La poesía
Leeré en el último segundo del 2020 un verso de Bécquer, ese que dice “¿puedo dar más de lo que a mí me dieron?”
El año que se marcha no regaló belleza al mundo. El año que se marcha nos susurró al oído que existen guerras desconocidas y nos dijo que la naturaleza nos tenía en su punto de mira y que la velocidad de la luz ya no sería más 300.000 kilómetros por segundo sino otra mucho más lenta. A la luz ya no le urge venir a vernos. No le urge iluminar la tierra, los continentes, los océanos, las ciudades. Ahora la gente cada vez está más necesitada de poesía.
La buscamos en todas partes. La buscamos en las películas, en las novelas, en la música, o en las series de televisión. La buscamos con desesperación, la buscamos en la arquitectura, en la pintura, en la escultura, pero también en cualquier calle, en cualquier tienda, en una zapatería, en una peluquería, en una circunvalación, en un semáforo en rojo. En un cubo de basura, en un estercolero, en un río contaminado, en un árbol muerto, la buscamos hasta en una mascarilla, hasta en un hidrogel, hasta en la prosa con que está redactado el resultado de una PCR, hasta en el nombre de una residencia de ancianos, hasta en los 70 grados bajo cero donde tiene su iglú la vacuna.
Esperemos que el año que viene caiga belleza del cielo para todos los hombres y mujeres de este planeta. Que 2021 sea una lluvia de belleza sobre la tierra, que vuelvan las pasiones y los amores insolentes. Que vuelva la confianza en la vida.
El pasado 22 de diciembre se cumplieron los 150 años de la muerte de un poeta que escribió en medio de las zozobras de su pasión. Me refiero a Gustavo Adolfo Bécquer. Siempre me gustó Bécquer porque lo entendía. Es imposible amar lo que no entiendes. Tal vez puedes admirarlo, e incluso idolatrarlo, pero no amarlo. De adolescente veía los billetes de 100 pesetas con su efigie. Con un billete de 100 pesetas, con un Bécquer en la cartera, a finales de la década de los setenta, te daba para un viaje en autobús, un par de cervezas, un par de porros, una pizza (aparecieron entonces, eran toda una novedad las pizzas), una entrada de cine y largas noches de bares y discotecas.
¿Quién podrá llenar de poesía esta nochevieja que se acerca? Tal vez el Rachmaninov que suena en una película que me enamoró hace casi treinta años, esa vieja cinta llamada Breve encuentro de David Lean. Sálvese quien pueda y que cada uno encuentre belleza y misterio allí adonde su alma le lleve.
Me preparo, como muchos, a pasar una de las nocheviejas más melancólicas de mi vida. Leeré en el último segundo del 2020 un verso de Bécquer, ese que dice “¿puedo dar más de lo que a mí me dieron?”.
Babelia
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