La historia del supuesto ‘caravaggio’ que revolucionó el mercado del arte y colgaba en un salón de Madrid
Un anticuario británico llegó a liberar más de 23 millones de euros para pujar por la obra atribuida al círculo de Ribera que iba a ser subastada por 1.500 euros
Una imagen del cuadro de un Ecce homo datado en el siglo XVII empezó a circular por los grupos de WhatsApp de historiadores, conservadores, coleccionistas y anticuarios de distintos países a mediados de marzo. En los chats se difundía la idea de que, al contrario de lo que decía el catálogo de la Casa Ansorena de Madrid que atribuía la pintura de manera poco precisa al círculo de Ribera y con “un precio ridículo” (así lo califican las fuentes consultadas) de salida de 1.500 euros, podría tratarse de un caravaggio. La obra de uno de los artistas más importantes de la historia del arte (gran parte de su legado se ha perdido o se desconoce su paradero) parecía estar en una sala de exposiciones de Madrid y era susceptible de ser comprada, sacada del país y revendida las veces que fuera necesaria, ya que carecía de la protección legal adecuada. El Museo del Prado, consciente de esta situación, alertó al Ministerio de Cultura y un día antes de que la pieza se pusiera a la venta, se detuvo la puja. La noticia saltó en la prensa italiana el pasado miércoles, a pocas horas de la subasta.
En uno de esos grupos de WhatsApp estaba Maria Cristina Terzaghi, reconocida como una de las pocas especialistas en el mundo en Caravaggio (hay menos de una docena de expertos en el pintor barroco). Stefano Causa, profesor de Historia del Arte Moderno en Nápoles, le envió la imagen del Ecce homo que previamente había recibido a través de unos compañeros anticuarios. Causa, cuenta a este diario, estaba convencido de que se trataba de un caravaggio, pero quería la opinión de la experta. “Hacía 20 o 30 años que no veía un cuadro de esta belleza. Recientemente se han atribuido muchos cuadros a Caravaggio, aunque, en mi opinión, ninguno tiene la fuerza de este”, dice al teléfono. “Hace 20 años descubrir que este cuadro estaba en una pequeña casa de subastas de Madrid habría sido muy difícil. Ahora es más fácil porque estamos todos conectados”, señala el profesor. Su convicción es tal que afirma que se trata del “descubrimiento más hermoso e importante de la historia del arte de las últimas tres décadas”.
Isabel Mateo, investigadora del CSIC, experta en el siglo XVI y el Bosco, explica por teléfono que vio el cuadro hace unos 10 años en una vivienda del barrio de Salamanca de Madrid. Era la casa de dos hermanas, entonces de unos 60 años, según su recuerdo. “Una amiga me llevó porque estas mujeres querían saber a quién pertenecía el cuadro”, relata. La pintura colgaba en el salón de la casa. La investigadora les aclaró que ella no era una experta, pero que por las características del cuadro dudaba de que se tratara de un ribera. “No era la misma técnica y Ribera suele incluir un sillar en sus obras que en esta no estaba”, continúa Mateo. La investigadora recuerda que las dos hermanas que conoció aquella tarde en una merienda “no eran coleccionistas”, apunta. “La pieza debía venir de su familia, una herencia”.
La verificación
“No suelo dar mi opinión a coleccionistas y en pocas ocasiones a otros colegas, pero esta pintura era especial”, asegura Terzaghi a EL PAÍS, momentos antes de subirse a un avión en Madrid de regreso a Roma. Al ver la foto, la especialista se fijó especialmente en la cabeza del Cristo, en el manto, en los colores, en las manos, para hacer sus comprobaciones. No quedó satisfecha, así que le pidió a la Casa Ansorena que le enviara una imagen de mayor resolución. “Entonces me di cuenta de que era un caravaggio”, dice.
