Chanel, de una tienda de sombreros a un imperio de la moda
EL PAÍS lanza mañana la primera entrega de la colección ‘Mitos de la moda’
Que Coco Chanel naciera, un 19 de agosto de 1887, en un hospicio solo fue un adelanto de los avatares que la vida le iba a deparar a la mujer que cambiaría para siempre la moda. La pronta muerte de la madre y el desinterés del padre la recluirían en un orfanato y aún habría de vivir dos años en un internado para señoritas — como se les llamaba en la época— gracias a una plaza asignada por la beneficencia, cuando cumplió los 18 años. Su extraordinaria vida se recoge en la primera entrega de la colección de libros Mitos de la moda, que llega a los quioscos mañana con EL PAÍS por 12,95 euros. También está disponible en la web de Colecciones.
En la Francia de provincias de aquellos primeros años del siglo XX, tan solo existían dos posibilidades vitales que podían atraer a una mujer pobre, huérfana y de campo, pero con una personalidad arrolladora. Una era más respetable; la otra requería de más atrevimiento. Gabrielle Chanel —su nombre original— probó con ambas. Primero se hizo dependienta en una mercería y, después, hizo sus pinitos como cantante de entreactos de cabarés. No logró convertirse en una estrella, pero en aquella etapa sentó las bases de lo que vendría después. También, de paso, dio con el nombre por el que se la conocería en adelante, Coco, resultado de las resonancias de dos de sus canciones más celebradas, Qui qu’a vu Coco? (¿Quién ha visto a Coco?) y Ko-ko-ri-ko.
El encuentro con un joven y apuesto terrateniente y su traslado de la pequeña ciudad de Moulins a una casa en las afueras de París junto a él, le abrió todo un universo nuevo: el de los privilegios de la riqueza y los divertimentos de los señoritos bien. Comenzó a montar a caballo, a conocer a hombres poderosos, a relacionarse con ellos con camaradería y, por último, a construir una estética que mezclaba la comodidad de los atuendos de ellos y la sencillez de los uniformes que le había tocado vestir a ella.
Se presentaba ante ellos con gabanes masculinos, camisas de cuello alto y corbatines que le robaba a su pareja, que siempre la trató como a una amante. Pero en sus círculos comenzaron a sorprender sus sombreros, que las élites le pedían por encargo. Empezó con un taller, después abrió una tienda, y una segunda.Se relacionó con múltiples hombres, se enamoró de uno de ellos, lo perdió, se hizo rica, se sumó a las vanguardias, hizo perfumes, encumbró a la mujer deportista, trabajadora y fervientemente hedonista, definió un nuevo uniforme femenino de época (chaqueta tweed, falda hasta la rodilla y zapatos bicolor), viajó, triunfó y murió con 87 años habiéndolo visto y vivido casi todo.
Su vida y su obra, pobladas por igual de malhumor y de éxito, marcaron un hito sin precedentes en la historia de la moda. La influencia de esa joven de campo sobre quienes la sucedieron solo acababa de comenzar, pues perdura en el presente.
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