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Tino Casal: secretos de vida y muerte del artista excesivo

El hallazgo de un disco inédito del que el músico nunca habló reaviva el interés por un hombre que se fue de forma trágica entre un reguero de interrogantes

Carlos Marcos
Tino Casal en 1984. / LUIS DEL AMO
Tino Casal en 1984. / LUIS DEL AMO

Fue un grito “muy agudo” el que escuchó Antonio Villa-Toro el aciago 22 de septiembre de 1991. Venía de Tino Casal. El Opel Corsa en el que viajaban ambos y “dos chicos, Gonzalo y Manolo, este último modelo”, acababa de chocar contra una farola en la madrileña carretera de Castilla. “Yo estaba sentado detrás y Tino en el asiento del copiloto. Después del choque vi un telón de humo negro y pregunté: ‘Tino, ¿cómo estás?’. No contestó, pero creo que todavía estaba vivo”, recuerda Villa-Toro.

Los sanitarios llegaron y llamaron a un helicóptero para evacuar al cantante. Tenía un pronóstico grave. “Murió en el cielo, como una estrella”, apunta Villa-Toro. Este pintor vinculado a la movida madrileña se ha prestado a hablar de los pormenores del accidente, porque está “harto de escuchar mentiras sobre lo que ocurrió”. “Todo esto es parte de un proceso. Estuve muchos años sin poder escuchar las canciones de Tino. El dolor era tremendo”, apunta el cordobés, de 71 años, uno más de los que tendría hoy el cantante.

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El universo Casal no se detiene a pesar de que el artista desapareció hace casi tres décadas (el año que viene se cumple el 30º aniversario). Son recurrentes las reediciones de sus discos, los homenajes, los documentales, las cajas retrospectivas, las exposiciones de su amplio vestuario, la reivindicación de su música vanguardista y de una figura calificada como “el artista más osado del pop español”. Y aún surgen sorpresas como la que ve la luz el próximo viernes: un disco misterioso del que él nunca habló, grabado en 1977 en Turín y hallado recientemente en Brasil.

¿Quién es capaz de registrar un álbum entero (nueve canciones, 40 minutos) y no decir ni una palabra a sus amigos más cercanos, parejas y familiares? Tino Casal, un personaje excesivo y arrebatadoramente moderno que reinó en el pop español en los ochenta con clásicos como Champú de huevo, Eloise o Embrujada.

Esta ley del silencio que se impuso el artista no extraña a personas con la que compartió su vida. Como Javier Losaba, el músico con quien trabajó más tiempo, una década. “Nunca me habló de estas canciones, pero creo que no le empujó un afán por ocultarlo. Tino siempre miraba al futuro. No perdía ni un segundo en reflexionar sobre el pasado. Quizá por eso nunca mencionó este disco”, señala Losada. Urge preguntarse: ¿dónde han estado estas canciones los últimos 42 años y por qué aparecen ahora?

El cantante a finales de los años setenta en una imagen cedida por la familia Casal.
El cantante, a finales de los años setenta, en una imagen cedida por la familia Casal.

El responsable de que este material (el disco se titulará Origen) salga a la luz es Pablo Lacárcel, un madrileño de 28 años que se ha especializado en investigar el patrimonio musical español y editarlo en su discográfica, Lemuria. El año pasado lanzó una caja antológica, Integral, con lo que él creía que era todo lo grabado por Tino Casal (Tudela Veguín, Asturias, 1950 — Madrid, 1991). “Ha sido de chiripa. Hace unos meses recibí un correo electrónico de Brasil informándome de que habían encontrado unas cintas magnetofónicas de 18 centímetros de ‘ese músico que tanto te interesa: Celestino Casal”, explica Lacárcel.

¿Brasil? ¿No fue grabado en Turín? La historia merece ser recompuesta. Una compañía discográfica italiana especializada en facturar al por mayor casetes de versiones (en España, las famosas cintas de gasolinera) selecciona a varios artistas europeos para grabar una canción que estaba pegando fuerte en Italia, Volerai, Voleró. Habría reinterpretaciones en alemán, francés, portugués, inglés… Casal se encargaría de pasarla al castellano como Volarás, Volaré.

¿Por qué él? Posiblemente porque alguien de la discográfica escuchó un par de sencillos que el cantante publicó en 1977 con la compañía Philips, que buscaba un nuevo Nino Bravo. También porque Casal era un vocalista dotado y barato. “Seguramente Tino aprovechó las horas de grabación para completar los otros ocho temas”, apunta el responsable de Lemuria. La compañía italiana quebró, y los responsables huyeron a São Paulo acosados por las deudas. Tras unos años operando allí, Warner Brasil compró su catálogo.

Hace unos meses y sabiendo que Lemuria había editado Integral, un responsable de Warner Brasil encontró en un almacén el material y se lo comunicó a Lacárcel, que desembolsó un dinero por las grabaciones. “Las cintas estaban en unas condiciones malas, húmedas, con moho. Ha sido un trabajo artesanal y muy meticuloso hasta que las hemos conseguido recuperar”, apunta Lacárcel. El sonido es bueno, y la escucha dibujará una sonrisa a los seguidores de Tino Casal. Hay una influencia clara de la música disco en piezas como París (los Bee Gees editaron ese mismo 1977 Saturday Night Fever), otros temas como Asturias entran en el terreno de los baladistas melódicos (Nino Bravo, Camilo Sesto) y surgen latigazos de rumba disco tipo Las Grecas en Bye, My Friend. Se escucha un abuso del falsete y los exhibicionismos vocales agudos. Es un músico en pleno proceso de búsqueda de su estilo.

