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Doña Militana, guardiana de historias y canciones de más de 700 años

Reconocida como la más grande baladista medieval de Brasil, la cantante fallecida en 2010 guardó en su memoria parte del pasado de Brasil y la península Ibérica

El País
São Paulo -
Militana Salustino do Nascimento
Militana Salustino do Nascimento, más conocida como Doña Militana.Prefeitura São Gonçalo do Amarante (Agência)

“¿Tienes miedo? ¿Tienes miedo? Estoy vieja, acabada, pero no tengo ningún miedo”, dice Doña Militana en la apertura del documental sobre su vida y obra, de Hermes Leal, para explicar de inmediato que está bromeando. Luego advierte, un poco en serio, un poco en broma: “No juegues conmigo”. Militana Salustino do Nascimento, quien falleció en 2010 y cumpliría 96 este viernes, guardaba en su memoria canciones e historias ibéricas de más de 700 años, que heredó de su padre, Atanásio Salustino do Nascimento, un maestro del fandango.

De niña, Militana trabajaba en el campo; mientras sembraba o tejía cestas, escuchaba a su padre cantar. Muchas de sus canciones contaban historias de una época pasada de reyes, reinas, guerreros y amantes medievales, historias que Militana nunca olvidó. Nacida en 1925 en São Gonçalo do Amarante, en Rio Grande do Norte, el talento de Militana recién llegó a ser reconocido en Brasil en la década de los noventa, cuando fue descubierta por el folclorista Deífilo Gurgel. El especialista fue tras el padre de Militana, pero Atanásio ya había muerto. “Busqué durante 10 años las baladas medievales, que eran su especialidad. Y doña Militana, entre todas las personas que investigué, se destacó. Conocía todas las cualidades de las baladas ibéricas y brasileñas. Cuando entrevistaba a una persona, si me cantaba 10, 12 canciones ya estaba muy feliz. Doña Militana me cantó 33 canciones”, dijo Gurgel.

El éxito se retrasó, pero llegó a tiempo para permitir la grabación del triple álbum Cantares, integrado por 54 canciones, algunas de ellas creadas por la propia Militana, según su hija Benedita Nogueira. La riqueza cultural de esas canciones contrastaba con la humildad de su hogar, tan pobre como el de la mayoría de sus vecinos del pequeño São Gonçalo do Amarante. Parte de esa precariedad se corregiría un año antes de su muerte, cuando el ayuntamiento local le otorgó una pensión vitalicia. Años antes, en 2005, recibió el máximo reconocimiento de la cultura popular brasileña, otorgado por el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

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