Una misión arqueológica descubre el monasterio cristiano más antiguo de Egipto
El hallazgo cambia lo que se conocía hasta la fecha acerca del surgimiento del monacato en el país
Una misión arqueológica franco-noruega ha anunciado este fin de semana el hallazgo del que consideran el monasterio cristiano más antiguo de Egipto del que se conservan ruinas, lo que obligaría a revisar lo que se conoce hasta ahora sobre el inicio del monacato en el país. El lugar, construido a mediados del siglo IV, se encuentra en un yacimiento en el oasis de Bahariya, en el Desierto Occidental, a unos 300 kilómetros al sur de El Cairo.
El monasterio se sitúa fuera del mapa del monacato del siglo IV que dibujan las fuentes escritas de los primeros historiadores del cristianismo, que no mencionan esta zona como habitada por monjes en aquella época, asegura Victor Ghica, jefe de la misión. Ghica sugiere que aquellos historiadores querían construir una imagen determinada del monacato centrada en las figuras de Antonio Abad y Pacomio, generalmente reconocidos como los fundadores de este movimiento, una noción que ahora cambia con este descubrimiento.
“Tenemos la certeza de que nos encontramos ante un [monasterio] del siglo IV por el buen número de evidencias sólidas, [como] cerámica, datación por radiocarbono, material de vidrio o el análisis de monedas”, explica Ghica. “Fue fundado a mediados del siglo IV y eso es lo más importante, porque lo convierte en el más antiguo conocido arqueológicamente en Egipto”, agrega el también profesor de Antigüedad y de Estudios Cristianos Antiguos en la Escuela MF Noruega de Teología, Religión y Sociedad, en Oslo, que empezó a trabajar en esta excavación hace más de una década.
“Estas excavaciones revelan una imagen del monacato temprano diferente de la que ofrecen los textos oficiales de la Iglesia. Demuestra que esos textos se produjeron con una agenda política en mente, intentando crear una determinada visión del monacato que estaba centrada en esas figuras fundadoras. Pero eso era propaganda de la Iglesia,” desliza Ghica. “No discutimos que esas figuras fueron fundadoras del movimiento monástico, sino que existieron otros grupos”, detalla, y “el sitio demuestra que el monacato temprano era más rico de lo que nos dicen las fuentes literarias”.
Las autoridades egipcias, que no han dedicado al hallazgo su atención habitual, no han avalado por ahora las conclusiones de la misión arqueológica. En este sentido, un breve comunicado del Ministerio de Antigüedades y Turismo egipcio difundido el sábado evita referirse al lugar como un complejo monástico, a pesar de que señala que incluye restos de tres iglesias, habla de monjes y fecha algunas construcciones al siglo IV.
En su totalidad, el monasterio consta de seis sectores, que se encuentran a unos 100 metros de distancia entre ellos y están construidos principalmente a base de bloques de basalto, ladrillos de barro y una serie de construcciones excavadas parcial o totalmente en el suelo, según Ghica y el comunicado oficial. Se trata de un modelo de monasterio conocido como lavra que es propio de las tradiciones cristianas orientales, nota Ghica, que asegura que se encuentra “increíblemente bien conservado”.
El grupo de arqueólogos ha determinado también que el complejo estuvo ocupado desde mediados del siglo IV hasta el siglo VI, cuando fue esencialmente abandonado, pese a que continuó siendo visitado hasta dos siglos más tarde. Su época de máximo esplendor, sin embargo, tuvo lugar en el siglo V y hasta principios del siguiente, según ponen de relieve elementos como la cerámica, los documentos escritos o monedas hallados allí. Ghica observa, además, que el sitio se encontraba a unos dos kilómetros del poblado más cercano de la época romana que se conoce, aunque estaba muy cerca de un camino de caravanas.
“Esto es interesante [porque] el aislamiento de los monjes que leemos en textos literarios es relativo. Están aislados, sí; pero nunca están demasiado lejos, porque necesitaban cosas: no había tierras agrícolas en los alrededores, así que dependían de aldeas cercanas para su alimentación, o de los viajeros que frecuentaban estos caminos”, cuenta Ghica.
Los hallazgos también arrojan luz sobre los monjes que habitaban el complejo. En este sentido, Ghica explica que los religiosos vivían de forma independiente y en pequeña comunidad, pero que se reunían con los demás. Además, señala que se han encontrado objetos cotidianos como restos de ollas de cocina en hornos, pelos de animales por todas partes y textos bien preservados en las paredes. “Tenemos una imagen muy clara de la vida cotidiana de los monjes”, asegura el jefe de la misión, “es como si abandonaras un apartamento y alguien viniera 1.500 años después y encontrara todas tus cosas allí”.
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