Evitar robos y mantener neveras a -70 grados, el reto británico para distribuir la vacuna
Debido a problemas logísticos, las residencias de mayores ya no serán las primeras en recibir el tratamiento
El Reino Unido afronta a partir de esta semana el desafío crucial de pasar de la propaganda a la realidad. El resto del mundo va a observar con atención los aciertos, pero sobre todo los errores, del Gobierno de Boris Johnson, en su apuesta por ser el primero en poner en marcha una campaña masiva de vacunación contra la covid-19. El ejército británico comenzó a realizar un ensayo de distribución del tratamiento, bautizado “Operación Panacea”, en cuanto tuvo conocimiento de que la autoridad nacional reguladora de los medicamentos (MHRA, en sus siglas en inglés) había dado el pasado miércoles luz verde a la vacuna de Pfizer y BioNTech. El ejercicio piloto se realizó en el estadio Ashton Gate, en la localidad de Bristol. Es uno de los grandes espacios designados para un reto logístico que comprende el transporte del medicamento desde el continente europeo a la isla, su almacenamiento en instalaciones de localización no revelada al público, y la posterior distribución a estadios y centros de convenciones, 50 hospitales y centenares de ambulatorios médicos. “Estoy seguro de que todos los expertos que colaboran estrechamente en el esfuerzo serán capaces de identificar la ruta más fácil para que la vacuna sea accesible a todos aquellos que la necesitan”, aseguró a la cadena ITV el profesor Ugur Sahin, cofundador de BioNTech.
Los medios británicos se lanzaron a la persecución de todos los camiones que partían de la planta de fabricación de Pfizer en Puurs (Bélgica). Ninguno de ellos mostraba señal alguna de identidad en su carrocería o en los contenedores. Downing Street ha extremado las medidas de seguridad para evitar robos o actos de vandalismo. Interpol ha enviado una alerta a 194 organismos policiales de todo el mundo para que estén preparados ante la posible actividad de organizaciones criminales dispuestas a hacer negocio con la vacuna. “Han comenzado a planear cómo infiltrarse o quebrar la cadena de distribución, además de buscar potenciales víctimas a través de páginas web falsas que pueden suponer un riesgo para la vida de las personas”, ha advertido el secretario general de la agencia internacional, Jürgen Stock.
La mayoría de los camiones concluyeron su viaje en la localidad de Folkestone, en el centro de Inglaterra, después de atravesar el Canal de la Mancha por el Eurotúnel. Desde allí, según fuentes citadas por diversos medios, se distribuyeron a tres laboratorios de Public Health England (PHE, en sus siglas en inglés, el organismo gestor de la sanidad pública inglesa).
Como en cualquier operación de estas dimensiones, los problemas han comenzado a surgir desde el primer minuto, y ha sido necesario cambiar planes e improvisar soluciones. La anunciada decisión de que las primeras en recibir la vacuna serían las residencias de mayores se ha visto alterada por un simple problema de aritmética y temperatura. Los contenedores donde se realiza el transporte inicial pueden almacenar hasta 5.000 dosis, pero las autoridades regulatorias, hasta el momento, solo han permitido su división en paquetes de hasta 975 unidades. Son las que puede almacenar el recipiente con sensores térmicos, alimentado con hielo seco, que ha diseñado Pfizer. La vacuna necesita mantenerse a una temperatura de -70 grados. La mayoría de las miles de residencias para mayores distribuidas por todo el Reino Unido apenas albergan unas decenas de personas, con lo que, sin una planificación detallada, se corre el riesgo de malgastar muchas dosis de un producto que no resiste más allá de seis horas de transporte en un frigorífico convencional. El primero en reconocer el problema era el Gobierno Autónomo de Gales, que en un comunicado público reconocía que “en términos prácticos, en estos momentos, no somos capaces de distribuir esta vacuna a las residencias”. Pfizer también ha admitido el problema, pero sus responsables aseguran que el medicamento, una vez estabilizado en su destino final, es capaz de mantener su eficacia hasta cinco días a una temperatura de entre -2º y -8º. Es previsible que la MHRA dé su visto bueno este mismo fin de semana a la partición de los lotes y a un diseño de distribución apropiado. “Nuestro objetivo es asegurar que las vacunas lleguen a las residencias del modo más seguro posible”, ha dicho este domingo la directora de la agencia, June Raine, a la BBC.
