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ENTREVISTA

Viaje al interior del cuerpo humano con Bill Bryson

El autor de 'Breve historia de casi todo' habla en su casa de Londres de su nuevo libro, 'El cuerpo humano', un viaje al continente más cercano y fascinante de todos

Jacinto Antón
Ilustración de Miguel Ángel Camprubí.
Ilustración de Miguel Ángel Camprubí.

Es difícil no llegar a la entrevista con Bill Bryson sintiéndote raro. Con todo lo que explica en su último libro sobre las partes de nuestro cuerpo y su funcionamiento, recalcando el verdadero milagro de que esto pite, no paras de estudiarte, auscultarte, palparte, rascarte y ser consciente de la precaria amalgama que te compone. Haciendo tiempo ante la casa del escritor en Londres, junto a un gran parque en Fulham, uno se encuentra dándole vueltas con cierta angustia a qué tal anda de corpúsculos de Meissner, si sufre del síndrome de Anton Babinski —en el que el paciente se queda ciego pero se niega a creerlo— o a cómo diablos le caben los 12 metros de epidídimo en el saco escrotal, que ya es prodigio.

Bryson ha escrito un ensayo, El cuerpo humano, guía para ocupantes (RBA, 2020, traducción de Francisco J. Ramos Mena) que combina la fascinación —y hasta la alegría— por lo extraordinario, maravilloso y robusto de nuestro diseño con la aprensión ante todo lo que puede fallar (lamentablemente muchísimo). En sus páginas, se pasa revista a la piel, el esqueleto, los pulmones, la cabeza, las tripas, la boca, las enfermedades (en el delirio de Cotard la víctima cree estar muerta y no hay manera de convencerla de lo contrario) o el dolor, y se asiste a una disección. Como es marca de la casa, el autor estadounidense (Des Moines, Iowa, 1951), británico de adopción, sazona este asombroso viaje al cuerpo con curiosos datos (durante nuestra vida damos 200 millones de pasos y segregamos ¡90.000 litros de saliva!, tenemos que comer en un día lo que un cocodrilo necesita en un mes), impagables anécdotas, grandes pacientes (la mujer que de tanto rascarse la cabeza llegó al cerebro), figuras históricas sensacionales en su sabiduría, abnegación, crueldad o estulticia (ahí está Falopio, famoso por sus trompas, al que le entregaron un criminal vivo para que lo sacrificara a fin de estudiarlo, o William Harvey, tan desesperado por encontrar cadáveres que analizar que diseccionó a su padre y a su hermana), y muchísimo humor. Uno no puede dejar de reírse ante la descripción de la tremenda extracción de cálculos en vivo que le perpetraron al diarista Samuel Pepys en 1658 (Pepys no se rio nada), la explicación de las dificultades inherentes al estudio de las flatulencias o ventosidades, o al imaginar al ilustre Desmond Morris revestido de Camilo José Cela y constatando una eyaculación humana de casi un metro (la “distancia media de alcance”, apunta minucioso Bryson, es de entre 18 y 20 centímetros).

"Hay casi 8.000 cosas que pueden matarnos, según la OMS, y es un hecho que escapamos de todas menos de una"

El escritor se muestra muy cordial aunque algo fatigado (está de obras en casa) y sonríe cuando se le señala que leer su libro le hace a uno extrañamente consciente de cuántos elementos anatómicos (músculos, tendones, huesos) se ponen en funcionamiento al darse —como hacemos— la mano. “La mano es un miembro muy especializado, parte de lo que nos ha hecho lo que somos, seres humanos civilizados; permite arrojar cosas, protegernos y tiene mucha sensibilidad; a mí me fascina especialmente la muñeca, tan bella, una magnífica pieza de ingeniería”.

