Un espectáculo ahonda las tensiones raciales en Canadá
La autora de 'Bug', que aborda problemas de los indígenas de Canadá, denuncia la “crítica colonialista dominante” y deplora el limitado número de reseñas de miembros de minorías
La esfera artística canadiense vive una nueva polémica por las relaciones entre distintas comunidades raciales. En el verano de 2018, Slav y Kanata, obras del dramaturgo quebequés Robert Lepage, fueron suspendidas tras fuertes presiones. La primera estaba basada en cantos de esclavos estadounidenses, pero apenas contaba con artistas negros; la segunda trataba las diferencias entre blancos y grupos indígenas, aunque en el elenco no figuraban actores pertenecientes a los pueblos autóctonos. Este mes ha tocado el turno a Bug [bicho, en inglés], espectáculo escrito e interpretado por Yolanda Bonnell en el teatro Passe Muraille de Toronto. Sin embargo, el debate tiene que ver en esta ocasión con la crítica. Bonell pidió expresamente a los escritores blancos de la "crítica colonialista dominante" que no se pronunciaran sobre la puesta en escena y las quejas no se hicieron esperar.
Yolanda Bonnell se define como una artista queer de ascendencia anishinaabe (uno de los grupos indígenas de Canadá) y del sudeste asiático. En Bug da vida a tres personajes para abordar el trauma intergeneracional y las adicciones que han sufrido los miembros de los pueblos autóctonos dentro del colonialismo canadiense. Los medios recibieron una invitación para asistir al espectáculo, pero con una precisión por parte de Bonnell y Manidoons Collective, su compañía productora: los críticos blancos eran bienvenidos, pero solo como "testigos de los efectos del colonialismo", solicitando que no escribieran sobre la obra, a diferencia de críticos indígenas, negros o de otras minorías visibles.
El documento dirigido a los medios indicaba que el espectáculo —citado como "una ceremonia artística"— no se alineaba con "las prácticas colonialistas actuales de reseña cultural". Más adelante, precisaba lo siguiente: "Hay una lente específica con la que los colonos blancos ven al trabajo cultural y, en este momento, simplemente no estamos interesados en reforzar esa visión, más bien en los pensamientos y puntos de vista de otras voces marginadas y, en particular, de las mujeres indígenas".
Bonnell decidió publicar un artículo en la edición canadiense de Vice para explicar esta decisión de forma más detallada. Señaló que hay distintos estilos de teatro o narración, y que elementos como el movimiento, el lenguaje y la música corrían el riesgo de ser descartados o incomprendidos por los críticos blancos. "Creo que existe la responsabilidad de reconocer que es posible que no entiendan ciertos aspectos culturales de cómo el narrador elige contar esta historia", afirmó, subrayando que su obra se inscribe en un contexto cultural e histórico que no encaja con la crítica colonialista. "Los blancos no entienden lo que es caminar por el mundo como una persona de color", añadió. A su vez, la artista deploró que existan muy pocos individuos pertenecientes a minorías visibles en los medios. "No es la reseña lo que nos preocupa, sino la voz detrás de ella", expresó.
Las opiniones, en contra y a favor de la decisión, no han sido escasas. Varios usuarios de las redes sociales se han pronunciado con frases desafortunadas. De hecho, Bonnell señaló en su artículo que ha recibido una ola de insultos y amenazas donde la han tildado, entre otras cosas, de racista e intolerante, y acusándola de querer aumentar las ventas en taquilla. Sin embargo, voces más moderadas han lamentado que su planteamiento sobre la crítica pueda afectar el interés y el diálogo dentro de la esfera cultural.
La autora también ha recibido muestras de apoyo. Kevin Loring, director artístico del Teatro Indígena en el Centro Nacional de las Artes de Ottawa, dijo que Bonnell hizo una petición legítima para tratar de provocar cambios y sumar nuevas voces. Asimismo, coincidió con la artista en que los críticos que no pertenecen a estos grupos ignoran a menudo el contexto de las obras. Por su parte, Kelly Nestruck, responsable de la crítica teatral en The Globe and Mail, dio su opinión sobre el espectáculo, a pesar de que cumple con el perfil que Bonnell pedía mantenerse al margen. Nestruck afirmó sentirse interesado en cómo la autora "está reformulando, o como ella dice, descolonizando, lo que yo llamo teatro". También escribió en el influyente diario de Toronto: "Siempre pienso que los artistas deben desafiar las instituciones y las normas, y esa opinión mía no es diferente, incluso cuando soy la norma puesta en entredicho".
La polémica en torno a Bug transcurre en días de suma complejidad en las relaciones entre los grupos indígenas y el Gobierno canadiense. Miembros del pueblo Wet'suwet'en (en la provincia de Columbia Británica) se oponen a que un gasoducto pase por su territorio, ya que consideran que no fueron ampliamente consultados en este proyecto. Otros grupos indígenas y aliados en esta causa, sobre todo estudiantes y ambientalistas, han bloqueado rutas ferroviarias en varios puntos del país como protesta. El Gobierno de Justin Trudeau ha llamado al diálogo, pero ha señalado que la paciencia se está acabando.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.