Kelly Reichardt se postula al Oso de Oro con ‘First Cow’
La directora estadounidense brilla en la Competición, sección que aún no ha proyectado película mala, y en la que también se han visto los últimos filmes de Philippe Garrel y Christian Petzold
Para desgracia del público español, la estadounidense Kelly Reichardt sigue siendo a sus 56 años y un puñado de grandes películas, una autora carne de festival. De su talento han surgido películas como River of Grass (1994), la extraordinaria Wendy y Lucy (2008), Meek's Cutoff (2010) -su primer wéstern-, Night Moves (2013) o Certain Women (2016), donde juntó a su musa Michelle Williams con Laura Dern y Kirsten Stewart. En First Cow, su primera aparición en la competición de la Berlinale, adapta una parte de una novela de su coguionista habitual, Jonathan Raymond, que se desarrolla en el Oregón de tramperos y buscadores de oro de inicios del siglo XIX, y que muestra la amistad entre un cocinero algo taciturno y un inmigrante chino con ansias de prosperar en la vida. Ambos encuentran su filón cocinando buñuelos de viento con la leche robada a la vaca del jerifalte de la zona. "Intenté que ninguna imagen fuera bonita en pantalla", contaba en Berlín la directora. Y efectivamente, su Lejano Oeste huele a estiércol, barro y miseria, a poblados de chamizos entre bosques tenebrosos, un espíritu que podría recordar, en su redefinición del wéstern, a Los hermanos Sisters, de Jacques Audiard.
A Reichardt, que trabaja seis meses al año en el neoyorquino Bard Collegue para dedicar los otros seis a preparar películas, le interesaba contar una amistad a través de pequeños detalles. "Bueno, me gusta eso. Y contar pequeñas historias, porque nunca he tenido dinero para más". Por ejemplo, Lucy, su perra, aparece en sus películas porque así no tiene que dajarla sola en casa. En First Cow, a través de esa extraña pareja, indaga en la masculinidad, en qué significaba eso hace dos siglos y ahora. "El cine es una cosa de hombres blancos, y si hay un género donde se acentúa aún más esa onda es el wéstern, donde crearon esa mitología del vaquero que mata indios", dice la cineasta, que aporta un punto de vista diferente de estas relaciones. Sus personajes parecen a medio acabar, se relacionan entre ellos como si chocaran, en movimientos errantes y a veces carentes de sentido en la actualidad. Reichardt rehúye los lugares comunes, mezcla alegría y tristeza, abandona la posible línea picaresca para centrarse en los pequeños detalles que a cambio elevan First Cow por encima de otros títulos que prefieren las épicas y las epifanías.
En un concurso que no baja su buen nivel, el veterano Philippe Garrel presentó La sal de las lágrimas, que podría recordar mucho a sus películas previas en blanco y negro. O no. Coescrita con el maestro del guion Jean-Claude Carrière, que ese guionista se corresponsabilice del libreto, y el avance de una trama repleta de traiciones amorosas hace que en realidad esté conectada con Un hombre fiel (2018), que protagonizó y dirigió Louis Garrel, el hijo de Philippe. Solo cuando las cartas se ponen bocarriba al final de la trama queda clara la intención de Garrel de hablar de una masculinidad tóxica, que no ha conocido ni el dolor ni la pérdida. Cuando estos aparecen, el protagonista, un chaval ligón y desenvuelto que vive con su padre anciano y que se traslada a París a estudiar ebanistería, recibe la bofetada de la vida.
Finalmente, el ídolo local Christian Petzold vuelve a Berlín con Undine, con la pareja de su anterior película, En tránsito: Franz Rogowski y Paula Beer. Como en En tránsito, Petzold busca nuevos campos más allá de los narrativos clásicos, y aquí describe el inicio, el esplendor y el final de una historia de amor con algunos elementos mágicos relacionados con el agua y con mitología germana. Donde el guion flojea, Petzold, Rogowski y Beer empujan con su talento y enganchan al espectador.
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