La conversación propiamente dicha empieza con Raquel Welch, a la que no por nada llamaban El Cuerpo. Somos muchos los que aún relacionamos los glóbulos blancos con ella. Bryson, curioso por naturaleza, alza una ceja en la cocina de su residencia londinense (tiene otra en la campiña, en Hampshire). ¿Cómo?, ¿no recuerda el escritor la película de Richard Fleischer en la que le meten a un tipo en coma en el torrente sanguíneo un submarino en miniatura cuya miembro más notable de la tripulación es la Welch? Al sumergible lo atacaban los glóbulos blancos, unas entidades gomosas, y la actriz escapaba buceando en la sangre enfundada en neopreno... “Es cierto, es una notable película, recuerdo cuando se estrenó, en 1966, pero nunca la vi, por lo que dice me gustaría verla”. Era más fácil estar a favor de Raquel Welch que de los glóbulos blancos. Bryson ríe de buena gana, “sin duda, pero los glóbulos blancos son muy interesantes y los inmunólogos consideran a unos de ellos, los linfocitos, las células más inteligentes de todo el cuerpo: por su habilidad para identificar a los intrusos que nos invaden y decidir la forma de destruirlos”. El escritor habla con admiración de los linfocitos T, “la élite, los de operaciones especiales del sistema inmunitario”, que se crean en el timo, uno de esos órganos, subraya, que muchos ni sabemos que poseemos, como el ya mencionado epidídimo (los hombres), o el píloro.

El escritor Billy Bryson, en el jardin de su casa situada en el barrio londinense de Fulham, el 14 de febrero.
El escritor Billy Bryson, en el jardin de su casa situada en el barrio londinense de Fulham, el 14 de febrero.CARMEN VALINO

La lectura de El cuerpo humano, guía para ocupantes provoca una alarmante sensación de fragilidad. “Sí y no; por un lado, el cuerpo efectivamente es frágil, puedes morir en un instante, atropellado por un autobús, en cualquier momento. Pero, por otro, el cuerpo siempre nos está cuidando y somos muy resistentes, y eso pese a lo mal que nos portamos, el poco ejercicio que hacemos y la cantidad de basura que comemos. En realidad, dado que hay casi 8.000 cosas que pueden matarnos, según una detallada lista de enfermedades y problemas de la Organización Mundial de la Salud, es un hecho que escapamos de todas menos de una, lo que no está mal”. Bryson añade que no debemos perder el tiempo angustiándonos por nuestra caducidad. “No somos nada y esto pasa rápido y cuando se acaba se acaba, a veces más pronto que tarde, pero la vida es un milagro y hay que apreciar el esplendor de estar vivo”. ¿Cree que hay algo después? “No es el tema, eso es una cuestión de fe y no de ciencia”.

¿Qué parte del cuerpo es su favorita? Bryson ni se lo piensa (y valga la frase). “El cerebro. El objeto más extraordinario del universo y eso que parece tofu o budín. Es fundamentalmente lo que nos hace diferentes de otras criaturas. Nuestro corazón, nuestros pulmones, no son distintos de los de un gato o un caballo, pero el cerebro, el cerebro es nosotros”. Una de las cosas que da que pensar su libro es ese extraño tesón, que Bryson destaca, con el que nuestros componentes se unen para formar una entidad y una consciencia. “Me parece extraordinario, un milagro, más de 37 billones de células independientes se juntan y crean un ser humano capaz de pensar, amar y reflexionar sobre su propia identidad”. En este viaje al cuerpo, ¿ha encontrado algo que explique la conciencia? Bryson tarda en contestar. “No, definitivamente. Personas mucho más inteligentes y preparadas se han hecho esa pregunta y no hay consenso. En todo caso la cuestión es filosófica, no anatómica. Sentimos la conciencia, pero ¿cómo definirla? Fisiológicamente no sabemos lo que es pensar”. Pero parecemos ser más que nuestras partes, esos 59 elementos —con un coste de 110.000 euros por ser humano, como se apunta en el libro— y siete mil billones de billones de átomos que nos componen. “Sí, sin embargo yo lo que he intentado es entender y explicar cómo funcionamos, no qué nos hace funcionar. Comprender cómo estamos ensamblados, qué hace cada uno de nuestros órganos. La verdad, personalmente estaba algo avergonzado de no saber cómo funciona mi cuerpo”. Bryson ha tenido experiencia médica: trabajó dos años en los setenta en un hospital psiquiátrico de las afueras de Londres.

