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Estafa cibercriminal de casi tres millones a un museo de Holanda

El Museo Nacional de Twenthe pagó a los ladrones creyendo que lo hacía al marchante de arte londinense Simon C. Dickinson por un cuadro de John Constable

Isabel Ferrer
'Vista de Hampstead Heath: Child's Hill, Harrow en la distancia', de John Constable.
'Vista de Hampstead Heath: Child's Hill, Harrow en la distancia', de John Constable.

El Museo Nacional de Twenthe, al este de los Países Bajos, ha sido engañado por cibercriminales, a los que pagó entre 2,5 y 2,9 millones de euros —la cifra no está clara— por una obra del pintor inglés John Constable (1776-1837), cuyo título no desvela y que varios medios holandeses apuntan que se trata de un paisaje. El museo, que no ha querido dar detalles sobre el cuadro a este periódico, realizó esta transacción creyendo que la hacía con el marchante londinense Simon C. Dickinson. Las negociaciones entre el museo y el comerciante británico de arte se produjeron a lo largo de 2018, y los ladrones lograron piratear su intercambio de correos electrónicos. Cuando vieron que el pago estaba a punto de efectuarse, se hicieron pasar por los intermediarios de Dickinson y convencieron a la sala de arte neerlandesa de que remitiera el dinero a una cuenta en Hong Kong. El caso está siendo analizado en primera instancia por el Tribunal Superior de Londres, pero la tela se encuentra en Twenthe. Fue enviada para comprobar la autoría y estado de conservación, y el museo la considera comprada.

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El cuadro se titula Vista de Hampstead Heath: Child's Hill, Harrow en la distancia, y fue pintado por Constable, especialista en paisajes al aire libre, en 1824. Arnoud Odding, director del Museo Nacional de Twenthe, lo vio expuesto en 2018 en TEFAF, la Feria Internacional de Arte y Antigüedades de Maastricht, en el espacio de Simon C. Dickinson, y empezaron a negociar. “Hemos comprobado que nuestro correo electrónico es seguro, está al día y en orden, y hemos llevado al marchante ante la justicia para dejar claro que el cuadro fue adquirido y pagado”, ha declarado Odding a la televisión neerlandesa. Dickinson aduce lo mismo, que la seguridad de sus sistemas informáticos es adecuada y funciona, y el museo debió haber comprobado la veracidad de los datos bancarios antes de proceder al pago. Este jueves, los jueces británicos rechazaron la demanda del museo, en la que acusaba de negligencia al marchante por no vigilar el apartado de su ciberseguridad. Según los abogados de Twenthe, en un momento dado de las conversaciones, los negociadores de Dickinson vieron que algunos de los mensajes electrónicos cruzados entre ambas partes llevaban su firma, pero no eran suyos, señala la agencia Bloomberg. A pesar de ello, no pararon a tiempo la transacción. Ambos afectados se echan la culpa de no vigilar sus redes en Internet, y los mismos jueces han indicado al museo que puede pleitear de nuevo, si encuentra argumentos alternativos a los ahora presentados.

Los portavoces de Dickinson han declinado hacer declaraciones a este periódico “hasta que regrese la directora gerente, Emma Ward, la próxima semana”. Ward ha calificado lo ocurrido de “lamentable, puesto que ambos somos víctimas”, en una nota publicada por la revista digital Artnet. Por su parte, el museo de Twenthe ha colgado un comunicado en su página de web, que dice lo siguiente: “El cuadro de Constable encaja en nuestra colección, y reunimos el capital necesario con ayuda de la Asociación Rembrandt, el Fondo Mondriaan y el Fondo del ministerio de Educación, Cultura y Ciencia [que colaboran en la compra de obras importantes para el patrimonio nacional]. Hemos satisfecho el pago, hecho disputado por el vendedor, y hay indicaciones de que delincuentes internacionales bien organizados han conseguido infiltrarse en las comunicaciones usando un tráfico electrónico adulterado. Parece que se trata del denominado 'ataque de intermediario' [donde el atacante observa e intercepta mensajes entre ambas víctimas sin que estas lo noten] y ya se ha hecho una denuncia internacional al respecto”. La nota añade que “nuestros sistemas de información y tecnología han sido revisados y no ha habido pirateo”.

El futuro de la tela tampoco está claro. Si no regresa a Londres, Dickinson no puede venderla para poder pagar al dueño, que permanece en el anonimato. No se descarta que los propios jueces deban decidir al final a quién pertenece. Simon C. Dickinson, es la firma fundada en 1992 por el marchante londinense del mismo nombre. Antes estaba a cargo de los Maestros Antiguos y Pintura Británica en la casa de subastas Christie's, y en su firma se ha especializado “en gestionar de forma discreta y privada la venta de obras desde los Maestros Antiguos al Impresionismo, arte moderno y contemporáneo”, según indica su documentación en Internet.

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