Málaga se vuelca con los Goya, pese a todo
Unas 300 personas se dan cita frente al Teatro Soho Caixabank con ganas de disfrutar de un pedacito de la 35ª gala de los premios del cine español más extraña, con apenas una treintena de invitados
A pesar de la apatía del enésimo día de nubes grises en Málaga, tres adolescentes llevaban rondando el Gran Hotel Miramar desde las 13.00. Se habían colocado en uno de sus laterales a partir de las seis, optimistas por ver alguna cara conocida. Por ahí pasarían los coches que llevarían a actores y actrices hasta el Teatro Soho Caixabank, pero hasta entonces, había que tirar de buena vista. La entrada principal al establecimiento donde se celebra la escueta alfombra roja de la 35ª gala de los Goya les quedaba a unos 50 metros. “¿Quién es la del vestido amarillo? ¿Te suena aquel de la chaqueta negra?”, se preguntaban Laura Frías, de 16 años, Sofía Medina y José Márquez, ambos de 15. Apenas medio centenar de personas se contorsionaban para mirar entre las ramas de los ficus del jardín que rodea al hotel, sin suerte. “No hemos visto a nadie”, decía Vanesa Acosta, sin especial ilusión por estar allí, pero obligada a acompañar a su hija Paula y su amiga Noa, de 13 años.
Una ristra de Lexus aparcados esperaba a que la treintena de actores y actrices paseasen por la alfombra roja, instalada en los salones reales del alojamiento. Mientras, en el exterior, los chóferes se acicalaban mirándose en la pantalla de sus teléfonos móviles, el interior del Gran Hotel Miramar la actividad bullía. Operadores de cámara y fotógrafos acreditados ―PCR obligatoria bajo el brazo― capturaban los posados de la fiesta del cine más extraña, marcada por la distancia social y las conexiones por internet. La escasa presencia de invitados lo dice todo: poco más de 30, frente a los 3.200 del año pasado. “Ha sido muy difícil, ha habido que ir improvisando prácticamente desde el inicio. Desde junio hemos tenido 10, 12, 15 galas. Ha habido que surfear la situación”, explicaba Antonio Banderas, anfitrión en su Teatro Soho, pero también guionista, director y presentador de la gala junto a la periodista María Casado.
Antonio de la Torre, uno de los encargados de entregar los premios, era de los primeros en pisar la alfombra roja. Explicaba sus sensaciones encontradas entre la emoción de acudir a la ceremonia y cierto respeto ante la situación por la pandemia. Aitana, Nathy Peluso o Vanesa Martín, nombres que aportan la música a la celebración, también posaban pronto para las cámaras. Les seguían Paz Vega, Belén Cuesta o Juan Antonio Bayona. Un goteo de invitados que cumplía a rajatabla los protocolos: todos siempre muy alejados unos de otros, mascarillas en el rostro y grandes dosis de paciencia. Tras el paseíllo, tocaba subir a los vehículos que les llevarían hasta el teatro, a poco más de kilómetro y medio de distancia.
Unas 300 personas esperaban a las puertas del teatro, superando “por mucho” la previsión de las fuerzas de seguridad, que trataban de que se cumpliera la distancia de seguridad. “Es imposible, no hay manera”, decía un agente de la Policía Local. La mayoría eran veinteañeros con ilusión por ver a dos mujeres en concreto: Aitana y Nathy Peluso. “Hay bastante gente, nos ha sorprendido”, insistía la familia formada por Lucía y Chema y su hija, Loli. A su lado, la clientela de las terrazas ―que estrenaron el viernes el nuevo horario que les permite abrir hasta las 21.30― apuraba cervezas y gintonics entre selfis con las luces del Teatro del Soho de fondo. La policía avisaba de los horarios y recordaba el toque de queda a las 22.00. “Seguro que todo el mundo apura, pero hay que irse”, añadía otro agente. Apenas caía una gota suelta, nada comparado con la tormenta del año pasado. Málaga, a pesar de la lluvia y la pandemia, se ha querido volcar con los Goya.
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