Calígula, no tan malo en realidad
Una nueva biografía del historiador Stephen Dando-Collins desmonta algunos mitos en torno al tercer emperador romano, sinónimo de poder depravado y brutal
Solo reinó durante cuatro años, entre el 37 y 41, y murió despedazado por la Guardia Pretoriana cuando tenía 29. Su sucesor, su tío el emperador Claudio, trató de borrar su memoria fundiendo monedas, descabezando estatuas, revirtiendo sus leyes. Pero es evidente que no lo logró. Si hay un nombre que resuena en la actualidad desde la antigüedad romana, como sinónimo de depravación, pero también de la fascinación por el poder, ese es Calígula, apodo por el que detestaba ser conocido, que hacía referencia a unas sandalias de legionario que vistió de niño. Su nombre era Cayo Julio César Augusto Germánico y fue el tercer emperador romano.
El historiador y escritor australiano Stephen Dando-Collins acaba de publicar Calígula. El emperador loco de Roma (La Esfera de los Libros, traducción de Gonzalo Quesada), una detallada biografía que trata de desmitificar alguna de las leyendas de maldades sin fin que circulan en torno al emperador. Su conclusión es que algunas son falsas, como que convirtiese su palacio en un burdel en el que obligaba a prostituirse a las mujeres de la nobleza o que se acostase con sus tres hermanas; pero muchas otras son ciertas, sobre todo las atroces crueldades y asesinatos caprichosos que se le atribuyen. Sin embargo, eso no le diferenciaba del resto de los emperadores romanos, incluso de los que tienen mucha mejor fama como Marco Aurelio, responsable de las peores persecuciones de cristianos.
“Habiendo investigado y escrito sobre Calígula en varios libros durante las últimas décadas, sabía cuáles eran las fuentes históricas más fiables e informativas”, explica en una conversación por correo electrónico Dando-Collins (Launceston, Tasmania, 70 años), autor de numerosos ensayos, entre ellos un valioso e informativo relato del incendio de Roma en la época de Nerón, Arde Roma (Península), bastante desmitificador. “Desafortunadamente, hasta el día de hoy, algunos historiadores y biógrafos se han acercado a Calígula con una visión fija y despectiva del joven emperador como ‘loco’ y ‘malo’ desde su nacimiento. Yo me propuse presentar una visión mucho más tridimensional de Calígula. Sus familiares fueron asesinados, y vivió bajo la amenaza de sufrir el mismo destino durante años. Para complicar las cosas, fue obligado a vivir con su tío abuelo pedófilo Tiberio. Los lectores han expresado cierta simpatía por Calígula, una vez que se dieron cuenta de la infancia aterrorizada que tuvo, y porque probablemente padeció un trastorno bipolar a partir de los 20 años”.
Nunca nombró cónsul a su caballo favorito, aunque sí amenazó con hacerlo para humillar al Senado, y Dando-Collins tampoco cree que matase a su hermana Drusila embarazada, arrancando el bebé de su vientre mientras todavía estaba viva. Sí le atribuyen atrocidades cometidas en una época de tiranos sanguinarios. Por ejemplo, cuando llegó al poder, quemó públicamente todas las denuncias que habían llegado contra su familia en época de Tiberio, acto que el pueblo aplaudió. En realidad, las escondió para utilizarlas unos meses después, asesinar a todos los que aparecían en ellas y quedarse con sus posesiones. Su humor era caprichoso y sádico, fue un megalómano con un ego descomunal, siempre abierto al elogio y alérgico a la crítica y cualquiera que estaba cerca de él podía jugarse la vida. Pero, de nuevo, tampoco había mucha diferencia con la mayoría de los emperadores anteriores y posteriores. Una frase que se le atribuye refleja su forma de gobernar: “Que me odien, siempre que me teman”.
