Muere Enrique Pineda Barnet, cineasta cubano que rescató el melodrama musical
El director, uno de los grandes del país, fallece en La Habana a los 87 años
Reconocido internacionalmente por La bella del Alhambra, primera película cubana en ganar un premio Goya (1990), luego de batir todos los récords de taquilla en su país, Enrique Pineda Barnet era uno de los grandes del cine cubano, aunque sus largometrajes de ficción no fueron tantos, pues siempre eligió el riesgo de la experimentación creativa y del decir inteligente a las zonas de confort. Pineda Barnet falleció el 12 de enero en La Habana, a la edad de 87 años, pero hasta el último día fue un hombre joven, con la mente abierta y un sentido del humor culto y apabullante, cualidades que despertaban admiración en las nuevas generaciones de documentalistas y cineastas cubanos, quienes siempre encontraron la puerta abierta de su casa para recibir ayuda o consejos.
Fue uno de los fundadores de la legendaria sociedad cultural Nuestro Tiempo, y aunque su vocación primera fue la música, desde muy pronto comenzó a escribir y se dedicó a la dramaturgia y al mundo de las tablas. En 1962 entra como guionista al recién creado Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), donde al año siguiente realiza su primer gran documental, Giselle, un acercamiento a la bailarina Alicia Alonso y al mundo de la danza, pero desde el lenguaje cinematográfico, filme que todavía hoy sigue siendo de referencia en un país de balletómanos.
Luego participó en una de las grandes aventuras del cine cubano, el rodaje de Soy Cuba (1964), película del director ruso Mijaíl Kalatózov, en la que fue asesor y coautor del guion con el poeta Evgueni Evtushenko. Soy Cuba pretendía narrar la epopeya del triunfo de la naciente revolución con una estética y un lenguaje épico, muy a la soviética, pero resultó un estrepitoso fracaso, tanto en Moscú como en La Habana. Pineda Barnet siempre renegó de ella. “No entendieron nada”, dijo tras el estreno, y esa opinión ni siquiera varió cuando, veinte años después, la película maldita de Kalatózov —que desde el punto de vista de la fotografía era impresionante, con unos planos secuencia impactantes— fue redescubierta por Martin Scorsese y Francis Ford Coppola, que la consideraron una obra maestra. Pineda Barnet —recuerda el crítico cinematográfico Luciano Castillo— dijo hasta el último momento que Soy Cuba no era “nada para estar aplaudiendo”.
Cosmorama (1964) fue el primer corto experimental que dirigió y llamó la atención de la crítica. Después hizo muchos documentales, algunos de ellos dedicados a héroes revolucionarios, pero siempre manteniendo la distancia y profundizando en lo humano, pues enfocar al hombre con sus contradicciones fue siempre una constante en su cine y su pensamiento.
Colaboró también en el guion de Queimada, de Gillo Pontecorvo, y en 1983 dirigió Tiempo de amar, que sigue la relación de una pareja obligada a separarse durante la crisis de los misiles de 1962. Pero fue con el musical La bella del Alhambra (1989), inspirado en la novela testimonial Canción de Rachel, de Miguel Barnet, que le llegó el éxito y el reconocimiento nacional e internacional.
La película, concebida como un gran homenaje al teatro bufo cubano y a la música y las tradiciones criollas que afloraron en ese coliseo vernáculo que fue el teatro Alhambra, en tiempos de la República, se convirtió en pasión nacional en Cuba, con dos millones de espectadores en tres meses. En 1990 fue distinguida con el Goya a la mejor película extranjera de habla hispana.
Más que un musical, decía Pineda Barnet, La bella del Alhambra “es un melodrama musical, o un melodrama con música”. Defendía que el melodrama era “un género dramático tan válido como la tragedia, la comedia, la picaresca, la farsa, o cualquier otro”, asegurando que su película pretendía rescatar “tradiciones teatrales y la esencia de nuestra música cubana, tratando de hacer sonar nuestra tradición musical con timbres nuevos y con imágenes nuevas para los nuevos ojos y los nuevos oídos: la juventud”.
Docencia y juventud eran muy importantes para Pineda Barnet, premio Nacional de Cine en 2006 y durante años profesor de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños. Cuando ibas a visitarlo a su casa del Vedado, siempre encontrabas a algún cineasta novel o estudiante debatiendo con él proyectos, para los que siempre ofrecía su apoyo y colaboración. Cuando irrumpió la tecnología digital en el cine él ya era todo un veterano, pero se lanzó con entusiasmo al cambio y fue uno de los primeros en rodar con las nuevas cámaras. Así realizó La anunciación, filmada en una sola locación y reconocida con el Gran Premio del Festival de Cine Pobre de Humberto Solás. La película tenía por lema: “Ámense, por encima de todas las diferencias, pues no hay mayor amparo que nosotros mismos”.
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