Gracias, señoras galeristas
Algunas mujeres excepcionales estuvieron de manera muy activa en inventar la contemporaneidad artística en España
Cuando en España no se pensaba siquiera en la posibilidad del “arte contemporáneo”, empezaron a despuntar inesperados focos vanguardistas. No eran museos, ni centros de arte, ni exposiciones temporales, ni ferias. Lo moderno ocurría en otros sitios y detrás de esa transformación, en pleno franquismo, estuvieron de manera muy activa algunas mujeres excepcionales que inventaron la contemporaneidad artística en España: nuestras queridas galeristas.
De hecho, siempre se recuerda a la primera de la resplandeciente saga, Juana Mordó, que tras su paso por Biosca, entonces la galería más importante de Madrid, abría su propio espacio en 1964, un mítico local de la calle de Villanueva, donde se exponía el nuevo arte y se propiciaban las reuniones entre creadores y filósofos. No todos los que entraban por la puerta iban a comprar, aunque algunos se hicieron coleccionistas además de amigos de Mordó. Entonces, incluso más que ahora, las galerías eran el lugar para vender arte —cómo no—, pero también un punto de encuentro y agitación cultural y hasta política, agitación que en aquellos momentos había que inventar y, sobre todo, camuflar de la censura franquista. A Mordó le seguiría toda una saga de mujeres con las ideas claras. Ellas fueron construyendo un entramado vital para la visibilización del arte español y el conocimiento del arte internacional.
A estas mujeres ha querido premiar la Comunidad de Madrid con uno de sus galardones más prestigiosos: la Medalla Internacional de las Artes 2020. Helga de Alvear, Juana de Aizpuru, Nieves Fernández, Elvira González y Soledad Lorenzo compartirán el honor, igual que han compartido durante décadas, cada una desde su contribución especialísima, el papel fundamental de apoyo al sistema del arte contemporáneo en nuestro país. Personalmente, lo veo como un premio al talento y la constancia de estas cinco profesionales que han estado ahí en los malos y buenos tiempos, llevando a cabo una labor que solo ellas hubieran podido llevar a cabo en un país en el cual todo estaba por inventar.
Pero pienso de pronto que no se trata solo del premio a una trayectoria profesional y el apoyo de años al arte contemporáneo, sino a unas infatigables. Nieves Fernández y Elvira González vigilan desde sus radares lo que ocurre en las galerías. Después de cerrar, Soledad Lorenzo se ha convertido en patrona de honor de la Fundación Museo Reina Sofía, museo en el cual ha depositado su colección, y Helga de Alvear está a punto de abrir la nueva sede de su Fundación en Cáceres, donde se albergarán sus extraordinarias colecciones. Juana de Aizpuru, que acaba de cumplir 50 años al frente de su galería, sigue también al pie del cañón, dispuesta —ella misma lo confiesa— a emprender cualquier nuevo proyecto de la envergadura de ese Arco que puso en pie. Tenemos tanto que aprender de ellas, así que gracias, señoras galeristas.
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