El museo como autoridad, mal que le pese
Que los museos de arte contemporáneo son por definición autoritarios, reduccionistas y excluyentes lo sabemos de sobra
En las salas del Museo Reina Sofía –recuerda Javier Montes en su último libro- puede verse la obra más enigmática de la historia del arte del siglo XX: el Criadero de polvo. Es una fotografía rara donde se camufla lo acumulado en la trasera en una conocida pieza de Duchamp, fruto del azar y hasta de las horas muertas; imagen que a ratos parece un paisaje visto desde el avión y a ratos las ruinas prodigiosas del palacio de Asurbanipal. Todo en esta foto es ambiguo, en especial porque la cámara de Duchamp y Man Ray la hizo una noche mientras ellos estaban de parranda. Pese a lo contundente de la cartela nadie ignora el particular. Los sospechosos nunca lo negaron.
Frente a una pieza tan llena de incertezas hay dos maniobras de aproximación. Una es el modo en el cual la presenta el Reina Sofía en su copia de 1982 –autores y fechas consignados en la cartela sin que a nadie le tiemble la mano-; categorización autoritaria, como se presentan las cosas en este museo, en los museos en general. La otra es la opción por la cual opta Montes en El misterioso caso del asesinato del arte moderno, un libro sobre historia del arte. O casi, porque Montes convierte la historia de la pieza –y a través de ella la propia historia del arte del XX- en una brillante novela de misterio, en la cual los dos asesinos más notables del arte moderno trastocan cosas que se daban por buenas, entre otras la autoría, a través de esta pieza en apariencia inocua, o así la presenta la cartela del museo. “En el museo”, reflexiona Montes, “son precisamente las autoridades las que determinan la autoría”.
Que los museos de arte contemporáneo son por definición autoritarios, reduccionistas y excluyentes lo sabemos de sobra. Lo son también en su uso de lenguajes incompresibles para la mayoría de personas cuando tratan de acercarse a sus páginas web, por eso el público sigue sospechando del arte contemporáneo, imagino. Se trata de un modo terrible de ejercer la autoridad. Lo supieron Rozsika Parker y Griselda Pollock cuando en Old Mistresses de 1981 decidieron escribir su libro con un lenguaje directo, al alcance de sus primas, sus vecinas, las dependientas de una tienda…
También Montes, a través de una escritura sagaz y clara, crea, en la mejor tradición de Los crímenes de la Calle Morgue de Poe cuando los personajes esperaban la llegada de la noche para abrir las contraventanas y salir a la ciudad, esta historia de alevosía y nocturnidad de los dos cómplices más famosos del arte moderno, cuando pusieron en apuros a la autoridad del museo. El libro, editado por Wunderkammer, una de las editoriales más sofisticas del momento, tiene aspecto inofensivo. No se dejen engañar. Es puro camuflaje. Entre sus páginas se cierne una poderosa historia de detectives que pone a las cartelas en un aprieto.
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