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Crítica | EL HUEVO DEL DINOSAURIO (ÖNDÖG)
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Guardiana de la estepa

Wang Quan’n regresa al territorio infinito de Mongolia, tras 'La boda de Tuya', para hablarnos otra vez de una mujer admirable

Dulamjav Enkhtaivan, en 'El huevo del dinosaurio'. En vídeo, un avance de la película.
Elsa Fernández-Santos

El huevo del dinosaurio —Öndög (huevo) en su título original— retoma el paisaje y, de alguna manera, el personaje femenino de La boda de Tuya, película de Wang Quan’n que en 2007 logró el Oso de Oro de la Berlinale. El cineasta chino regresa al territorio infinito de la estepa de Mongolia para hablarnos otra vez de una mujer admirable. Una pastora que cruza el desierto a lomos de su camello con un cigarro en la boca y un rifle y que vive sola en su pequeña yurta. Apodada Dinosaurio, la rutina de la mujer queda interrumpida cuando otra mujer aparece muerta en medio de la nada y la policía le pide que alimente y defienda de los lobos al inexperto agente de 18 años encargado de velar el cadáver.

EL HUEVO DEL DINOSAURIO (ÖNDÖG)

Dirección: Wang Quan'n.

Intérpretes: Dulamjav Enkhtaivan, Aorigeletu, Norovsambuu, Gangtemuer Arild.

Género: drama. Mongolia, 2019.

Duración: 100 minutos.

Lo que ocurre a partir de ese momento no es solo de una arrebatadora belleza visual (la película se compone de larguísimas secuencias en las que la cámara apenas se acerca a sus protagonistas, cuyos íntimos gestos y dramas descubrimos contagiados por la misma inmensidad de un wéstern), sino una deliciosa enseñanza de cómo en los lugares más primitivos y extremos la fortaleza, la sabiduría y la ternura de una mujer le da mil vueltas a la de muchas de sus congéneres del primer mundo. Si en La boda de Tuya su protagonista se embarcaba en la búsqueda de un segundo marido que la ayudase con el trabajo pero que además aceptase la convivencia con su inútil primer esposo, aquí otra vez los hombres vuelven a jugar ese (casi cómico) papel de mal necesario.

Ganadora de la Espiga de Oro de la última Seminci, la película confronta la admiración que la solitaria pastora —una figura cuya autoridad y libertad se mide en las dos secuencias de sexo de la película— provoca en los locuaces policías, en el joven agente o en su exmarido borracho frente al terrible destino de esa otra mujer cuyo cuerpo sin vida recorre en silencio esta preciosa película.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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