¿Qué parte del cuerpo es su favorita?  “El cerebro. El objeto más extraordinario del universo y eso que parece tofu o budín"

En el libro hay poco sexo. “Bueno hay un capítulo titulado Las partes pudendas y otro sobre la concepción y el nacimiento. Pero es verdad que el sexo es más social que anatómico y abordar temas como sexo y deseo me habría llevado a otro lado, a tratar el amor, por ejemplo. Aquí hablo de cómo funciona el cuerpo, no de cómo siente”. Hablando de funcionamiento, señala que si alguien sugiriera que los hombres tienen una zona cuyo potencial erógeno no estuviera aprovechado plenamente no hay duda de que se destinarían inmediatamente ingentes recursos a investigar el asunto. En cambio llevamos años dándole vueltas a lo del punto G, cómo lo tienen (o no) las mujeres.... “Parece increíble que aun hoy muchas cosas de la anatomía femenina, como el caso del Punto G, no se sepan con certeza”, reflexiona Bryson, que añade que “la ignorancia masculina respecto de la anatomía femenina parece bastante llamativa, sobre todo si se considera cuán interesados se muestran los hombres en conocerla en otros aspectos”. Según el autor, una encuesta a un millar de hombres sobre las partes íntimas de la mujer reveló que la mitad no sabían ni siquiera encontrar la vagina en un croquis.

Enfermedades

En un capítulo del libro (Cuando las cosas se ponen feas: las enfermedades) se aborda el tema tan actual de los brotes y las epidemias. Bryson, que afirma que nuestro principal enemigo ha sido la viruela, pero al infectar solo a los humanos “eligió al enemigo equivocado”, apunta que hay un gran peligro potencial ahí afuera y que en realidad es extraordinario que no haya desgracias planetarias más a menudo, aunque señala que la gripe es mucho más peligrosa de lo que la gente cree y mata entre 30.000 y 40.000 personas al año solo en EE UU. Dice que la razón por la que no hemos tenido, de momento, una epidemia realmente devastadora como la gripe española de 1918 (decenas de millones de muertos) no es porque hayamos estado especialmente atentos sino “porque hemos tenido suerte”. ¿Qué piensa del coronavirus? “Pude decirse muy poco, ni yo ni nadie, no sabemos aún suficiente y va a cambiar mucho”.

De la parte histórica de su libro se desprende que durante siglos lo mejor era mantenerse lejos de los médicos... “Es verdad”, ríe el autor,” lo que se llegaba a hacer, por ejemplo, antes del uso de la anestesia era espantoso”. ¿Qué es lo más increíble del cuerpo? “La cantidad de cosas que hace sin darnos cuenta, todo lo que te hace seguir vivo. Todo eso que va trabajando en tu interior durante décadas y que la mayor parte del tiempo no falla. Es fascinante todo lo que pasa ahí dentro y en lo que no nos detenemos a pensar ni un instante. Quizá el corazón sea el ejemplo más notable, bombeando día y noche con precisión”. El corazón, al que usted dice que le importa un bledo nuestra vida amorosa. “Es una gran incógnita porqué hemos identificado ese órgano con el sentimiento, pero también hemos conectado el hígado con el coraje”.

Desde el punto de vista del cuerpo, ¿es más fácil ser hombre o mujer? “No lo sé. Ellas dan a luz, que me parece el acto más doloroso de la naturaleza. Por otro lado los hombres suelen tener vidas más cortas y violentas. No obstante, las mujeres padecen más enfermedades autoinmunes que los hombres...”. El 60 % de los hombres son prácticamente calvos a los cincuenta. “Y la única cura conocida para la calvicie es la castración”, aporta Bryson.

