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Muere Hilton Valentine, guitarrista de The Animals

‘La Casa del Sol Naciente’ fue uno de los discos clave de los años sesenta

Diego A. Manrique
Hilton Valentine, durante una sesión de grabación en Londres, en 1964.
Hilton Valentine, durante una sesión de grabación en Londres, en 1964.Stanley Bielecki/ASP (Getty Images)

Hilton Valentine, guitarra solista de los británicos The Animals, ha muerto a los 77 años, en Connecticut (Estados Unidos). Quizás no sea un nombre célebre, pero el arpegio con que se abría su versión de The House of the Rising Sun (1964) fue la primera lección para millones de aspirantes a guitarristas en todo el mundo.

Nacido en 1943 en North Shields, pueblo pesquero en los alrededores de Newcastle, se forjó musicalmente –como sus coetáneos de los Beatles- haciendo skiffle, un folk primitivo que funcionaba como escalera para acercarse a los misterios del rock & roll. Al frente de The Wildcats, destacaba por su entrega escénica. Y llamó la atención de Chas Chandler, el hombre que luego descubriría a Jimi Hendrix, que le propuso incorporarse a la banda en la que tocaba, el Alan Price Combo.

Newcastle, ciudad obrera, tenía mucha música en directo. Aunque el combo interpretaba un jazz centrado en los teclados de Price, pronto evolucionó hacia el rhythm and blues que fascinaba a los más jóvenes. Con la entrada del cantante Eric Burdon, conocido en el ambiente como El animal, el grupo se rebautizó como The Animals. Su potencia impresionó al público londinense a finales de 1963, cuando actuaron en el Crawdaddy, local donde habían despegado los Rolling Stones. Eso les facilitó un contrato de grabación con Mickie Most, cantante pop reconvertido en productor independiente.

Most acentuó el dramatismo de sus nuevos protegidos. Y se arriesgó a grabar un tema que rompía los esquemas del momento, por duración, ritmo lúgubre y temática escabrosa. The House of the Rising Sun era una balada ancestral, un lamento por las chicas jóvenes que se dedicaban a la prostitución en Nueva Orleans. El desgarro de Burdon destacaba en una interpretación sobria, fruto de un trabajo colectivo. Sin embargo, cuando llegó la hora de rellenar el formulario de autoría, se apuntó el nombre del organista como único responsable del arreglo. Cuando sus compañeros descubrieron la jugada, Price abandonó los Animals para iniciar carrera como vocalista; siempre se negó a rectificar aquella atribución, que le ha proporcionado millones de libras a lo largo de más de medio siglo.

Cierto que nadie imaginó que aquello se convertiría en un clásico, aparte del pistoletazo de salida para el fenómeno del folk-rock. Un acierto que no pasó desapercibido para Bob Dylan, que un par de años antes había registrado La Casa del Sol Naciente en versión desenchufada y que planeaba recurrir a los instrumentos eléctricos. Los Animals no eran muy conscientes de lo que habían montado: el régimen de trabajo les obligaba a girar constantemente; incluso actuaron en España, donde se convirtieron en referencia para Lone Star y otros conjuntos que querían sonar negros.

Al no tener grandes compositores en sus filas, los Animals se especializaron en lecturas dinámicas de temas de figuras legendarias como John Lee Hooker (Boom boom) o Nina Simone (Don’t let me be misunderstood). Una genialidad de Mickie Most fue indagar en el repertorio del Brill Building neoyorquino, compositores profesionales que, a mediados de los sesenta, estaban elaborando canciones más adultas. Así surgieron barbaridades como Don’t bring me down, de Carole King y Gerry Goffin, o We’ve gotta get out of this place, de Barry Mann y Cynthia Weill. El contundente mensaje de esta última –”tenemos que salir de este lugar”- resonaría particularmente entre los reclutas estadounidenses enviados a Vietnam.

Lo que acabó con el grupo fue el descubrimiento del LSD. Burdon se reconvertiría en predicador del hippismo, con diferentes Animals. Valentíne entró en una etapa de recogimiento religioso, de la que saldría en 1969, para grabar un disco psicodélico, All in your head. En las décadas posteriores, trabajaría en el circuito de la nostalgia, tanto en solitario como en las reuniones de The Animals.

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