de España (1808-1833), de Alberto Gil Novales. "Se casó con María Dolores, de la casa de los marqueses de Valladares, con la que pasó por Bayona en septiembre de 1826, camino de Bagnères de Luchon", señala el biógrafo. Regresó a España tras la muerte de Fernando VII en 1833. "Aviraneta, en una carta de 1840, dice con malignidad que el favorito de la señora Pérez de Castro es Fernando Collado". Escribió ‘Una correspondencia de Godoy con la reina María Luisa’ en 1814 con el seudónimo de O. Z. O.
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