Hay conexiones entre el cuerpo, “esta carne cálida y bamboleante”, como dice, y otro de sus grandes temas, Shakespeare, al que dedicó uno de sus mejores libros (Shakespeare, RBA, 2009), más allá de lo de Hamlet y la calavera. “Shakespeare era muy perceptivo con el cuerpo y especialmente con las emociones, no deja de sorprenderme su capacidad de explicar lo que es ser humano”. También se puede relacionar su último libro con En casa, una breve historia de la vida privada (RBA, 2011), por la sección sobre el peligro de caerte por las escaleras. Bryson vuelve a reír. “El sentido del humor es una buena herramienta para un escritor, yo diría que de las mejores. Mantiene enganchado al lector”.

Bryson tiene un aire físicamente a lo Ray Bradbury, al que dice no haber leído pero cuya infancia en Illinois se parece a la suya de Iowa, relatada en Aventuras y desventuras del Chico Centella (RBA, 2019). “Hay algo universal en una infancia feliz”, señala. “Es una suerte tenerla, y yo la tuve. Mi madre, Mary McGuire Bryson, tenía una disposición a la felicidad que yo he heredado. Considero una suerte y un privilegio estar vivo. Algo en verdad mágico. Con El cuerpo humano, guía para ocupantes, he querido comunicar eso, hay que agradecer continuamente estar vivos, porque luego estaremos muertos para siempre”. De la comparación con otro gran autor de ciencia-ficción, Isaac Asimov, que trató como él de entenderlo todo y explicarlo amenamente (Guía de la Ciencia, El universo, Cien preguntas básicas sobre la ciencia, Historia universal...), Bryson (Una breve historia de casi todo, RBA) dice que le halaga mucho, pero “él era más inteligente”. Pues parece usted saber de todo. “Ah, no, parafraseando a Woody Allen, he fracasado con la poesía y el jazz”.

Viajes y periodismo

Bill Bryson afirma habérselo pasado estupendamente trabajando en el libro. “Sobre todo con la investigación, lo mejor de escribir es documentarte, leer, entrevistar a gente. Lo duro en realidad es lo de luego, ponerte manos a la obra. En los últimos tiempos ha marcado distancia con su adscripción al género de la literatura de viajes. “Nunca pensé ser solo escritor de viajes, fui a parar allí. Siempre me he visto como periodista, una de las grandes cosas de serlo es poder ir de una cosa a otra, cambiar de asunto, y aprender continuamente de lo que haces”. Ahora viaja mucho menos. “Me hago mayor, espero otro nieto para mayo, y ya tengo diez”. ¿Adónde le gustaría ir? “No he estado nunca en Rusia ni en la India, y quisiera volver a Japón”.

"Lo que he intentado es entender y explicar cómo funcionamos, no qué nos hace funcionar. La verdad, personalmente estaba algo avergonzado de no saber cómo funciona mi cuerpo"

En uno de sus libros inolvidables, En las antípodas (RBA, 2010), mostró, con gran sentido del humor, lo peligrosa que puede ser Australia. “Hay tantas cosas mortales, y ahora ha habido los incendios. Parece que Dios no quiera que la gente viva en Australia”. Bryson no se relaciona mucho con otros escritores, de hecho, ni siquiera sabía que Colin Thubron, el autor de En Siberia, vive muy cerca de su casa. “¿De verdad? Admiro mucho a Thubron, y una vez fue muy amable conmigo hablando bien de un libro mío cuando empecé”. Bryson tiene buena opinión de la película que se hizo en 2015 de otro de sus más famosos libros de viajes, el divertidísimo Un paseo por el bosque (RBA, 2014) —el filme lo dirigió Ken Kwapis y se llamó en España Grandes amigos—, sobre su experiencia en la ruta de los Apalaches, un trayecto que le sirve para hablar de osos negros, pumas y hasta del general confederado Stonewall Jackson. “Me gustó que la produjera y protagonizara Robert Redford, que hace películas muy inteligentes”. ¿No hubiera preferido que le encarnara a usted en vez de Redford Burt Reynolds? Bryson suelta una carcajada. “No, no”. Pues por las cosas que explica del Appalachian Trail uno se sentiría más seguro con el protagonista de Deliverance. “Es ciertamente una zona maravillosa pero peligrosa, hay casos de asesinatos, incluso dobles, en la ruta; en todo caso, la caminata allí es una de las cosas más bonitas que he hecho”.