La directora general de Atención Primaria del NHS en Inglaterra, Nikita Kanani, ha enviado este mismo lunes una carta a centenares de centros médicos locales en la que les avisa para que estén preparados a partir del 14 de diciembre. “Cada uno de vosotros deberá estar listo para distribuir 975 dosis a pacientes prioritarios a partir de esa fecha —aquellos mayores de 80 años que puedan acudir por sí solos o aquellos que presenten patologías previas que aumenten el riesgo—. Deberéis usar la vacuna rápidamente en los días posteriores a su entrega. Solo podemos garantizar tres días y medio de vacunación a partir de la llegada al centro, mientras sea apropiadamente almacenada a una temperatura de entre -2 grados y -8 grados”, advierte Kanani en el documento.
Varios miembros del personal sanitario inglés con los que ha hablado EL PAÍS a finales de esta semana señalaban que las decisiones siguen todavía en una fase muy centralizada, y que apenas habían tenido conversaciones con sus superiores en las que les habían advertido de que debían comenzar a prepararse para prestar apoyo. Kanani explica en su carta que la dirección del NHS “trabaja estrechamente con los Grupos de Encargo Clínicos (CCG, en sus siglas en inglés) para identificar qué centros estarán ya preparados para comenzar a vacunar en la semana señalada”. Los CCG son los núcleos administrativos del NHS que organizan en un nivel local la atención sanitaria necesaria. El criterio prioritario de selección será la concentración en las respectivas zonas de ciudadanos mayores de 80 años, aunque también se ha solicitado a los CCG que “consideren situaciones de desigualdad o de pobreza” a la hora de seleccionar centros.
“Estamos intentando dar con el mejor modo de llevar la vacuna a las personas, pero de momento tendrán que ser las personas las que acudan a vacunarse”, admitía en la BBC Frank Atherton, el asesor médico jefe del Gobierno de Gales. “Debemos templar las prioridades y ajustarlas a la realidad operativa, para poder distribuir la vacuna de un modo eficaz y seguro”.
El Gobierno británico reconoce ahora que la operación deberá comenzar por sus fases más fáciles, y que las primeras dosis se deberán distribuir en los grandes centros controlados por el ejército (hasta 100.000 dosis semanales en cada uno, según ha calculado el NHS) y en los 50 hospitales seleccionados por todo el país. Jonathan Van-Tam, el asesor médico jefe del NHS en Inglaterra, y el hombre en quien el Gobierno de Johnson ha relegado toda la comunicación en su lucha contra el coronavirus, ha admitido que las residencias de mayores, de nuevo, tendrán que esperar, y que serán probablemente las principales beneficiadas de la vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford y Astrazeneca, mucho más fácil de transportar y almacenar que la de Pfizer. “Tan pronto como sea legal y técnicamente posible llevar la vacuna a las residencias, lo haremos”, decía. “Pero se trata de un producto complejo y frágil. Esto no es un yogur que se puede meter y sacar de la nevera varias veces”.
La respuesta de las residencias, víctimas trágicas de los errores del Gobierno durante la primera ola de la pandemia, ha sido tajante. Vic Rayner, el director ejecutivo de National Care Forum (la organización que concentra a la mayoría de centros para mayores sin ánimo de lucro), ha exigido que se dé con una respuesta al problema: “Ser el primer país occidental en autorizar la vacuna contra la covid-19 es un hecho notable. Pero ahora debemos poner toda nuestra energía y capacidad de ingenio en asegurar que los más vulnerables sean los primeros en recibirla”, ha dicho.
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