La fascinación por Calígula también ha tenido su reflejo en la arqueología. The New York Times relataba esta semana que, si la pandemia lo permite, se abrirá al público en primavera el Museo Ninfeo de la Plaza Vittorio Emmanuele de Roma, que recupera objetos relacionados con el emperador, así como los escasos restos de su parque privado favorito, los Jardines de Lamiano. Justamente, con motivo de esta publicación, la gran latinista, profesora de Cambridge y autora de libros como SPQR, Mary Beard, que dirigió en 2013 un documental sobre Calígula que se puede ver en Filmin, entró en el debate a través de la red social Twitter: “Hay una correlación muy fuerte entre los emperadores romanos que son monstruos y los que son asesinados. Es un tema del libro que estoy escribiendo. No significa que Calígula fuera un encanto (ese error se comete a menudo). Quiere decir que su reputación póstuma no te dice nada”.
Algunos grandes autores de la antigüedad, Suetonio, Tácito, Dión Casio, Séneca, Flavio Josefo o Filón de Alejandría, escribieron sobre Calígula, algunos como testigos de los hechos y otros de oídas, años o décadas después. Sobre todo Suetonio y Tácito, que cimentaron su conveniente mala fama cuando ya reinaba en Roma la dinastía de los Antoninos. Ninguna obra contemporánea ha tenido tanta influencia sobre nuestra visión de los Julio-Claudios, y del sadismo de Calígula, como Yo, Claudio, de Robert Graves, y la serie de televisión de la BBC basada en esta novela. Pese a estar escrita por Gore Vidal, la película de 1979 dirigida por Tinto Brass y producida por el editor de Penthouse le convirtió en un personaje de porno blando y no ayudó mucho al rigor histórico.
Dando-Collins trata de navegar en medio de esta confusa variedad de fuentes y leyendas para construir, también utilizando los últimos descubrimientos arqueológicos, un personaje complejo, asesino, sin duda, pero también víctima: su familia fue perseguida sin piedad por Tiberio –en este caso, no hay debate entre los historiadores sobre el carácter cruel, degenerado, repulsivo y letal del segundo emperador romano–, que tenía celos de su padre, el exitoso y muy popular general Germánico, y Calígula pasó toda su infancia temiendo por su vida y sometido a todo tipo de abusos sexuales.
“Incluso Suetonio nos dice que a los 14 años Calígula mostraba un comportamiento ‘ejemplar’ y ‘obediente’, ya que intentó durante toda su infancia y adolescencia evitar ser asesinado como sus padres y hermanos mayores por ser una amenaza para el emperador”, señala Dando-Collins. “Y Calígula no era un fanático del sexo. Fue obligado por su abuelo Tiberio a hacer tríos homosexuales cuando era adolescente, pero no consta que haya participado en orgías en ningún momento de su vida. Tampoco las afirmaciones de que tuvo sexo con sus hermanas resisten el escrutinio. Ordenó a las esposas de varios senadores que tuvieran sexo con él, para humillar a sus maridos. Pero una vez que se casó, fue fiel a su esposa, a la que parece haber amado mucho”.
Al final, la fascinación por Calígula esconde la irresistible atracción por el mal, pero también por el poder. Como dice Mary Beard en su documental: “En la historia de Calígula se juntan por primera vez todos los elementos de la tiranía tal y como la concebimos actualmente. Y por eso tal vez dejó una huella tan profunda en nuestro mundo. Desde hace dos mil años nos obliga a reflexionar sobre el poder y sus abusos”.
Calígula y Trump
El tercer emperador romano siempre ha estado de moda, pero en los últimos cuatro años ha estado especialmente de actualidad por la presencia en la Casa Blanca de un gobernante megalómano, ególatra, caprichoso y, como hemos visto tras el asalto al Capitolio, peligroso. Tantos autores han comparado a Donald Trump con Calígula –el historiador Tom Holland, el premio Nobel Paul Krugman, el periodista Michael Wolf– que Dando-Collins dedica el último capítulo de su libro al asunto. “Fue el número de comentaristas de todo el mundo que compararon a Donald Trump con Calígula lo que, en parte, me inspiró a embarcarme en esta biografía. Algunas de las comparaciones se sostienen, otras no. También sugerí que, como Calígula, Trump sólo duraría cuatro años en el cargo antes de que algunas personas cercanas se volvieran contra él, como ha resultado ser el caso”.
Babelia
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