Terzaghi repite desde que aterrizó en Madrid para ver en persona el cuadro que no tiene dudas sobre su autoría. Llegó a la ciudad después de recibir dos llamadas: la de un coleccionista interesado en pujar por la obra del que no quiere dar detalles y la del Museo del Prado, asegura. En ese momento, la pintura seguía expuesta en Ansorena y Cultura no había dado la orden de decretar la inexportabilidad de la obra, por lo que la especialista pudo ver y tocar la pieza. Benito Navarrete, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Alcalá, pudo ver la obra el viernes 19 y el lunes 22 de marzo. “La obra está en mal estado de conservación, había sido restaurada y reentelada; aun así se denotaba cierta calidad”, explica. EL PAÍS se ha puesto en contacto con la casa de subastas madrileña para conocer el paradero actual de la obra, pero no ha tenido respuesta al respecto. Ansorena se ha limitado a explicar que han retirado la obra tal y como solicitó el ministerio y que está siendo analizada por especialistas, sin aportar más detalles. Cultura afirma que la pieza no está bajo su custodia.
La especialista italiana contrastó el tamaño, entre otras características técnicas, con dos inventarios que conoce casi de memoria porque está inmersa en un estudio sobre la época napolitana de Caravaggio. El que hizo en 1631 Juan de Lezcano, embajador de España ante la Santa Sede; y el del virrey de España, conde de Castrillo, que, según otro documento, poseía el cuadro Salomé con la cabeza del Bautista (se expone en el Palacio Real) y un Ecce homo, y que ambos viajaron a España con su propietario en 1659. Las características coincidían. El profesor Causa también sitúa en esta etapa la pieza: “Podría pertenecer al periodo napolitano del maestro barroco y dataría de entre 1606 y 1607”. Para el experto, este hallazgo es una señal de esperanza en este periodo. “Al otro lado del túnel está Caravaggio”, concluye.
Acontecimiento especial
Terzaghi, como otros tantos expertos del mundo del arte, se dio cuenta de que estaba ante un acontecimiento que sucede en pocas ocasiones. Una pieza de gran importancia, desconocida, mal atribuida y con un bajo precio de venta porque los propietarios y la casa de subastas no supieron valorar su relevancia. “Que te toque el euromillón si eres un galerista o un anticuario”, dice una fuente conocedora del sector. “El mundo del arte se tensiona al máximo cuando aparece una obra de estas características. Se podía iniciar una cadena sucesiva de reventas que podía dejar un margen de beneficios extraordinario”. Esta misma fuente explica que Robilant + Voena, uno de los anticuarios más importantes del mundo, había liberado 20 millones de libras esterlinas (más de 23 millones de euros) para que fuera su puja máxima. Según los cálculos de esta fuente, la pieza, una vez trasladada a Londres, podría haber sido vendida por un precio “en torno a los 100 millones de libras esterlinas (más de 115 millones de euros)”. Es decir, 80 millones de beneficio.
Antes de que esta situación ocurriera, el Museo del Prado avisó al Ministerio de Cultura para que activara el procedimiento por el que el pasado miércoles, un día antes de la subasta, se decretó la inexportabilidad del cuadro, una medida cautelar que impide que salga del país. La pinacoteca, tras semanas de trabajo, envió “un informe resumido, claro y directo” de unas cuatro páginas, relata otra fuente conocedora de este proceso, a la Junta de Calificación de Bienes de Patrimonio Histórico, responsable de convocar la reunión de urgencia que paralizó la puja. El siguiente paso depende de la Comunidad de Madrid, la administración responsable de calificar la pieza de Bien de Interés Cultural (desde este viernes el cuadro ya está protegido, una medida que se confirmará en el boletín oficial de la Comunidad de Madrid la próxima semana), una categoría que permitirá iniciar el proceso de verificación del cuadro. Esto lo hará quien decidan los propietarios. Puede ser un organismo del Estado o uno privado. Si la familia decide vender la obra una vez se verifique, el Estado tiene derecho de tanteo.
Babelia
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