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Nicanor Parra: antibiografía del antipoeta

El escritor chileno Rafael Gumucio publica un retrato afectuoso a la vez que crítico de la personalidad contradictoria de un autor impredecible que marcó las letras iberoamericanas

Imagen tomada en Las Cruces, la casa Nicanor Parra en 2007. De izquierda a derecha, el poeta Raúl Zurita, un joven Rafael Gumucio y Parra.
Imagen tomada en Las Cruces, la casa Nicanor Parra en 2007. De izquierda a derecha, el poeta Raúl Zurita, un joven Rafael Gumucio y Parra.Rafael Rojas (EL PAÍS)

Peregrinar hacia la casa del poeta Nicanor Parra (1914-2018) en Las Cruces, a 112 kilómetros de Santiago de Chile, fue el rito de iniciación de varias generaciones de escritores chilenos y Rafael Gumucio no eludió el bautizo. La crónica de esa visita —que inauguró una amistad cuando el autor de Poemas y antipoemas (1954) tenía ya 87 años y Gumucio, 32— es la escena que abre Nicanor Parra, rey y mendigo, que Penguin Random House acaba de publicar en España, a dos años de la muerte de ese escritor crucial, contradictorio y voltaico, que marcó la literatura iberoamericana.

Con Parra la poesía chilena se sacudió la retórica y entraron en ella las bromas, lo feo, los piojos, las pulgas, las ratas, listaba su compatriota Jorge Edwards en un documental emitido cuando le concedieron al antipoeta el premio Cervantes 2011. Tótem burlón y eterno candidato al Nobel, Parra se definía con humor como un “asmático a tiempo completo” y era un ego capaz de escribir sin sonrojos como en Versos de salón (1962): “Durante medio siglo / la poesía fue / el paraíso del tonto solemne. / Hasta que vine yo / y me instalé con mi montaña rusa. / Suban, si les parece. / Claro que yo no respondo si bajan / echando sangre por boca y narices”.

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Admirador del periodismo, pero a la vez alérgico a las grabadoras, desacralizador serial y personaje tan misterioso como puede serlo un físico matemático nacido en una familia de músicos populares (hermano mayor de la gran Violeta), criado en Chillán entre privaciones y becado para estudiar cosmología en Oxford, que se abrazó a la poesía, sacudió la tradición y la reinventó para colocarse en el centro de todo lo que se escribiría luego, “don Nica” recibió aquel día al grupo de tres que Rafael Gumucio integraba, apurándose a exigir que lo tuteara.

El relato de sucesivos diálogos y renovados encuentros entre ambos escritores es lo que hilvana el libro. La cercanía define la textura del retrato de más de 500 páginas que compone Gumucio (Santiago de Chile, 1970), un abordaje en close-up que en tiempos de forzado distanciamiento social se celebra como un plus de humanidad.

Escrito en primera persona (la literatura de Gumucio teje con destreza las cuerdas del yo), abjura de la objetividad de las biografías clásicas y carece de fotografías (salvo la de portada). Esa ausencia de imágenes sorprende por el protagonismo de las artes plásticas en la obra de Parra a partir de sus Artefactos (1972), poesía visual en intervenciones brevísimas cargadas de ironía.

Nicanor Parra, en marzo de 2009, en Las Cruces (Chile).
Nicanor Parra, en marzo de 2009, en Las Cruces (Chile).La Tercera Chile

¿Hubo un afán de componer la antibiografía del antipoeta? Responde Gumucio: “La antipoesía era para Nicanor un antifaz. El que hablaba en sus versos e instalaciones no era siempre él. La antibiografía que quería hacer la escribió él. Todo lo inconfesable y lo confesable ya lo había escrito. A mí me tocaba solo descifrarlo; fui su lector y desde ese punto de vista mi trabajo fue más tradicional de lo que a él la hubiera gustado”, afirma el autor de Memorias prematuras.

“Se cuenta siempre la historia del encuentro entre Enrique Lihn y Nicanor Parra en el que el primero le dice: ‘¿Cuándo me vas a dejar pasar, huevón?’. Un gran poeta preguntándole a otro cuándo dejará de hacer sombra. Por eso, la inscripción de la mirada de Rafael desde un punto de vista tan personal resultaba emblemática de una situación mucho mayor”, afirma Leila Guerriero, editora del libro original, publicado por la Universidad Diego Portales en 2018. “Muchas veces Rafa aparece como agobiado y esa figura —la de Parra como obturación para escritores o poetas que vinieron luego— es algo que en Chile está muy presente”, subraya Guerriero.

El británico Niall Binns, poeta y autor de Nicanor Parra o El arte de la demolición (2014) analiza un legado que está lleno de actualidad: “Con Parra se instaló una desconfianza ante cualquier cosa que oliera a autoridad. Antipoesía es poesía antisistema. No es casual que se esté leyendo más a Parra en España desde 2008. Él y sus personajes hablan, maldicen y desvarían pero sin pretender tener la verdad. Esa democratización fue central en la evolución de la poesía iberoamericana. La mirada descreída y desconfiada levantó ampollas en poetas que pasaban de posturas críticas al descubrimiento de nuevas verdades, por ejemplo, en los discursos políticos revolucionarios de los sesenta y setenta. Todo lo que hay en Obra gruesa está vivo; también, la traducción que hizo de Rey Lear en sus últimas décadas”.

Personalidad avasalladora

Murió a los 103 años pero quería vivir hasta los 116, cuenta Gumucio. “Esa manía de ser impredecible; ese deber de no estar donde te esperan, era la esencia misma de Nicanor Parra”, define.

Biografía con y contra más que de Parra (las preposiciones son del autor), el suyo es un retrato afectuoso y crítico a la vez de la personalidad avasalladora y polémica del escritor antimperialista que tomó el té con la mujer de Nixon en la Casa Blanca, en abril de 1970; un gesto que inició sus desencuentros con la izquierda. Todas esas máscaras conservan sus enigmas para el autor de El galán imperfecto: “Sigue fascinándome la experiencia única de esa inteligencia total, científica, poética, folclórica, práctica, telúrica, cómica. Un hombre que sabía todo y que se cuestionaba todo. Todavía me sorprendo preguntándome ante cualquier problema: ‘¿Qué diría Nicanor?”.

Una vista de perfil

Frente al pulcro formato de la biografía anglosajona, ¿existe un modelo latino para contar vidas ajenas? Rafael Gumucio dice haber inspirado 'Nicanor Parra, rey y mendigo' en la escuela francesa “en la cual el biógrafo dialoga con el biografiado y se confiesa, para que el otro se sienta más a gusto de confesarse”.

Leila Guerriero, editora para UDP del libro original de 2018 (la edición española es de Ignacio Echevarría) lo caracteriza como un perfil. “No son biografías al uso. No existe esa voluntad de la minucia ni una aspiración de objetividad; proponen una mirada. Pero no pierden la complejidad ni la precisión, lo que el crítico Homero Alsina Thevenet llamaba ‘el amor al dato”.

Retratista de lo público y lo privado (la debilidad de Parra por las mujeres suecas, por ejemplo), Rafael Gumucio va de la infancia y la compleja relación con su padre hasta el después: la misa funeraria en la que la familia amenazó con llevarse al muerto, cuando el cura se negó a poner canciones de Violeta Parra.

“Lo que más me gustó del libro es que tuve la sensación de estar oyendo hablar a Nicanor en muchos momentos”, apunta el poeta Niall Binns.

 

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