Casal ya había iniciado una carrera en los sesenta con Los Zafiros Negros, luego con Archiduques, pero no fue hasta 1981 (con Neocasal) cuando inició un rutilante ascenso. Editó cinco álbumes, todos número uno en ventas en España, salvo el último, Histeria (1989), que se quedó en el puesto tres. Obsesionado con las vanguardias (”Musicalmente le encantaban Peter Gabriel, Thomas Dolby o David Bowie”, apunta Losada), podía hacer una pieza sofisticada y al mismo tiempo tener la ironía de dedicar una canción a su pene, La piel del diablo.

Otra conjetura para entender el silencio de Casal de su disco setentero es lo poco que le gustaba escucharse. Habla Villa-Toro: “Llegábamos a mi casa después de haber estado de fiesta toda la noche y nos poníamos a pintar. Yo a veces pinchaba sus discos. Y él me decía: ‘Quita, quita eso’. Era demasiado inquieto. Lo grabado era pasado”. Villa-Toro afirma que en los últimos meses de su vida el cantante pensaba más en pintura que en música. “Yo me acostaba y él se pasaba la noche pintando. Era muy talentoso. Lo pongo a la altura de Pollock o Kandinsky. Tengo unos 50 lienzos suyos que algún día expondré”, señala.

El pintor quiere aclarar algunos episodios: “Es que he oído a mucha gente decir que iba en aquel coche el día del accidente. Parece que fue un autobús. Solo éramos cuatro y no íbamos borrachos, como se dijo. Estuvimos cenando en un restaurante y nos bebimos una botella de vino entre cuatro. Luego fuimos al Stella [discoteca de moda en el Madrid de los ochenta] un rato. Uno de los chicos que venía con nosotros nos dijo que conocía un estudio de grabación en Pozuelo que estaba muy bien. Tenía llaves porque era de un amigo. Tino tenía que producir el disco de un cantante de un grupo que quería lanzarse en solitario, creo que era de Semen Up [el cantante era Alberto Comesaña]. Fuimos a casa de Tino a por un equipo de micrófonos y nos dirigimos al estudio, que estaba en Pozuelo. Era un día lluvioso, con barro. El coche se deslizó y chocamos. Serían las 6.30. Recuerdo que salió una foto de una jeringuilla y algunos medios la pusieron de prueba para afirmar que íbamos drogados. Por Dios, era de los sanitarios: a mí me tuvieron que inyectar calmantes. Se sacó todo de quicio”.

Cuadros de Tino Casal que nunca se han exhibido.
Cuadros de Tino Casal, que nunca se han exhibido.Pablo Lacárcel

La única víctima fue Casal. Villa-Toro se fracturó la clavícula y dos costillas. Aún faltaba un episodio trágico en esa historia. “Las dos personas que nos acompañaban no eran grandes amigos nuestros. Cuando salíamos por la noche se nos pegaban chicos jóvenes”, señala. Uno de ellos, Manolo, modelo, se suicidó cuatro meses después. “A Gonzalo, el que conducía, luego le vi presentando un programa de televisión, aunque no me acuerdo del apellido”, dice el pintor, que añade: “Nos llamaban La Santísima Trinidad. Siempre íbamos juntos Tino, Fabio McNamara y yo. Pero aquel día, no sé muy bien por qué, no venía Fabio”.

Los rumores sobre su ausencia de tres años

Otro de los capítulos que quieren las personas próximas a Casal desmentir son las maquinaciones sobre lo que causó su retirada durante casi tres años, de 1985 a 1987. Según estos, el cantante sufrió un esguince en un concierto en la discoteca Pachá de Valencia. Los médicos le recomendaron reposo. Él se rebeló y continuó la gira automedicándose con cortisona. El abuso de esta medicación le produjo una necrosis, que derivó en una descalcificación ósea de la cabeza del fémur y eso le produjo una grave infección. Estuvo varios meses en el hospital. Era 1985, los años del sida. Los rumores se dispararon… “Me fastidia mucho todo eso. No éramos santos y probamos muchas cosas, pero Tino era una persona muy sobria. En la vida le vi borracho. Sabía retirarse a tiempo”, apunta Losada.

La aparición de estas grabaciones ocultas durante 42 años abren otro foco de especulaciones en la vida del artista. Seguramente la única persona que sepa toda la verdad de estas canciones sea Pepa Ojanguren, la que fue su pareja durante más de una década (rompieron en 1987). Ojanguren, relevante diseñadora de vestuario de teatro y ópera a la que se atribuye buena parte de la imagen trasgresora del músico, estaba con Casal en aquellos años setenta. Se la requirió para documentales, programas y reportajes, pero ella nunca quiso hablar tras la desaparición del músico. Y ahora ya es imposible: murió a los 69 años el pasado agosto víctima de un cáncer.

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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