Bill Bryson afirma que pese a su conexión con Gran Bretaña siempre se ha sentido estadounidense. “Estoy en una extraña posición porque tengo también pasaporte británico y mi esposa es británica, más de la mitad de mi vida está aquí, pero creo que siempre seré extranjero y no me molesta”. ¿El Brexit? “ha sido una decepción muy grande. He mis cuarenta años aquí he visto cómo el país se hacía mucho mejor y en eso ha tenido mucho que ver la Unión Europea. Encerrarse ahora es una pena, y un error”.

¿Diría que la curiosidad es su mayor virtud? “Sí, me gano la vida gracias a ella. Es lo que te mantiene vivo. Y me parece una de las características principales de la especie humana”.

Todo se acaba (incluso esta entrevista) y el último capítulo de El cuerpo humano está dedicado a la muerte. “La principal causa de muerte de nuestra época es el estilo de vida”, reflexionas Bryson en su peculiar estilo. “Por qué no somos capaces de seguirnos regenerando infinitamente es algo no solo que nos parece injusto sino que no comprendemos. El caso es que cada día mueren 160.000 personas y 60 millones al año”. Con esa más bien poco animosa consideración y el detalle de que nuestras cenizas pesan cinco kilos, Bryson dice adiós, no sin antes recomendar un paseo por el cercano cementerio de Brompton. Parecería algo luctuoso, pero cuando uno sigue su consejo no solo se encuentra con que es un lugar evocador y lleno de historia, lleno de cuervos y ardillas y tumbas notables, sino que está muy cerca del estadio del Chelsea. Un metafórico recuerdo de cómo el esplendor y el crepúsculo, la gloria y el polvo, se dan la mano en nuestros cuerpos.

Reflexiones corporales

“No es fácil imaginar de qué modo el vello de las axilas puede enriquecer la existencia humana”.

“Lo más sorprendente del cerebro es cuán innecesario resulta. Para sobrevivir en la Tierra no necesitamos saber escribir música o ser capaces de filosofar”.

“El mentón es exclusivo de los humanos y nadie sabe por qué lo tenemos”.

“El corazón no tiene tiempo para distracciones”.

“Las jirafas a veces tienen vesícula biliar y a veces no”.

“Los riñones procesan cada día 180 litros de agua, el equivalente a una bañera llena a rebosar”.

“La muerte es inconfundible. Las personas vivas parecen vivas, y más aún por dentro que por fuera”.

“Se ignora qué hace exactamente por nosotros el bostezo”.

“La mayor parte de la mejor tecnología que existe en la Tierra está dentro de nosotros”.

“Lo cierto es que el sexo no es necesario y muchos organismos han renunciado a él”.

“La próstata produce el líquido seminal del hombre durante la edad adulta y una gran ansiedad en sus últimos años”.

“En realidad, es bastante difícil suicidarse. Estamos diseñados para no morir”.

“Piense en cuántos pares de zapatos ha usado en toda su vida y empezará a hacerse una idea de la durabilidad de su cartílago”.

“Los espermatozoides son los astronautas de la biología humana, las únicas células diseñadas para abandonar el cuerpo y explorar otros mundos”.

“La placenta es el órgano peor comprendido del cuerpo humano”.

“Nada hay en nuestra vida más necesario y peor recibido que el dolor”.

“Correr es lo único que hacemos superlativamente bien”.

“Morir es lo último que desea hacer nuestro cuerpo”.

“La comida permanece en el interior de las mujeres casi un día entero más que en los hombres”.

“El cáncer no es más que nuestro propio cuerpo haciendo todo lo posible por matarnos. Es un suicidio sin nuestro permiso”.

“Dormir es lo más misterioso que hacemos”.

“Fue bonito mientras duró, ¿no?”.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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